Con éste, va su quinto premio literario. Y no cualquiera. Se trata del Alfaguara de Novela, con el que José Ovejero fue distinguido este año gracias a su libro La invención del amor, una novela que indaga en los sentimientos como búsqueda, también como refugio, en medio del árido mundo en que vivimos.
Sorprende Ovejero con este libro. Por varios motivos; el primero, por tratarse de un tema que echa mano del romance –la rareza viene del hecho de que Ovejero ha pasado de un hombre que quiso evitar la Guerra Civil a escritores delincuentes, por ejemplo- y en segundo lugar, porque confirma la capacidad que tiene el autor para abordar los géneros literarios, por muy distintos que sean.
Hace 20 años, en 1933, se dio a conocer como poeta con el Premio Ciudad de Irún por Biografía del explorador; en 1998 salió del anonimato gracias al Premio Grandes Viajeros con China para hipocondríacos; en 2005 se llevó el Primavera de Novela con Las vidas ajenas y el año pasado se alzó con el Anagrama de Ensayo por La ética de la crueldad.
Para un hombre como José Ovejero, a caballo entre Madrid y Bruselas; alguien que igual dicta talleres literarios en el calabozo de una cárcel como firma ejemplares en la Feria del Libro, La invención del amor es un libro que revela la necesidad de trazar nuevos horizontes narrativos.
Ambientada en Madrid, La invención del amor narra la historia de Samuel, soltero de 40 años y socio de una empresa de materiales de construcción, quien se enamora de una mujer que ha muerto. Decide entonces reinventarse. Su búsqueda lo lleva a salir de sí mismo y a asomarse a la realidad de la España actual; como si para vivir en este mundo tuviéramos que inventar otro.
“Esa es una de las funciones principales de la ficción. Aunque suene paradójico: la novela crea una representación, es decir, algo que no existe, que nos pone en contacto con nuestras emociones, nuestra empatía, nuestro deseo de comprensión, nuestro juicio. En lugar de ser un refugio para escapar a una realidad que no nos gusta, se vuelve herramienta para enfrentarnos a ella”. Ovejero, sin embargo, aclara: “Eso lo consigue sólo la mejor literatura”.
Al ser preguntado, justamente, por el golpe de timón que supuso este libro con respecto a otros como Escritores delincuentes (Alfaguara, 2011) o La ética de la crueldad (anagrama, 2011), Ovejero alega no haberse propuesto una historia de amor. Descubrió que lo era poco antes de terminarla.
“Quizá porque necesitaba un descanso después de libros más duros como La comedia salvaje o La Ética de la crueldad -en este ensayo precisamente escribía que muchas veces los autores crueles, como los boxeadores, necesitan un descanso entre dos round-. Pero lo cierto es que no ha sido un auténtico descanso: al final, es más difícil escribir sobre el amor sin caer en obviedades y tópicos que escribir sobre la violencia”.
¿Escribe Ovejero contra algo?, preguntamos. Aunque el autor de La invención del amor no es de los que quiere que le retratemos con un adoquín en la mano, dice darse cuenta, mientras contesta, de que sí hay algo contra lo que se dirigen sus obras: "contra el orden aparente de las cosas, ese orden tranquilizador que nos adormece y nos engaña". Ése no es ficción, es fraude, dice.
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