1. La Catifa, una playa para Capote en Palamós. El 26 de abril de 1960 el escritor Truman Capote llegó a Palamós (Costa Brava) en un Chevrolet cargado -dicen- con 25 maletas; el dato no es verosímil. Lo que sí se sabe es que le acompañaban su novio, Jack Dunphy, un bulldog y una gata siamesa. Apenas cinco meses antes se había producido el escalofriante asesinato en Kansas de la familia Clutter. Capote traía más de cuatro mil folios de anotaciones sobre el crimen con la intención de encerrarse a trabajar en la que sería su obra maestra: A sangre fría (1966). Eligió Palamós gracias al consejo de Robert Ruark, un columnista de The Washington Post que había llegado a Gerona a mediados de los cincuenta. La Catifa fue una de las playas elegidas por Capote, quien regresó en los veranos de 1961, 1962 y 1963. En la actualidad, además de una oferta de hoteles que abarca El Trías, el Sant Joan o Vostra Llar, quienes visiten la localidad de Palamós podrán hacer la ruta que reconstruye la huella de Truman Capote en esa localidad.
2. Agatha Christie en las aguas de Las Canteras, Las Palmas. Agatha Christie llegó a Las Palmas de Gran Canaria en 1927 tras pasar un par de semanas en Tenerife, concretamente en el Puerto de la Cruz, al que dedicó algunas menciones en The Mysterious Mr Quin. Sin embargo fue Las Palmas el lugar que acaparó su atención. Se alojó en el Metropol, un hotel construido y regido por británicos donde la escritora se sentía como en casa. Las playas de Las Canteras y Santa Catalina fueron algunas de las que escogió para sus baños de mar. Hizo también varias excursiones por la Isla, una de ellas a Agaete, donde ambientó parte del relato La señorita de compañía, que forma parte de un libro más extenso llamado Miss Marple y los trece problemas. Es una opción tan veraniega como literaria. Hay vuelos hasta Las Palmas a partir de 150 euros y opciones de alojamiento como el NH Playa Las Canteras, ubicado a tan sólo 30 metros de la orilla del mar.
3. El Blanes de Bolaño y Pijoaparte. En verano de 1985, tras una dura etapa en Gerona, Roberto Bolaño se trasladó a este pequeño municipio ubicado en la Costa Brava de Cataluña, a 70 kilómetros de Barcelona. Vivió en el número 23 de la calle Lloro y luego en la calle Ample, muy cerca del paseo marítimo. El autor de Los detectives salvajes residió allí hasta sus últimos días. Buena parte de la obra de Bolaño se escribió en esta localidad: La pista de hielo, Estrella distante, El tercer Reich… Prácticamente frente a la esquina del que fue su apartamento está El Terrassans, un café que solía frecuentar. También en Blanes se puede intentar seguir la pista a Pijoaparte, personaje de Juan Marsé en Últimas tardes con Teresa (1966). Es sin duda, un lugar cargado de significados e imágenes que vale la pena caminar con el libro en mano. Pueden conseguirse alojamientos desde 37 euros.
4. Playa de Calafell, el paraíso de Barral. La antigua casa del editor Carlos Barral en la playa de Calafell, una típica vivienda de pescadores de la zona, abrió sus puertas al público hace unos años. La casa, adquirida y rehabilitada por el Ayuntamiento muestra objetos cotidianos del mundo de Barral. Las visitas sólo pueden realizarse los fines de semana, previa concertación. Antes o después de un chapuzón en el mar, bien vale la pena pasar a visitarla. El Hotel Kursaal o el Canada Palace son algunas de las opciones para pasar la noche en esta playa de Tarragona que tan feliz hizo a uno de los personajes más importantes para la cultura iberoamericana de los años sesenta.
5. Vicent y su Playa de la Malvarrosa. En su novela El Tranvía a la Malvarrosa (1997), el escritor Manuel Vicent narra el despertar sexual y mental de un adolescente provinciano a su llegada a la gran ciudad. En una Valencia anclada en la postguerra, Vicent simboliza el viaje de iniciación entre la adolescencia y la juventud en el constante ir y venir de un tranvía hacia la playa de La Malvarrosa. La playa, que en los tiempos antiguos era utilizada para desembarcar la pesca, se convirtió en lugar habitual de veraneo de la burguesía valenciana –Sorolla fue uno de sus ilustres visitantes -, hoy, sus mil metros de arena fina y dorada la convierten en destino obligado. A lo largo de su Paseo Marítimo, cuya construcción comenzó en 1980, es posible conseguir muchos restaurantes y cafeterías, además de estupendos hoteles para todos los bolsillos. En algunos, el precio de la noche puede estar entre 17 y 20 euros.
