En 1995, David Thorpe, escritor inglés y responsable, entre otros, de Captain Britain, convenció a Kazuo Ishiguro, Angela Carter o Ian Banks para trabajar codo a codo con renombrados autores del mundo del cómic, entre ellos Lorenzo Mattotti o Dave McKean. De esa unión quedan, por ejemplo, libros Playing the Game, de la Premio Nobel Doris Lessing, publicado por HarperCollins. David Mazzucchelli y Paul Karasic transformaron Ciudad de cristal (Anagrama), el primero de los volúmenes que integran la Trilogía de Nueva York, de Paul Auster, prácticamente en una novela autónoma, enriquecida por la relación entre palabra e imagen. Hicieron “un Doppelganger del libro original”, dijo Art Spiegelman, creador de Maus e instigador de la adaptación. Junot Díaz comienza La maravillosa vida breve de Óscar Wao con una cita de los Cuatro Fantásticos… Palabra e imagen, potente beso entre el trazo y verbo del que han salido magníficos híbridos. ¿De qué hablamos? Pues de literatura y cómic: una relación porosa, fértil, eso sí confusa. No es lo mismo una novela gráfica que un cómic, o un tebeo, sin embargo comparten algo: una historia.
Ya en el siglo XVIII, Goethe sentía especial predilección por las viñetas de Rodolphe Töpffer, considerado por muchos el padre del cómic moderno. También James Joyce sintió curiosidad por algunas de las viñetas que de su Ulises se publicaron en el diario Dublin opinion en la que le dibujante decidió –ácidamente, quizás- recrear a un carcelero que recomienda al preso la lectura de la novela de Joyce. Antes de dedicarse a la ficción John Updike quería ser dibujante y John Steinbeck –de la quien existen adaptaciones magníficas de Ratones y hombres- se sintió atraído por la relación entre palabra e imagen.
Fue el propio Spiegelman quien sugirió a Updike, William Kennedy o Auster que hicieran una incursión en el cómic como guionistas. Los dos primeros no llegaron a involucrarse, mientras que el último tanteó una historia que acabó convirtiéndose en Mr. Vértigo –del que se hizo, por cierto, una película-. Pero los inventos no terminan aquí, por ejemplo, el sello canadiense Drawn and Quarterly encargó al artista ilustrador R.Sirkoryak un rara versión de Crimen y castigo en la que es justamente Batman quien interpreta a Raskólnikov. Sirkoryak tiene además una versión de Charlie Brown interpretando La Metamorfosis de Kafka, Superman interpretando obras de Camus o Esperando a Godot protagonizado por Beavis y Butt Head.
Editoriales españolas han publicado también títulos magníficos. Por ejemplo, la recopilación de narraciones breves de Charles Bukowski que Ediciones La Cúpula ha publicado con el simple título de Bukowski. Adaptadas al lenguaje del cómic por el dibujante Matthias Schultheiss (Nuremberg, 1946), uno de los narradores gráficos más interesantes a nivel europeo, incluye ocho relatos: Los asesinos, Un trabajo en Nueva Orleans, Una puta de 120 kilos, Nueva York por 95 centavos, Dos borrachines, Henry Beckett, Kid Stardust y Mi madre culona. Astiberri editó Dublinés y La ruta Joyce, de Alfonso Zapico; 451 Editores editó la versión que hizo Tim Hamilton de Farenheit 451. En ella, Hamilton se vuelca poderosamente en la figura del bombero Montag. En el proceso contó con la ayuda del propio Bradbury.
La novela negra tiene con el comic un affaire especial –del que ni pretendemos ni podemos dar completa cuenta en este texto-. Por ejemplo, la francesa Fred Vargas ha escrito dos aventuras de su comisario Adamsberg directamente para cómic, con el ilustrador Edmund Baudoin: Los cuatro ríos (Astiberri) y Le marchand d'éponges. Recientemente, Planeta publicó una reedición de la obra completa de Allan Moore y Eddie Campbell –ampliamente editados también por Astiberri- revisada y complementada con comentarios de Moore en la revisitación del mito de Jack el Destripador.
Autores españoles también han apostado por la mezcla de cómic y literatura. En las últimas páginas de su Nocilla Lab (Alfaguara) Agustín Fernandez Mallo incorpora algunas viñetas del ilustrador mallorquín Pere Joan, quien dibuja al autor junto Enrique Vila-Matas en una plataforma petrolífera. Pere Joan publicó además una adaptación al cómic de Nocilla Experience (Alfaguara). Miguel Noguera –que ya dio muestras de su genialidad en Hervir a un oso, coescrito con Jonathan Millán– vuelve a combinar texto y dibujos en Ultraviolencia (Blackie Books). Nórdica y Cálamo han hecho versiones de títulos como América, la inacabada novela de Franz Kafka. En 2010, 451 Editores publicó una rarísima y hermosa mezcla: El ladrón de morfina, de Mario Cuenca Sandoval, un libro en el que ilustración y texto se vuelven poderosas joyas de brillo simultáneo.
Existen además nombres como el de Víctor Mora, creador del Capitán Trueno, quien mantuvo una notable carrera paralela como novelista, y Ramón de España e Ignacio Vidal Folch quienes también se acercaron al mundo del cómic. El recién ganador del Premio Nacional de Cómic 2013, Miguelanxo Prado resalta no sólo por su recién reconocida Ardalén, sino también por experimentos como su proyecto con el conocido guionista de Sandman, Neil Gaiman, en el libro colectivo Noches eternas. Es imposible no mencionar a otros como, por ejemplo, Pablo Gallo que ha sabido unir magistralmente literatura y trazo. El libro del voyeur es una muestra. El título publicado en 2010 por Ediciones del Viento, y del que ya hemos escrito en estas páginas, nace de la petición que hizo Pablo Gallo pidió a un grupo de escritores (desde Andrés Neuman hasta Antoni Casas Ros pasando por Antonio Luque) para que escribieran relatos eróticos que él mismo ilustró.
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