Every love story is a ghost story, de D.T. Max, es la biografía de David Foster Wallace y una de las novedades editoriales más esperadas en Estados Unidos. Desde que se declarara desierta la última edición del Premio Pullitzer, en la que Foster Wallace participaba con su novela póstuma The Pale King, una nueva ola de interés se ha cernido sobre el ya santificado escritor de culto, al que no le falta una nutrida feligresía desde sus días de La broma infinita.
La publicación estadounidense The Daily Beast ha adelantado algunos trozos del texto de D.T. Max, algunos de ellos alusivos a la amistad epistolar de Foster con Jonathan Franzen, el autor de Libertad. En el intercambio de cartas, Wallace se revela oscuro, con una conciencia profunda de la derrota: "En estos momentos soy un joven patético y muy confuso, un escritor fracasado de 28 años, que siente tantos celos, tanta envidia enfermiza y aguda de ti [Franzen] y Vollman, y Mark Leyner e incluso de David F--kwad Leavitt y de cualquier hombre que en estos momentos esté produciendo páginas con las que pueda vivir... que considero el suicidio una opción razonable -aunque en este punto no deseable- con respecto a todo este horrible problema".
David Foster Wallace, quien tenía 46 años cuando tomó la decisión de suicidarse, fue considerado el mejor cronista del malestar de la sociedad norteamericana en aquellos años intermedios entre los siglos XX y XXI. La noticia de su trágica muerte, ahorcado en su domicilio de Claremont, California, tomó por sorpresa a muchos en 2008.
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La crítica nunca supo realmente qué hacer con Wallace, dónde colocarlo ni qué hacer con sus textos, pues su estilo se salía de los límites de lo estrictamente literario. Su estética remitía a referentes tan dispares como la obra del cineasta David Lynch (Wallace escribió una crónica de culto sobre el rodaje de Lost Highway), los comentarios de David Letterman o una serie de reportajes sobre las época de pesca de la langosta.
Cúspide de una generación literaria que incluye nombres como William T. Vollman, Richard Powers, A. M. Homes, Jonathan Franzen o Mark Layner, Wallace actualizó e inyectó desencanto a una manera de contar a la sociedad norteamericana. Y supo hacerlo de otra forma. No ya como el monocorde Coupland sino con los giros de sus crónicas y el retruécano de su novelística, la cual, sea dicho, gozaba de una naturaleza compleja y volátil. ¿Su mejor ejemplo? La broma infinita, que terminó por convertirse en una novela de culto, ambientada en el año 2025 y densa en su mezcla de drogas, trigonometría, tenis, cine, terrorismo y corporaciones financieras.
En el libro, D.T Max mete el dedo en la llaga de la tumultuosa relación de Foster Wallace con la poeta Mary Karr. Mientras el libro espera su publicación en España, en Estados Unidos crecen las expectativas sobre lo que D.T Max tiene que contar sobre la vida del que hoy día es considerado uno de los exponentes de la novela norteamericana del siglo XX.
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