Él tenía 18 años cuando Nicolae Ceausescu se hizo elegir presidente, en 1974; entonces llevaba ya nueve años a la cabeza del Partido Comunista Rumano mientras el resto del mundo veía en él una figura popular gracias a su política desafiante contra el comunismo soviético. Claramente se equivocaron los que vieron en él a un aperturista. De aquellos años, el hoy poeta y escritor Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) recuerda el mundo como un lugar lejano al que había que conjurar leyendo. Borges, Musil, García Márquez, Thomas Mann, Rilke, Musil, Sabato, Faulkner, Calvino, Kafka, Eco, Updike, Ezra Pound, Robbe-Grillet, Allen Ginsberg… Leía entre seis y ocho horas.
En aquellos días, instalado en el silencioso acto de la escritura, Cărtărescu hizo de su propio mundo un universo literario potente, tan fantástico como indestructible, del que hoy es posible leer los mejores pasajes en libros como Nostalgia, traducido por Impedimenta después de un adelanto con la publicación por separado de El ruletista, relato que hace las veces de prefacio y que ha sido considerado su mejor pieza de ficción hasta la fecha. De su obra también es posible conseguir en España Por qué nos gustan las mujeres (Funambulista) y Lulú (Impedimenta).
Más que novelista, Mircea Cărtărescu se considera un escritor de textos. Tiene los ojos oscuros y una sonrisa de a pedacitos parecida a la ternura. Su modestia sin embargo se ha visto superada por quienes ven en él un candidato recurrente al Nobel de Literatura y uno de los más importantes exponentes de la literatura rumana. A pesar de eso, Cărtărescu sigue, como a sus 18, muy ocupado en alimentar una obra que se acerca más a la poesía que a las reivindicaciones, pero que nació, resistente, en el acto de la escritura. En una sociedad donde el individuo era tan subversivo como cualquier revuelta, mantuvo su yo como santuario. La suya surgió como la voz más potente en el concierto aplastante del desánimo y el despotismo y se mantiene hoy, a sus 57, fibrosa y profunda, en las páginas de sus libros.
-Nostalgia se publicó dos meses antes de que cayera el régimen rumano. Sin embargo fue escrita cinco años antes. ¿La realidad política rumana influyó en su escritura o, por el contrario, sirvió como lugar para guarecerse?
-Nostalgia es la primera obra que escribí en prosa. Es una obra de juventud. En aquella época, sí, vivíamos en dictadura, pero esa circunstancia hizo que se radicalizara la vuelta a la literatura frente a ese adversario exterior. Utilicé toda mi libertad interior como arma contra el régimen. En aquel entonces hasta un poema de amor era subversivo, porque estaba en contra del adoctrinamiento político, porque demostraban que la gente podía pensar con su propia cabeza. Nostalgia es un libro de absoluta libertad interior que apareció en una época dictatorial. Estuvo cuatro años en una editorial y luego apareció publicada parcialmente. Sólo después de la revolución rumana pudo publicarse íntegramente.
- Nostalgia deja la sensación ambigua de ser un grupo de relatos y a la vez una novela. ¿Cómo aborda la diferencia y la mixtura de los géneros al momento de escribir?
-Ni entonces ni ahora me ha preocupado esto. El lector puede leer Nostalgia como lo desee. Puede abrirlo en cualquier página y comenzar a leerlo. Cuando comencé a escribirlo no quería hacer un libro. Escribía relatos para compartir con mis compañeros de tertulias en un cenáculo literario. Y a partir de un momento, me di cuenta de que todas estas historias tenían un punto de conexión; un punto en común, subterráneo. Y ahí pensé en transformarlo en un libro… Yo no soy un autor de novelas. No me considero novelista, yo sólo escribo textos. A mí lo que me preocupa es que estos textos, indiferentemente del género que tengan, sean algo poético y este es el elemento que une todos mis libros.
"En aquel entonces en Rumanía hasta un poema de amor era subversivo"
-Usted ha dicho que dedica horas a escribir en sus diarios, de los que lleva más de 1.500 páginas ¿Cuál es el peso que tienen, creativamente para usted?
