La Liga Santa, creada en 1571, fue una coalición de naciones con un fin militar: frenar el ataque de los Otomanos, es decir salvaguardar la cristiandad. Esta coalición estaba compuesta por la Monarquía Hispánica, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya.
Lepanto fue el gran intento logrado de decir “basta” a los turcos. En el bando europeo estaba al mando el inigualable don Juan de Austria, hombre de confianza del rey Felipe II, gran apoyo del papa Pío V y gran propulsor de la Liga Santa. En el otro bando se encontraba Müezzinzade Ali Paşa, también conocido como “Alí Pacha", almirante del Sultán Otomano Selim II, hijo del gran sultán Solimán el Magnífico.
En el lado cristiano la nave capitana era La Real y en el otomano La Sultana. Las tropas se movían principalmente en galeras, pero estaba descompensada a favor de los otomanos. Don Juan de Austria mandó levar anclas un 3 de octubre de 1571. Miguel de Cervantes Saavedra iba en la galera Marquesa, bajo el mando de Don Álvaro de Bazán. Con el paso de los días, en el traslado a Lepanto, se fue sintiendo indispuesto. Cuando llegó el día de la batalla, 7 de octubre, se encontraba tan enfermo, que sus mandos le dispensaron de la lucha. Pero cuando comenzó la contienda, cuando se encontraba perjudicado en la bodega de la galera con “calentura” reflexionó y se levantó con fuerzas para la lucha. Le hirieron el pecho y el brazo izquierdo. Tardó mucho tiempo en recuperarse y a la vuelta me bautizaron como el “Manco de Lepanto”, apodo que llevo a gala.
En la fase previa al asalto, un mosquete hirió al gran almirante Alí Paşa en la cabeza, en el asalto un espadachín cortó la cabeza al mismo y un piquero la clavó en una pica y la levantó. Cuando la mostró al enemigo provocó el pánico de los otomanos, y la ovación de los europeos. Hasta que don Juan vio este esperpento y lo paró. Ya que tal humillación no venía a cuento. Y bien hizo, porque una cosa es la victoria y otra alardear de ella.
Como es bien sabido, el papa Pío V mandó rezar a toda la cristiandad el rosario el día de la contienda. Esa fue el “arma poderosa” que la cristiandad atribuyó a la victoria en la batalla. De hecho quedó ese día como el de Nuestra Señora de las Victorias.
Para celebrar el éxito de la batalla, D. Luis de Requesens y Zúñiga, lugarteniente de la Mar en la Batalla de Lepanto y Comendador Mayor de Castilla, facilitó construir en Villarejo de Salvanés un templo en honor a la Virgen. Donó el terreno, parte del dinero y facilitó la entrada de los franciscanos en el convento, que se construyó junto al templo. Luis de Requesens era amigo personal del Papa Pío V, al haber sido embajador del rey Felipe II ante la Santa Sede, lo cual permitió que su santidad donar la imagen de la Virgen, que parece ser que fue ante la que rezó el rosario pidiendo la victoria. Tras tres décadas de construcción, cuando el templo estuvo finalizado, se instaló la imagen bajo la nueva advocación de Nuestra Señora de la Victoria de Lepanto. En 1936 fue destruida la imagen, la que hay ahora es una copia.
Con el tiempo, el 7 de octubre, en el que la Iglesia Católica celebraba la fiesta de Nuestra Señora de la Victoria, la cambió por la fiesta Nuestra Señora del Rosario, lo cual hizo que por extensión todo el mes de octubre es considerado el mes del rosario.
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