Hasta no hace tanto el mercado internacional del libro lo regían seis grandes compañías. A saber, las multinacionales estadounidenses Simon & Schuster y HarperCollins, las británicas Macmillan y Penguin, la francesa Hachette y la alemana Random House. Ésta última, propiedad del conglomerado empresarial germano Bertelsmann, ya presumía de ser la mayor editorial generalista. Uniéndose a Penguin, que destaca por ser el baluarte educativo de la compañía Pearson PLC, ha surgido la “primera empresa editora realmente global del mercado”, según el flamante consejero delegado de la nueva Penguin Random House, Markus Dohle.
“La fusión crea un líder con una base para el éxito comercial en una industria donde los consumidores están cambiando”, ha dicho el último máximo responsable de Penguin, John Fallon. Aludía así el responsable británico el pasado otoño a un mercado sacudido por el poder creciente de compañías como Amazon o Apple, dedicadas a la venta por internet, y por los cambios de hábitos en los lectores, puesto que la realidad del libro electrónico también impone adaptarse o morir.
En lugar de buscar supervivencia, Random House y Penguin han protagonizado una maniobra empresarial para reinar, pues su fusión les hace ser casi hegemónicos. Se espera que la nueva Penguin Random House, nacida oficialmente el pasado primero de julio, pueda generar anualmente cerca de 3.000 millones de euros en beneficios.
Casi un tercio del mercado mundial
Si se confirman las estimaciones previas a la unión, este gigante acaparará entre un 25% y un 30% del mercado mundial, superando ostensiblemente el 17% que representa una Hachette que ha dejado de sobresalir. En lo sucesivo la idea del gigante germano-británico, que emplea a unas 10.000 personas en todo el mundo, es hacerse con un trozo aún mayor del pastel editorial planetario.
Unir ambas empresas supone hablar de una larga lista de superventas. Ahora están en el mismo barco, entre otros, Salman Rushdie, mítico autor de Los versos satánicos, John Grisham, quien ha vendido 250 millones gracias a bestsellers como The Firm, Ken Follett y sus Pilares de la tierra y Junot Díaz, premio Pulitzer de novela en 2008 por La maravillosa vida breve de Óscar Wao. Pero tampoco hay que olvidarse de los clásicos de la literatura que hasta ahora venía editando en su colección de tapa negra la editorial del pingüino, entre los que figuran George Orwell.
Del reparto del accionariado, con el 53% en manos alemanas y el resto bajo control británico, se deduce por qué en el consejo de administración presenta cinco representantes germanos y cuatro del Reino Unido. Aún está pendiente que esos responsables, con Dohle al frente, den una dirección al nuevo gigante editorial. Pero lo que queda claro es su intención de competir en el mercado en mejores condiciones.
Homogeneización cultural
El consejero delegado de Penguin Random House ya lo ha dicho en más de una ocasión: ser más grande ayuda “a reducir los precios de las copias físicas”. En lo que toca al libro electrónico, se puede estar seguro de que la flamante empresa germano-británica invertirá en el desarrollo de este tipo de productos.
Abundan los analistas a los que no sorprendería que la unión de Penguin y Random House inspire a otros grandes actores del mercado. De hecho HarperCollins y Simon & Schuster parecen estar acercando posiciones en lo que muchos ven como los preámbulos de una posible fusión de gigantes editoriales.
Es que este tipo de fusiones van asociadas a un proceso de absorción de pequeñas empresas editoriales.
De seguir esta tendencia, el mito de la homogeneización cultural que se critica a la corriente globalizadora del capitalismo contemporáneo dejaría de ser un fenómeno ficticio, haciéndose una realidad patente en el mundo del libro. En cualquier caso, no hay que olvidar cuanto vienen apuntando con tono alarmado algunos autores y agentes literarios. Y es que este tipo de fusiones van asociadas a un proceso de absorción de pequeñas empresas editoriales que pierden su identidad al integrar conglomerados multinacionales.
Así, editoriales como Anchor, Doubleday, Knopf, G. P. Putnam’s Sons o Viking, que en su día fueron absorbidas por Random House o Penguin, ya se han visto reducidas a “meras etiquetas”, desprovistas de su propia “misión y sensibilidad”, según apuntaba el escritor Boris Kachka hace unos días en las páginas de opinión de The New York Times. Independientemente de estos efectos adversos, frente a los desafíos que plantea el futuro el mundo del libro, los veteranos de la industria tienen claro que la unión hace la fuerza.
La feroz competencia de la industria cultural, de la que surgen gigantes como Penguin Random House, pone de manifiesto que aún estamos muy lejos de vivir en mundo donde todo lo que se publica aparece bajo el mismo sello. Por mucho que se aproximen las placas tectónicas en el planeta editorial, éste todavía no se parece a Pangea.
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