Que algunos de ellos hayan sido los más vendidos no tiene porqué darles méritos literarios, pero tampoco porqué quitárselos. ¿Es lo mismo hablar de los mejores libros que de los más vendidos? Por supuesto que no. De ahí las trampas de los resúmenes, los decálogos o las top-list de estos días: que aceptan pulpo como animal de compañía.
Sin embargo, también es cierto que hablar de los libros de 2012 sin mencionar a E.L.James sería, a su manera, una necedad. Para no atorarnos entonces en nuestra lista Vozpópuli de libros del 2012, hemos decidido poner el acento en los libros que dieron de qué hablar, ya fuese por el fenómeno editorial que representaron –porno para mamás puede ser bastante elocuente- , por la polémica que levantó quien lo escribió –creemos que Bono se quedó con las ganas- o por la calidad de su escritura –aquí, afortunadamente, hay algo más qué decir-.
Alrededor de esta lista existen, también, sus satélites: los libros que fueron un fiasco. Aquellos de los que se esperaban inmediatas reimpresiones y que al final no fueron tales; que tuvieron que quedarse, quietecitos, en las estanterías, chafados en su vocación de librazos, tal y como ocurrió con Las leyes de la frontera, la nueva novela de Javier Cercas que en nada ha podido batir el récord de Anatomía de un instante. De esos libros también hablamos. Porque toca. En ese sentido, cabría decir que Misión olvido (Temas de Hoy), de María Dueñas, va con demasiada lentitud a convertirse en la continuación del fenómeno editorial "El tiempo entre costuras". Y probablemente no llegue a tiempo. En esta nueva entrega, Dueñas habla de las segundas oportunidades y recupera un periodo de la historia, la de los hispanistas exiliados en California tras la guerra civil.
Por comenzar, hay que hacerlo por algún lugar; y lo mejor es despachar lo obvio con la misma rapidez con la que sus lectores dan cuenta de sus tomos en las estanterías: 50 sombras de Grey. Sus detractores hablan de esta trilogía como un libro de cortes románticos al uso más casposo y con una visión predominantemente machista de las relaciones de pareja. Atribuyen a su supuesto sexo explícito una estrategia editorial dirigida a determinadas mujeres, que son el segmento que más lee. De ahí justamente el “porno para mamás”, que fue como se denominó al fenómeno de lectoras que desató este grupo de libros escritos por E.L.James que narran la relación entre una recién graduada de la universidad, Anastasia Steele, y un joven magnate de negocios, Christian Grey. El libro, que vendió 5,3 millones de copias en el Reino Unido y casi 20 millones de ejemplares en todo el mundo, recibió el premio al libro de ficción del año (National Book of The Year) en el Reino Unido, un galardón otorgado por la industria editorial británica y que en otras ocasiones han recibido libros como El Código Da Vinci (2005) de Dan Brown, Harry Potter y el príncipe mestizo (2006) de J.K. Rowling y El Diario de Bridget Jones (1998) de Helen Field.
En el otro extremo de la estantería, en las antípodas de la británica E.L.James, y quizás justamente por eso, por su explícita vocación militante, La civilización del espectáculo, (Alfaguara), de Mario Vargas Llosa, se convirtió en un ensayo muy esperado y comentado. En sus páginas, el escritor y premio nobel analiza la cultura de “nuestro tiempo”, marcada, en su opinión, por la banalización, el amarillismo y la frivolidad. “¿Qué quiero decir con civilización del espectáculo? La de un mundo en el que el primer lugar en la tabla de valores vigente lo ocupa el entretenimiento, donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas. Entre ellas la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable, el que se alimenta de la chismografía y el escándalo”, escribe Vargas Llosa en las primeras páginas de un libro que consiguió levantar muchas réplicas y cosechar algunos disidentes como el filósofo y sociólogo francés Giles Lipovetsky, quien le dijo que no veía tantos motivos para la alarma.
El abuelo que saltó por la ventana y se largó (Salamandra), del sueco Jonas Jonasson, no ha bajado durante muchos meses de la lista de éxitos en todo el mundo. Una novela a caballo entre el género policíaco y el humor negro protagonizada por un abuelo quien llegado el día de su cumpleaños número cien se fuga de la residencia de ancianos en la que vive, dejando plantados al alcalde y a la prensa local. Sin saber adónde ir, se encamina a la estación de autobuses. Tras su huida repasa para el lector las miserias de la humanidad a lo largo de todo el siglo XX. También en un tono de humor, entre las listas de los más vendidos ha estado también este año El enredo de la bolsa o la vida (Seix Barral), de Eduardo Mendoza. Después de El misterio de la cripta embrujada, El laberinto de las aceitunas o La aventura del tocador de señoras, el escritor catalán ha vuelto a su estilo satírico en tiempos de crisis con su anónimo detective, un singular peluquero de Barcelona. El punto de partida de la novela es la desaparición de un antiguo amigo, con quien compartió celda y quebraderos de cabeza en un sanatorio mental. A partir de las peripecias de ambos, Mendoza trazará un demoledor retrato de la Europa actual.
Muy esperada por lo que en sus páginas su autor pudiera revelar con respecto a ese episodio de su vida, los lectores recibieron el otoño y el libro Jopeph Anton (Mondadori), de Salman Rushdie, con grandes expectativas. Con ese título, que apela al nombre que utilizó Rusdie para huir de los fundamentalistas islámicos durante la época que escribió Los versos satánicos, el escritor angloindio narra su experiencia durante los años que vivió escondido por tras ser condenado a muerte por un edicto religioso del ayatolá Jomeini. En esta autobiografía, Rushdie lo cuenta todo por primera vez; la historia de una de las batallas cruciales de nuestro tiempo por la libertad de expresión. Habla de las realidades a veces penosas, a veces cómicas, de convivir con policías armados, y de los estrechos lazos que formó con sus protectores; de su lucha por conseguir el apoyo y la comprensión de los gobiernos, los jefes de los servicios de inteligencia, los editores, los periodistas y los colegas escritores; y de cómo recobró la libertad.