6. Cernuda... y Sinatra, en la playa privada del Pez Espada (Málaga). La fachada de siete plantas del que fue el mejor hotel de España tiene más de cincuenta años. El Pez Espada sorprendió por su estética en medio de La Carihuela, una playa de pescadores, vecina a la del Bajondillo, donde Salvador Dalí y Luis Cernuda se bañaron en aguas cristalinas. A principios de los sesenta, Torremolinos era sinónimo de distinción, señorío. Allí pasaron sus noches, entre vinos y juergas, Frank Sinatra, Charlton Heston, Orson Welles, Anthony Quinn, Elisabeth Taylor o Ava Gadner. Una escapada para el fin de semana incluiría: un billete en AVE desde Madrid a partir de 80 euros y una noche en mítico hotel, desde 79 hasta 92 euros, según el día.
7. El Cadaqués de Lorca, Dalí, Pla y Duchamp. Como muchos otros artistas, Federico García Lorca conoció los encantos de Cadaqués cuando fue a visitar a Dalí a su casa de Portlligat. “Cadaqués, en el fiel del agua y la colina/ eleva escalinatas y oculta caracolas/ Las flautas de madera pacifican el air/ Un viejo dios silvestre da frutos a los niños/Sus pescadores duermen, sin sueño, en la arena", escribió el poeta sobre sus playas, en las que también veraneó Marcel Duchamp. El autor de Mutt llegó por primera vez a Cadaqués en 1933 –se alojó en Casa López- y a partir de 1958 la estableció como su residencia veraniega hasta el año de su muerte. Con él arrastró algunos amigos, como Man Ray y su esposa Juliet y, más adelante, otros artistas como Richard Hamilton, John Cage, Merce Cunningham, Arman, Jean Tinguely, Niki de Saint Phalle, Roberto Matta o Dieter Roth. Todavía hoy puede verse la casa donde vivió, así como la plaza que lleva su nombre. Magritte, Pablo Picasso, Joseph Pla, Paul Eluard y Eugenio D’Ors frecuentaron sus playas y lugares. Hay muchísimas opciones de alojamiento que puede consultar aquí.
8. Hemingway en la PLaya del Cabanyal. Pamplona y París fueron algunas de las ciudades europeas que más influyeron al periodista estadounidense, pero no por ello hay que dejar por fuera Valencia, ciudad que visitó en varias ocasiones, la primera de ellas, cuando preparaba Fiesta, su primera novela, en cuyas páginas menciona el Restaurante La Pepica, situado en el Grao de Valencia. Un mucho más joven y robusto Hemingway recorría las calles del centro y se perdía en las laberínticas callejuelas del barrio del Carmen, para terminar el día con una refrescante sumergida en las aguas de la playa de la Malvarrosa. Sin embargo, se dice que la playa del Cabanyal era una de sus favoritas. Luis Cernuda, junto a otros escritores e intelectuales como Victor Cortezo, Blanca Pelegrín, Mª del Carmen García Lasgoity, Manuel Altolaguirre y Mª del Carmen Antón se retrataron en La Malvarrosa durante un congreso en apoyo a la república, en 1937.
9. Alberti y el Puerto de Santa María. "Cuando yo veía Cádiz desde la playa de aquí en frente, nadie me iba a mí a decir que en esta bahía se me iban a hacer los homenajes que se me hacen. Ni Víctor Hugo pudo tener esta dicha. Todo esto me compromete muchísimo y me obliga a permanecer callado durante todo el congreso", dijo Alberti en 1987 durante la inauguración oficial del primer congreso sobre su obra. Se celebró en Santa María, el lugar donde nació, y en cuyas playas pasó parte de su infancia. Todavía hoy se puede visitar la casa donde nació en el número 25 de la Calle Santo Domingo. Entre los hoteles cercanos están Casa del Regidor, una casa palaciega del siglo XVII restaurada en 2003, así como el Campomar Playa, donde pueden conseguirse habitaciones a partir de 45 euros.
10. La Graciosa de Aldecoa. En su libro de relatos Cuaderno de godo (1961), escribe Ignacio Aldecoa: "La Graciosa tiene un cementerio con sólo dos tumbas, porque coincidieron la muerte y el galernazo y los pescadores no pudieron llevar sus muertos a enterrar en Haría, ciudad de Lanzarote. Este cementerio playero, este camposanto con dos inquilinos, supone casi el veraneo de ultratumba". Aldecoa, uno de los principales cuentistas de la posguerra para muchos, quedó atrapado en El Paraíso -un documental al respecto sostiene esta frase- cuando viajó a Canarias. Lanzarote y La Graciosa, las islas orientales del archipiélago acapararon su atención y su prosa. Seis años más tarde, en 1967, publicó Parte de una Historia, una novela que transcurre en La Graciosa y que recrea las costumbres marineras de la isla.
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