Cultura

¿Fue Ramón Gómez de la Serna el primer tertuliano? ¿Conoció Carver a Machado gracias a la radio?

Este 13 de febrero se celebra el Día Internacional de la Radio, un medio que recibió el influjo de no pocos literatos y escritores.

Francisco Umbral debutó con 26 años en La Voz de León, emisora de radio para la que la que escribió y leyó, entre 1958 y 1961, las más hermosas cartas a sus insomnes oyentes. Mario Vargas Llosa comenzó en Radio Panamericana, en Perú; durante su etapa parisina -en aquellos años de La Casa verde- trabajó en Radio Francia Internacional (RFI) y hasta escribió radionovelas. El cubano Alejo Carpentier también se plantó ante los micrófonos, y qué decir de Arturo Barea, que trabajó para la BBC durante su exilio británico. Están, por supuesto, los clásicos: Orson Wells con su adaptación de La guerra de los mundos para la CBS; Anthony Burgess, que colaboró en no pocas ocasiones en la BBC, o Norman Corwin, el mayor creador de radio en los Estados Unidos, quien demostró en 1939 con Parece que la radio ha venido para quedarse, que ese medio era capaz de inyectar nueva vida a las obras de Shakespeare o a la música de Beethoven. Literatura y radio, el binomio de la palabra y la voz, celebra este martes su día.

Carpentier, Vargas Llosa, Burgess, Ramón Gómez de la Serna... muchos escritores encontraron en la radio una mina creativa

El 13 de febrero de 1946 comenzó a funcionar la Radio de las Naciones Unidas. La  Segunda Guerra Mundial aún no disipaba su nube de muerte y pólvora, y el ser humano intentaba renovar la fe en sí mismo tras Auschwitz. Aquel medio había comenzado mucho antes, entre finales del siglo XIX, cuando Hertz consiguió probar la teoría de las ondas electromagnéticas, y el inicio del siglo XX, cuando se llevaron a cabo las primeras emisiones en América y Europa. Sin embargo, fue esa fecha -1946- la que eligió la Unesco para celebrar el día de uno de los inventos más potentes creados por el ingenio humano. Acaso porque la radio llega a todas partes con lo esencial -la voz y el lenguaje-, sólo ella es capaz de mitigar cualquier soledad o intemperie. Los insomnes, los madrugadores, los que amasan la harina de la primera hora, los que conducen, o reparten, o cosen, o caminan… ¿Quién no entrega una parte de sí al acto de escuchar? ¿Quién no acude a la cita con el periodista que atraviesa con sus oyentes el desierto de la semana?

En 1985, Raymond Carver publicó un poema, Ondas de Radio, que dedicó al Antonio Machado... ¿Por qué exactamente?

La poesía, el teatro y la prosa han encontrado en la radio un lugar natural. Y aunque el propio Mc Luhan decía que la radio era una extensión del oído como la televisión lo era de la vista, el sonido va más allá. Es la vía natural hacia el lenguaje como territorio de la imaginación. En las transmisiones de la BBC permanece la literatura más importante, desde los discursos de Winston Churchill hasta un Alicia en el País de las Maravillas leído por Dirk Bogarde o un Rey Lear, interpretada por Richard Burton. En 1985, Raymond Carver publicó un poema, Ondas de Radio, que dedicó al Antonio Machado. Carver atravesaba una profunda crisis creativa, así que se fue a una casa en el campo, apartado de todo y de todos. No tenía televisión, no leía el periódico. Sólo se permitió una pequeña radio.  Fue entonces cuando escuchó al locutor recitar un verso de aquel poeta del que  jamás había escuchado hablar. "Una noche un tren / me despertó al pasar por mis sueños. / Lo primero que pensé, con el corazón desbocado / allí en el dormitorio a oscuras, fue: / No pasa nada, Machado está aquí. / Luego pude volver a dormirme", escribió el norteamericano.

"La radio me dio la sintaxis, la prensa me dio las palabras", escribe Juan Cruz en las páginas de Un golpe de vida (Alfaguara). Sus largas convalecencias por el asma que sufrió desde muy pequeño lo obligaban a pasar días en cama. Sólo la radio y la lectura que hacía su madre de los periódicos lo trajeron a la vida que él ansiaba vivir. Fue el pequeño transistor -mejor dicho: quienes hablaban a través de él- lo que le enseñó a colocar comas en el aire para doblegar su asfixia. Por eso el periodista y escritor identifica tan claramente esa soldadura entre la radio y la literatura. "La radio fue el lugar donde muchos se hicieron escritores", dice al teléfono, después de repasar, los nombres de autores que se colocaron ante un micrófono, al menos los que él recuerda así, de sopetón. Juan Cruz menciona desde José Hierro o Guillermo Cabrera Infante hasta Arturo Pérez-Reverte.