-Me gustaría que la gente viera mi obra como un árbol en el que las raíces son los diarios y los libros las hojas. Todos mis libros parten de los diarios, como Kafka. Toda la sustancia de mi obra se encuentra en mis diarios. No podría vivir siquiera una semana sin escribir en ellos. En esta época, la gente no puede realizar confidencias, porque ni siquiera es capaz de sincerarse. En este sentido, mi diario es el medio en el que puedo poner en práctica la más absoluta sinceridad conmigo mismo.
-Pensando en su trilogía Orbitor, en su insistencia en que todos tenemos un gemelo negro, ¿Qué peso real tiene para usted la figura del doble como preocupación literaria?
-El doble es uno de los arquetipos más importantes que existen en la literatura. No hay ningún escritor que los haya inventado, pero los usan, porque son fuertes en sí mismos. El motivo del doble es fundamental en el romanticismo europeo, sobre todo en el romanticismo alemán. Hoffman ha escrito libros enteros sobre el doble maligno. El doble significa la sombra oscura de una persona y en la que proyecta todo lo que no quiere que le salpique, de la misma forma en que algunos enfermos mentales crean otro ser sobre el que vierten todo el mal que existe. Por supuesto, existe otra interpretación del doble que significa que una persona, un hombre, viva lo que es ser mujer y que una mujer viva lo que es ser hombre. Todos nosotros tenemos un gemelo del sexo opuesto que vive en nosotros reprimido y no tiene voz propia. Al utilizar este motivo del doble le damos la oportunidad de expresarse. En muchos de mis textos he expresado mi lado femenino. Me gusta imaginarme como personaje femenino y el doble ha sido de gran utilidad.
-También en ocasión de Orbitor y de su fuerte componente onírico, usted ha sido lector de García Márquez y otros escritores latinoamericanos. ¿Existen correspondencias entre el componente fantástico de la literatura rumana y la latinoamericana?
-Rumanía comparte muchos rasgos con los países suramericanos. Somos países latinos con una vida marginal, marcados por una vida política dura: golpes de Estado, cambios políticos de todo tipo. Además, la gente tiene mucha imaginación, por tanto resulta normal comparar la literatura de estas dos zonas. En Rumanía existe una línea de literatura fantástica muy antigua y sólida. El autor rumano más importante escribe en una prosa fantástica maravillosa. Para mí ha sido mucho más cercano escribir en clave fantástica que en clave realista. Por supuesto, en mi juventud leí con muchísimo interés a los autores latinoamericanos que trabajaban la fantasía, aparecen citados en Nostalgia con nombre propio, como un homenaje. Me siento muy cercano a ellos.
"Hay una tendencia a poetizar la prosa y a prosificar la poesía".
-Siguiendo con los escritores hispanoamericanos, Sabato ha tenido un peso importante para usted. ¿Por qué?
-Sabato tiene una voz distinta con respecto al resto de los escritores latinoamericanos. Los demás son más barrocos, son más exuberantes, mientras que Sabato es fundamental, como sería Dante Alighieri. Habla desde el infierno, justamente por el hecho de que vivimos dominados por nuestros instintos, instintos que él personaliza en forma de ciegos. Me gusta su idea de que el escritor asume el sufrimiento del mundo. Se aleja de otros escritores que se dedicaron sólo a escribir relatos. Sabato no quiere ser sólo Sherezade, él quiere entender el sufrimiento humano.
-Lo primero que usted publicó fue poesía. ¿El mecanismo, estrictamente formal, de la poesía puede entorpecer la prosa?
-Hay una confusión de las diferentes acepciones de la palabra poesía. Es, por una parte, una forma de mirar el mundo. Lo que nace de tu elección de mirar el mundo como si fueras un niño. En este sentido, hay muy poca gente que sea poeta, es decir, los que rechazan la estupidez del mundo de los adultos. Por otra parte, está la poesía como género literario, que tiene sus propias reglas y que cobra forma en libros de poemas. Yo me considero un poeta del primer tipo. Hago poesía en todo lo que tiene que ver con mi forma de vivir la vida. También he escrito poesía en el otro sentido de la palabra y esto no sólo no ha sido un obstáculo para mi prosa, sino que me ha ayudado en mi obra en prosa. En este momento, la mejor prosa en Rumanía la escriben los poetas. Digamos que hay una tendencia a poetizar la prosa y a prosificar la poesía.