Claudio Magris (Trieste, 1939) desgrana estos días en la ciudad de Madrid algunas de las dudas y los interrogantes de la literatura y los tiempos que corren. Este intelectual, profesor de literatura alemana y autor de obras fundamentales y de referencia en la cultura europea como Danubio o Microcosmos, se confiesa moderado. Fuen un duro crítico de Berlusconi y ahora lo es por igual de cualquier tipo de estupidez.
Magris, cuyo relato Danubio (Anagrama) sirvió a muchos europeos para descubrir la mitteleuropa articulada en torno al Imperio Austrohúngaro, que había quedado semioculta detrás del telón de acero con la división de Europa posterior a la II Guerra Mundial, contempla ahora con la perspectiva que da el paso de 20 años lo sucedido. Su reflecxión sobre Europa ahora es otra, comedida, paciente, colectiva.
Novelista, ensayista, traductor, intelectual y catedrático en la Universidad de Trieste, la primera imagen de Claudio Magris es la de un joven doctorando que escribe su tesis en un café. El café, claro está, es Il caffè San Marco de Trieste, un local que abrió sus puertas en 1914, todavía bajo el reinado del ya viejo y cansado emperador Francisco José I, en una fecha que indica el principio del fin del Imperio de los Habsburgo, todo un mito que analizó el joven estudiante en su Tesis: El mito Habsbúrgico en la literatura austriaca moderna (1963).
El mito habsbúrgico, primer libro de Claudio Magris y una de las piezas que se acaba de volver a publicar en la colección Meridiano en ocasión del encuentro literario. Este libro narra la historia de una civilización que, en nombre de su amor por el orden, descubre el desorden del mundo. Una historia que a su vez se ha convertido, según palabras de Magris, en el mapa de su geografía espiritual e intelectual. Y ahí está Triste, su ciudad; ese territorio de frontera que el viento norte –la Bora- a veces azota turbulento. Una ciudad que vivió días de esplendor como puerto del Imperio Austrohúngaro y salida al mar de la Mitteleuropa, pero que desde 1918 vive anexionada a Italia, huérfana de una patria imperial ya inalcanzable y de escasa actividad portuaria.
Una historia que a su vez se ha convertido, según palabras de Magris, en el mapa de su geografía espiritual e intelectual. Y ahí está Triste, su ciudad; ese territorio de frontera que el viento norte –la Bora- a veces azota turbulento. Una ciudad que vivió días de esplendor como puerto del Imperio Austrohúngaro y salida al mar de la Mitteleuropa, pero que desde 1918 vive anexionada a Italia, huérfana de una patria imperial ya inalcanzable y de escasa actividad portuaria.Como su ciudad, Magris sabe de fronteras y patrias y tiene vínculos fuertes con su territorio, pero en sus libros confiesa que a pesar de todo, la felicidad pasa por las palabras del sioux Alce Negro, para quien cualquier lugar puede ser el centro del mundo porque por cada hierba movida por el viento vale la pena perder el alma.
Pero, ¿no es todo esto una gran contradicción? Así es Magris, como su ciudad Trieste, que él define como un oxímoron, donde palabras y nociones de sentido totalmente opuesto llegan a ser semánticamente compatibles en un texto. Magris es raíz, es Trieste; pero Magris es también exilio y ausencia de territorio. Lo ha aprendido de los grandes y de la historia. Magris sabe que no hay vida sin fuga, sin viaje, y conoce la tensión entre el deseo de retorno y, a veces, la imposibilidad de lograrlo. La literatura es para él una inmersión intensa y profunda en la realidad, en la fuerza protectora de los valores universales y en la épica capaz de describir el dolor y de dar significado a las grandezas y miserias del ser humano, más allá de la naturaleza que habita.
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