Augusto Monterroso o Ernest Hemingway lo hicieron primero. No twittear pero sí escribir grandes relatos de apenas una línea. Sin embargo, la actualidad y la tecnología hacen que la microficción –y los experimentos que de ella salgan- vuelvan a ser materia de trabajo para escritores, lectores, libreros y editores.
Desde que Jack Dorsey lo creara en 2006, el Twitter -la plataforma para compartir mensajes brevísimos en Internet-, ha cobrado una fuerza cada vez mayor que ha desembocado, en el ámbito literario, en el florecimiento del micro-blogging. El principio de ‘quien tenga algo que decir’, y pueda hacerlo en 140 caracteres, se ha sofisticado. El twitter renuncia así a la sosa bitácora doméstica –“hoy hace frío” o “tengo gazpacho para cenar”- para aventurarse en la creación de una “twitteratura” hecha con el manual de estilo impuesto en las redes sociales.
En todo el mundo, Twitter suma más de 500 millones de usuarios activos. Escritores como Arturo Pérez Reverte pueden llegar a sumar más de 10.000 seguidores que están al pendiente de sus brevísimos mensajes como si de verdaderas entregas editoriales se tratara. Sin embargo, la plataforma social no sólo modifica la relación autor-lector, mucho más cercana e inmediata, sino que se revela como un instrumento creativo.
La escritora cubana Wendy Guerra llama a sus brevísimos relatos los “cuen-twittos”. Y pese a que la plataforma limita la inspiración a 140 caracteres, ya existen novelas escritas por ráfagas de tweets, tal y como ocurrió con Serial chicken, de Jordi Cervera. A pesar de que el británico Neil Gaiman o el estadounidense Stephen King ya habían intentado con ese género literario, se dice que el libro de Cervera –basado en la sátira y la novela policíaca- fue la primera en español escrita en código Twitter.
El fenómeno del micro-blogging o el “gorgojeo” –que es lo que significa en español la palabra Twitter- ha desembocado en ideas que no a todos caen en gracia. Hace unos meses, la sucursal de Nueva York de la editorial Penguin anunció el lanzamiento de un nuevo libro que pretendía combinar la divulgación literaria con el fenómeno Twitter. El libro se llamó Twitterature, o Twitteratura.
El volumen, que vio la luz meses más tarde y lleva ya varias reediciones, comprime clásicos de la literatura universal –desde Dante, Homero, Shakespeare, Stendhal y Joyce- y también bestsellers a un total de 20 tweets o menos. Para muchos, esto no supone creatividad alguna, sino una simple y frívola carnicería de los clásicos.
A pesar de eso, los editores anglosajones manifestaron que se trata de una iniciativa para promover otra forma de consumir literatura en un momento donde la comunicación ha cambiado. Para más inri, quienes fraguaron la idea detrás de este libro, fueron dos alumnos de primer año de la Universidad de Chicago, Alexander Aciman y Emmett Rensin(ambos de 19 años). Sin duda, el prototipo de un nuevo lector. ¿Mejor o peor…? ¿Diferente o precario? Los resultados están por verse.
En 2010, este exprofesor de literatura de Quebec cofundó con Jean-Michel Le Blanc (@centquarante), de Burdeos (sur de Francia), el Instituto de twitteratura comparada (ITC) Burdeos-Quebec, destinado a promover el género. Este Instituto organizó a fines de marzo el segundo Festival internacional de "twitteratura", cuya primera edición se celebró en Quebec en 2012.
Lo que sí es cierto es que se han publicado libros inpirados en el mecanismo twitter. Y son magníficos. Lo hizo Rodrigo Cortés con su A las 3 son las 2 (Delirio, 2013). “La poesía que no rima es prosa picadita”. “El jet lag es, creo, una forma de nostalgia”. “Toser también es opinar”. “En Spanish Beauty, la bolsa que da vueltas es del Dia”. “Desfilan las modelos más enfadadas que los soldados”. Poesía, minicuento, aforismo, greguería, ácida ternura, humor demoledor, melancolía que no sonroja, parodia, vértigo, carcajada… todo junto, como un beso bien dado. Se trata de los mensajes que ha publicado el cineasta en su cuenta de twitter, reunidos e impresos en un cuadrado y diminuto libro.
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