"La radio me dio la sintaxis, la prensa me dio las palabras", escribe Juan Cruz en las páginas de Un golpe de vida (Alfaguara)

Ramón Gómez de la Serna se hizo instalar un micrófono en el despacho de su propia casa. Gracias a si amistad con Ricardo Urgoiti, fundador de Unión Radio Madrid, en 1927 empezó a colaborar con la emisora. Hay quienes aseguran que formó parte de la primera tertulia en España. Sin embargo, si por algo lo hizo conocido fueron sus reportajes. Recorría la Puerta del Sol o el Café del Levante, micrófono en mano, para recoger los testimonios de transeúntes, curiosos y demás viandantes. En 1926, el año en que Manuel Machado leyó sus composiciones en Radio Ibérica, diez ciudades en España tenían emisoras: Madrid, Barcelona, San Sebastián, Bilbao, Valencia, Cartagena, Málaga, Cádiz, Sevilla y Salamanca. Ortega y Gasset había creado la Revista de Occidente, Alberti ya había recobido el Nacional de Poesía con su Marinero en tierra y la radio recogía la cultura en sus distintas manifestaciones. Radio Barcelona, ya desde sus emisiones de prueba, leía y adaptaba textos de Rubén Darío, Becquer, Núñez de Arce...

La radio se convirtió un laboratorio para muchos autores. "Escribí algunos programas: El ruiseñor, de Andersen, redactado en francés y varios cuentos de Las mil y una noches, incluyendo Ali Babá y los cuarenta ladrones. Y llegué a trabajar con Maurice Chevalier, la Mistinguett y otras grandes estrellas”, contó Carpentier de sus años en Le Poste colonial, una emisora que se convertiría en Radio París y en la que estuvo en la década de los años treinta. Allí trabajó con Paul Deharme, considerado el pionero de la radio en Francia. Trabajó como actores con Antonin Artaud y Jean Louis Barrault. Tenía solo 35 años. Fue él justamente quien llevó a Cuba buena parte de los hallazgos creativos que le ofreció la radio.

La literatura y la radio en el siglo XXI

Muchos grandes escritores participan de tertulias y programas culturales -por ejemplo, Almudena Grandes, Fernando Savater o Luis García Montero-. Pero hay muchos que devuelven a los lectores grandes páginas de la literatura  gracias a las adaptaciones en la radio. Hace poco más de un mes muchos oyentes asistieron a un evento literario en toda regla. El primero de enero de 2017, Carlos Alsina hizo la adaptación radiofónica de A sangre y fuego. Héroes, bestias y mártires de España, el libro que reúne una serie de relatos o novelas cortas dedicadas a la Guerra Civil española que Manuel Chaves Nogales (Sevilla, 1897- Londres, 1944) escribió entre 1936 y 1937.

No era esa la primera vez que Carlos Alsina dirigía y producía un serial radiofónico. Una semana antes, el día de Navidad, emitió su adaptación —libérrima, dijo él— del clásico El maravilloso mago de Oz (1900), de Baum. En 2016, él y su equipo —integrado por María Jesús Moreno, Carlos Zúmer y Fran Montes— hicieron Andante. El Quijote de Cervantes según Trapiello, una adaptación de la versión actualizada del clásico de Cervantes que Andrés Trapiello publicó con el sello Destino.

En ocasión del Día Mundial de la Radio de 2017, produjo Descenderéis, por supuesto, adaptación de la obra de Norman Corwin, de quien el pasado 6 de enero emitió Parece que la radio ha venido para quedarse. Lo hizo para su programa La Cultureta, una entrega semanal de tertulia sobre cine, libros, música y series que comparte con Sergio del Molino, Guillermo Altares, Rodrigo Cortés, Rosa Belmonte, J. F León y Rubén Amón Hace también poco, en abril de 2017, el canal Podium Podcast (Cadena Ser) estrenó Bienvenido a la vida peligrosa, la primera 'narcoserie sonora' con texto de Arturo Pérez-Reverte y la dirección de Guillermo Arriaga. 

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