Menús escritos en francés y en español, libros de contabilidad, facturas, etiquetas de confituras y bombones, en 175 años es mucho lo que se acumula –y se vive-. Es el caso del restaurante Lhardy, cuyos responsables han hecho en estos días un importante aporte a la historia de la gastronomía al donar su archivo a la Biblioteca Nacional.
Se han planeado entre sus espejos derrocamientos de reyes y políticos y celebrado reuniones de ministros.
El emblemático Lhardy, que abrió sus puerta en 1839 en la Carrera de San Jerónimo de Madrid, es el primer restaurante español creado tal y como hoy se concibe la restauración pública. Su fundador, el cocinero francés Emilio Hugenin, introdujo las minutas por escrito y las mesas separadas en la primera mitad del siglo XIX, y creó un pionero servicio de cátering. Fue de los primeros establecimientos que ofreció el servicio de reserva de mesas vía telefónica. Pues ya en 1885 era uno de los 49 abonados a una línea telefónica de la ciudad.
Testigo de la historia desde el siglo XIX y XX, en sus mesas comieron desde la reina Isabel II hasta Alfonso XII –quien solía acudir de incógnito–, pasando por la espía Mata Hari, quien degustó un opíparo almuerzo en el restaurante. Aliñados con la sazón de Lhardy, se han planeado entre sus espejos derrocamientos de reyes y políticos y celebrado reuniones de ministros. Ha sido inmortalizado además en obras de Galdós, Azorín y Gómez de la Serna.
Facturas, etiquetas y menús antiguos
Una larga trayectoria y una evolución que han quedado reflejadas en menús, libros de contabilidad, facturas, etiquetas de los productos que venden en su tienda y documentación personal de sus distintos propietarios, parte de los cuales han donado a la Biblioteca Nacional. Siete libros de contabilidad de finales del XIX y principios del XX con letra gótica y a dos tintas, espectacularmente bonitos, facturas antiguas de luz eléctrica, de teléfono, de alquiler de carruajes, de los productos que se importaban para una carta de corte francés, como ostras, caviar y langosta; reclamaciones a proveedores, y una colección de 130 menús antiguos.
En los menús se plasma la evolución de la gastronomía española. Platos como filetes de lenguado a la Orly, jamoncitos de pato, pavipollo a los berros, faisán a las uvas, pularda rellena o ternera Príncipe Orloff, que causaban furor en la Villa y Corte, se han sustituido hoy por recetas más ligeras que conviven con el casticismo de los callos a la madrileña o el cocido.
Hasta un fragmento del papel con motivos orientales que reviste las paredes del Salón Japonés forma parte de la donación.
También han cedido a la Biblioteca Nacional, que incorporará todo este material a sus fondos tras clasificarlos y catalogarlos, etiquetas de mermeladas, de bombones y otros productos que elaboraban, así como de bebidas alcohólicas que se vendían en la tienda. Hasta un fragmento del papel con motivos orientales que reviste las paredes del Salón Japonés forma parte de la donación.
El material ha sido cedido por los descendientes de Antonio Feito y Ambrosio Aguado, jefe de cocina y jefe del obrador, que compraron Lhardy en 1926. Parte de estos fondos ya se exhiben en el restaurante, un museo en sí mismo con el samovar de plata introducido en 1885 para el autoservicio de su hoy mítico consomé o su fachada de madera de caoba de Cuba hecha al gusto del segundo Imperio.
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