El amor es junto con la muerte, la soledad o la venganza, uno de los grandes temas de la literatura universal. En su nombre se han escrito páginas memorables y también perpetrado las historias más ñoñas. Para dar un repaso a la biblioteca sentimental, ofrecemos el reverso y escogemos cinco novelas contemporáneas que han hecho del desamor su mejor gasolina.
Chesil beach, Ian McEwan. "Eran jóvenes, instruidos y vírgenes aquella noche, la de su boda, y vivían en un tiempo en que la conversación sobre dificultades sexuales era claramente imposible. Pero nunca es fácil". Edward y Florence tienen poco más de veinte años. Se conocieron en una manifestación en contra de las armas nucleares; ella es de clase acomodada, él de clase media baja. Un julio de 1962 contraen matrimonio. Pasarán su noche de bodas en un hotel junto a Chesil Beach.Y es allí cuando todo se vendrá abajo: Florence y su aversión por el sexo, Edward y su incapacidad para comunicarse con las mujeres. En una Inglaterra conservadora, azotada sin embargo por el huracán de la liberación sexual, McEwan se vale del naufragio entre Florence y Edward para confeccionar la alegoría de una época marcada por el silencio.
Libertad, Jonathan Franzen. Patty y Walter Berglund, un matrimonio no necesariamente ideal, pero sí, en un comienzo, bastante cercano a esa estampa: una casa de ensueño, una convivencia armoniosa, una carrera profesional sin obstáculos, una calidad de vida envidiable, estabilidad económica, unos hijos en apariencia brillantes. Todo parece ser así. A lo largo de más de seiscientas páginas es posible ver cómo ese microcosmos se resquebraja en su núcleo y sus satélites a medida que se ejecuta el lento camino hacia la prosperidad desde “la América profunda” hasta el centro del poder en Washington D. C. Un triángulo amoroso se convierte en la soga que sujeta la historia de. Se trata de Richard Katz, el mejor amigo de Walter desde la Universidad y amante de Patty desde ese entonces, un músico de culto que prefiere a ratos renunciar a su talento para reparar techos, y que añade la dosis de sexo, drogas, rock and roll y cinismo en.. Juntos, él, Walter y Patty forman una estampa en el enorme tapiz de una Norteamérica decadente.
Ya sólo habla de amor, Ray Loriga. Sebastián tiene 40 años. Se ha divorciado; y no de cualquier forma. Es un romántico a la centroeuropea, un melancólico aficionado a la costumbre de morirse de amor. Una noche acude a una recepción diplomática en la que conoce a la mujer más hermosa que ha visto. Quiere bailar con ella, pero él no baila, no sabe cómo y sin embargo algo le empuja a acercarse a ella como si en verdad pudiera, bailar o amarla. Sebastián se entrega a sus fracasos con esmero, visita su desgracia como quien va a la feria, con el entusiasmo de quien quiere subirse a todos sus cacharros. Y si para ello los sentimientos han de ser una pista de baile, un gran escenario, Sebastián así lo escoge, para quedarse de pie, iluminado por el foco de quien capaz de contar su historia.
Divorcio en el aire, Gonzalo Torné. Para las páginas de esta novela, Gonzalo Torné rescata a un personaje de su anterior libro, Joan Marc, quien aparece en Hilo de sangre. Se trata de un hombre que intenta recuperar a su segunda mujer y que para conseguirlo relata sus intentos para salvar su primer matrimonio con Helen, una desaforada chica norteamericana. .A lo largo de más de 200 folios, Joan Marc –un chico acomodado que podría vivir sin trabajar de no ser por los desenlaces económicos familiares- cuenta una historia: la suya. Lo hace desde sus 45 años y en medio de un discurso plagado de saltos, pero también de impertinentes e indigestas declaraciones homofóbicas, misóginas, pseudo racistas y cargadas de autosuficiencia y complacencia sin duda cargante. Quien lea Divorcio en el aire puede pensar que asiste a la historia de la destrucción. Una familia –la de Joan Marc- que resultó no ser tal; una vida con amigos que en el fondo nunca fueron tales o incluso una posición social que se viene abajo. Esta novela es –y a la vez no- todo lo anterior.
Ladrilleros, Selva Almada. Una noria da vueltas en la madrugada. Pajarito Tamai y Marciano Miranda se desangran en un descampado. Los dos se han procurado la muerte, a navajazos, en un pueblo donde el calor embrutece y el alcohol corre por las venas ¿Por qué han llegado ahí Pajarito y Marciano? ¿Acaso su muerte es la herencia del odio que separaba a sus familias? Este es, a grandes y toscos brochazos, el argumento de la segunda novela de Selva Almada, Los ladrilleros (Lumen), una tragedia rural, una historia de amor masculina, un escenario de tierra seca y bruta en el que los Capuleto y los Montesco –en verdad los Tamai y los Miranda- son seres toscos, que fabrican ladrillos para ganarse el pan a la vez que libran una guerra de pasto quemado y galgos ahorcados. Es el reverso brutal de una historia de amor que termina en desgracia.
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