Para muchos, ya había pasado demasiado tiempo de Benjamin Black y era necesaria una dosis de Banville. Y así fue. Antigua Luz (Alfaguara), del escritor irlandés John Banville, un eterno candidato al Premio Nobel, aunque ya posee los más prestigiados galardones, ha sido otro uno de los platos fuertes de este año que acaba. Banville, quien ha conseguido alternarse con un su alter ego literario, el escritor de novela negra Benjamin Black, vuelve con un libro que indaga en las trampas de la memoria a través de Alex Clave, actor de teatro –el mismo personaje que aparece en la novela Eclipse (2000) al perder la memoria de golpe en el escenario-, quien en esta oportunidad rememora su romance adolescente con la señora Gray, la madre de su mejor amigo. En medio de una trama donde el pasado es el personaje central, Alex reconstruye aquel apasionado verano de los cincuenta, a la vez que en el presente, junto a la vulnerable actriz Dawn Devonport, participa en el rodaje de una película sobre la vida del crítico Alex Vander –que ya aparecía en Imposturas (2002)-. Asediado por el recuerdo, Clave se sincerará con Devonport sobre la pérdida de su hija Cass, una chica brillante y enferma, quien decide quitarse la vida arrojándose por un acantilado. En la lista de los esperados estuvo también Enrique Vila Matas con sus Aires de Dylan, una novela que hunde sus más profundas raíces en la relación entre un padre y su hijo, puesta en escena como si de una obra de teatro se tratase. Vila-Matas no defrauda a quienes buscan en él referencias a la realidad que se convierte en literatura, las citas de otros y las inventadas (este es unos de los leitmotiv de la novela) y las teorías que no se pierden nunca en la literatura vilamatiana.
Ayer no más. Este libro, de Andrés Trapiello, generó una respuesta realmente entusiasta por parte tanto de los lectores como de la crítica. ¿La historia? Un niño presencia el asesinato a sangre fría de su padre en los primeros días de la guerra. Setenta años después reconoce de forma fortuita en una calle de León a uno de los que participó en aquel desmán, un empresario conocido que se niega a confesar dónde lo enterraron. Testigo del encuentro es el hijo de este, José Pestaña, profesor universitario y miembro de una agrupación de la memoria histórica; este enfrentamiento entre víctima y victimario, y el deseo de Pestaña de conocer los hechos tanto como de que se haga justicia, le enfrentará a su padre, pero también a quienes tratan de falsear el pasado con tal de justificar sus propios deseos de revancha. “El pasado no hay ni que poetizarlo ni que politizarlo. La ley era muy necesaria. Cuando hace 10 o 15 años se empezaron a formar las primeras agrupaciones de memoria histórica me llamaron para que me sumara. Todavía debo de figurar en alguna. Mi opinión es que no debe quedar ni un solo muerto en las cunetas. Pero debemos ser cautos. No tenemos por qué creer lo primero que nos cuentan. Mucha gente quiere recordar hasta un punto, pero no ir más atrás. La gente, por razones humanísimas, a menudo ha tenido no solo que olvidar, sino también que mentir”, declaró Trapiello al diario El País en ocasión de la publicación del libro.
En lo que al género negro respecta, este año se alzó como una verdadera curiosidad: Lo que no está escrito (Tusquets), de Rafael Reig, una intensa y perturbadora novela negra en la que el escritor asturiano viaja al fondo del alma humana, a través de las relaciones familiares. La historia comienza cuando un padre va a buscar a su hijo adolescente para pasar un fin de semana en el campo y deja a su exmujer un manuscrito de la novela que ha escrito. "El terror surge de la lectura de la novela que está leyendo la madre, y leemos lo que no está escrito, porque leemos con nuestro propio miedo, porque cuando leemos, al igual que cuando escribimos, ponemos todo lo que llevamos dentro, aunque no este escrito", explica Reig sobre la historia.
Este otro fue uno de los satélites del año. Es imposible que Murakami no sea un contagio y Baila, baila, baila lo fue, en la espera. Sin embargo, el entusiasmo crítico y la respuesta de los lectores, si bien ha sido considerable, no ha alcanzado las proporciones de vértigo de entregas anteriores. Baila, baila, baila narra la historia de un regreso. Comienza en marzo de 1983, cuando el joven protagonista de esta novela, después de pasar días sombríos, siente la necesidad de volver a ciertos escenarios de su vida para ajustar cuentas con el pasado. Viaja a Sapporo con la intención de alojarse en el Hotel Delfín, donde años atrás pasó una semana con una misteriosa mujer que, de manera inesperada, desapareció de su lado. A su llegada descubre que han derribado el hotel y que en su lugar se alza otro, moderno y lujoso, pero su estancia allí propicia la aparición de personajes envueltos en un aura de irrealidad: una guapa recepcionista que ha vivido experiencias inverosímiles, una adolescente dotada de una aguda sensibilidad, o un antiguo compañero de colegio, ahora actor de éxito, que lo meterá en graves aprietos. Asesinatos, viajes a Hawai, pasajes a otros mundos y fiestas se suceden al ritmo de la música que suena en la radio de su destartalado Subaru. Lo cierto es que, como afirma un enigmático personaje, todo está conectado. Porque sólo se regresa al Hotel Delfín para poder empezar de nuevo.
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