Nicanor Parra y Roberto Bolaño. Dos quebrantahuesos que ríen con malicia. Uno tritura un siglo que el otro ni siquiera llegó a cumplir. Parra, el antipoeta, huidizo a sus cien; Bolaño, el que nos liberó del Boom, bajo tierra desde hace ya once años. Dos enterradores; dos fumigadores; dos renovadores; dos aguafiestas; dos chilenos de ninguna parte; dos habitantes de su propia literatura. Los que levantaron una misma e irregular geografía –la que les vino en gana- tan distinta de aquella en la que habían nacido. Uno, vivo; el otro, muerto.
Nicanor Parra (Chile, 5 de septiembre de 1914) y Roberto Bolaño (Chile, 28 de abril 1953-Barcelona, 15 de julio de 2003), ambos unidos en esas efemérides estropeadas que el tiempo acerca con su mala leche de cosa que transcurre. Este 5 de septiembre, Nicanor Parra cumple una centuria; el otro, Roberto Bolaño, acumula ya once de muerto. Rarísima trastada que hoy podríamos celebrar con la ironía de quienes saben demoler.
Al poco tiempo de la muerte de Bolaño –falleció de un cáncer hepático, a la espera de un trasplante que no llegó-, en la feria del Libro chilena , el poeta Nicanor Parra ideó y exhibió uno de sus Artefactos, un rudimentario ensamblaje formado por una revista ilustrada en cuyas páginas centrales se exhibían dos fotos del autor de 2666. La publicación se sostenía con pinzas de ropa. Colgada de una cuerda, cual bellísima putada, la revista tenía adosada una pequeña cartulina en la que con letra de molde podía leerse: “Le debemos un hígado a Bolaño”.
¿Qué le debemos a Nicanor Parra? Acaso toda la desfachatez que nunca fuimos capaces de poseer
A Bolaño le debemos todo aquello que no se enumera; la más importante de todas las cosas, el parricidio. Sí, el que nos daba permiso de renegar del Boom o secuestrar a Octavio Paz en el Parque Hundido del DF mexicano. Y a Nicanor Parra, ¿qué le debemos? Probablemente toda la desfachatez que no fuimos capaces de escribir… ni vivir. “Sin embargo yo fui tal como ustedes,/ Joven, lleno de bellos ideales,/ Soñé fundiendo el cobre/ Y limando las caras del diamante:/ Aquí me tienen hoy/ Detrás de este mesón inconfortable/ Embrutecido por el sonsonete/ De las quinientas horas semanales”, escribe el poeta, a martillazos, en su Autorretrato.
Hijo de un maestro y una tejedora, estudió matemática y física. Tras su estadía, en Estados Unidos y en Gran Bretaña, volvió a Chile y creó junto a Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky la llamada poesía mural “quebrantahuesos”, una especie de collage lírico, acaso anárquico en la que lo coloquial y lo popular ganaban una fuerza aleatoria, arbitraria. Sus desplantes a las formas clásicas y la solemnidad de la literatura chilena comenzaban a tomar forma. Desafiante, sarcástico, irónico… Algunos hablan de él como un humanista radical e individualista y hay quienes insisten que su actitud civil es el reverso, la cara B, de su concepción poética.
Desafiante, sarcástico, irónico… Algunos hablan de él como un humanista radical e individualista
En una ocasión, Parra dijo a la periodista Leila Guerriero: “Nunca fui poeta de nada porque siempre he pescado las cosas que andaban en el aire”. Y así como huye de las ceremonias y las capillitas literarias, el poeta se escabulle de su propia naturaleza. El antipoeta no quiere serlo. Acaso porque así lo hemos resumido, a efecto de teletipos y mamarrachadas. Y sin embargo, está condenado –no a nuestra idiotez, sino a su libertad-. Porque él así lo dispuso. En 1954, diecisiete años después de aquel popular Cancionero sin nombre y 19 antes de la muerte de Salvador Allende, Nicanor Parra publicó Poemas y antipoemas. Entonces todo acabó; y volvió a comenzar.
La ruptura de la sintaxis, la experimentación y la renovación entendida como necesidad y no como propósito siguió una línea a veces quebrada, en otras continua que siguió su curso en Antipoemas (1960), Manifiesto (1963), Canciones rusas (1957) y Artefactos (1972).
“Qué es un antipoeta”, se pregunta el chileno en Test. Y a continuación, la brillante letanía: “Un comerciante en urnas y ataúdes?/ Un sacerdote que no cree en nada?/ Un general que duda de sí mismo?/ Un vagabundo que se ríe de todo/ Hasta de la vejez y de la muerte?/ Un interlocutor de mal carácter?/ Un bailarín al borde del abismo?/ Un narciso que ama a todo el mundo?/ Un bromista sangriento/ Deliberadamente miserable?/ Un poeta que duerme en una silla?/ Un alquimista de los tiempos modernos?/ Un revolucionario de bolsillo?/ Un pequeño burgués?/ Un charlatán?/ un dios?/ un inocente?/ Un aldeano de Santiago de Chile? Subraye la frase que considere correcta”.
En 1954, Nicanor Parra publicó Poemas y antipoemas. Entonces todo acabó; y volvió a empezar
A sus cien años, Nicanor Parra todavía irradia el influjo renovador de hace cincuenta. Aventaja a vivos y a muertos con la libertad que confiere la palabra a quienes saben usarla. El antipoeta, que por no ser parte de nada, sobrevivió a todo, se pasea aun novísimo; más joven todavía que quienes, como Bolaño, estaban llamados a heredar de él la fuerza que aun transmiten sus palabras
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