Cultura

La lona más polémica de 2021 revela la naturaleza satánica del sistema

Una empresa de comida rápida ha lanzado una campaña publicitaria en las que se compara a sí misma con las cinco grandes adicciones de Madrid (a saber: OnlyFans, Bitcoin, la

  • La lona más polémica de 2021, que ofrece muchas claves culturales

Una empresa de comida rápida ha lanzado una campaña publicitaria en las que se compara a sí misma con las cinco grandes adicciones de Madrid (a saber: OnlyFans, Bitcoin, la Ayuso, TikTok y PornHub), así como con las cinco mayores empresas del mundo (Apple, Nike, Tesla, Facebook y Amazon). Todas estas adicciones y empresas tienen bastante en común, como veremos enseguida. Pero sobre todo recuerdan a otro listado más antiguo: el de los Siete Pecados Capitales, que como todos sabemos son Avaricia, Ira, Gula, Soberbia, Lujuria, Pereza y Envidia.

El capitalismo se basa especialmente en el pecado de la avaricia, pues comparten definición: gastar el dinero en generar más dinero, el impulso desmedido de ahorrar y de cobrar deuda, valorarlo todo con un precio y crear constantemente necesidades superfluas. La avaricia es, sin duda, el combustible experimental de los Tesla, el algoritmo cifrado del Bitcoin, es también la fórmula mágica de la Coca-cola e incluso el secreto en la masa de Domino's Pizza. Pero en el capitalismo están bien representados el resto de pecados capitales. La ira se libera en Facebook y aún más en Twitter, la gula se sacia con Amazon Fresh o Glovo, la soberbia se refleja en las pantallas de Apple, la lujuria se desata con OnlyFans o PornHub, la pereza se regodea ante el TikTok, la envidia la siembra el instagramer o las Nike del vecino.

Los pecados capitales tienen tres peculiaridades. La primera es que están estrechamente vinculados entre sí, hasta el punto de que es difícil discernir uno de otro. Por ejemplo, la lujuria no es más que una gula de los genitales, la ira es una mera inflamación de la soberbia y la envidia es igual que la avaricia, pero dirigida contra una persona concreta. De la misma forma, el capitalismo construye una estructura que fusiona la lista de grandes adicciones con la lista de grandes empresas, haciéndolas inseparables. Las multinacionales de la comida-basura participan en un sorteo de Nike para enganchar a los jóvenes, Nike firma un contrato de distribución con Amazon para cargarse a los pequeños negocios, Amazon compra y vende los datos privados de los usuarios de Facebook, el algoritmo de Facebook aúpa a populistas de derecha como la Ayuso y (para reiniciar el ciclo) la Ayuso cancela le entrega las concesiones de los comedores públicos a las multinacionales de comida-basura.

La filosofía satánica es el individualismo, el vivir sin conciencia, la desconsideración hacia el prójimo

A veces, la estructura capitalista parece caprichosa. ¿Cómo puede ser que la misma empresa (Unilever) fabrique los helados que te pican los dientes (Magnum) y también la pasta dentífrica (Signal)? La empresa que fabrica pesticidas cancerígenos (Monsanto) pertenece a la empresa que te vende las aspirinas (Bayer)? Raytheon asesora procesos de paz y construye armamento masivamente. BlackRock vende información financiera con una mano y compra medios de comunicación con la otra. Reckitt garantiza, a la vez, la esterilidad de los suelos (Lysol) y de la población (condones Durex). Mars arroja pienso engordante a animales (Pedigree, Whiskas) y a niños (M&M's, Snickers) sin distinción alguna. Los capitalistas dicen que estos conglomerados tan macabros se han ido formado aleatoriamente. La oferta y la demanda, etcétera. Pero, juzgando el resultado, pareciera que la mano invisible de Adam Smith no ha sido otra cosa que la peluda pezuña de Satanás guiando el mundo.

Nuestras 'vidas basura'

La filosofía satánica es el individualismo, el vivir sin conciencia, la desconsideración hacia el prójimo. Por muy distinto que pueda parecer cada pecado capital, todos son expresiones de esa misma doctrina. La supremacía individual se encarna igualmente adquiriendo una cuenta prime de Amazon o unos céntimos de Bitcoin. ¡Y qué inferiores a mí son los que aún esperan a Correos o ahorran en pesos! Dicho individualismo anula la vida consciente, lo que se manifiesta en consumir más entretenimiento por minuto (TikTok) o conducir aquello que más acelere por segundo (Tesla). Y esta prisa por vivir fundamenta tanto la comida-basura (McDonalds) como las relaciones-basura (OnlyFans). Y como todo es basura, se acepta que nada debe durar, la llamada 'obsolescencia programada'. Es Apple vendiendo productos cada vez peores y más caros, es Ayuso promocionando Madrid como una ciudad donde romper parejas sin encontrarte a tu ex.

La segunda característica de los pecados capitales es su poder gravitacional. Resulta casi imposible rozarlos sin ser plenamente absorbido por ellos. Unos ejemplos: es difícil permitirse la envidia durante la jornada laboral y pretender apagarla al salir del trabajo. O dar rienda suelta a la gula (y la ebriedad) solamente en fines de semana sin que acabe apareciendo entre diario. O disfrutar de la ira contra los desconocidos (sea al volante o tras una pantalla) sin que acabe liberándose sobre tus seres queridos. De la misma manera, es casi imposible participar de la maraña capitalista de una forma controlada e inocua. Uno puede intentar convencerse de que sólo va a pedir por Amazon en esta ocasión, pero las publicidades de Facebook se encargarán de que no. Uno puede repetirse que sólo va a votar al PP una vez (porque Ayuso mantiene abiertos los negocios), pero la gobernanza neoliberal acaba calando hasta que las masas encumbran a Elon Musk como profeta mundial.

Bitcoin es la principal divisa del tráfico de drogas, armas y seres humanos (hasta el 25% de sus usuarios y el 50% de sus transacciones)

Incluso las mejores intenciones son atraídas y puestas del revés por el capitalismo (otro rasgo satánico). Querer premiar a un chaval comprándole lo último de Nike o Apple contribuye a esclavizar a otro chaval en Asia o Sudamérica. El uso de las redes sociales, por muy pacífico que sea, redunda igualmente en beneficiar a la industria militar y del espionaje, a la que Facebook o TikTok venden tus datos biométricos (reconocimiento facial, dactilar y de voz). Las visualizaciones de OnlyFans o PornHub, aunque fuesen visitas por mera curiosidad, generan inmediatos beneficios al coladero de pornografía infantil.

Por mucho que uno compre en Tesla para apoyar la economía ecológica, su jefe (el citado Musk) participa activamente del Bitcoin, que es la tecnología más contaminante hoy día. Y por mucho que uno invierta en dicho Bitcoin como castigo a las corrompidas monedas nacionales, solo estará reforzando la peor corrupción, ya que el Bitcoin es la principal divisa del tráfico de drogas, armas y seres humanos (hasta el 25% de sus usuarios y el 50% de sus transacciones). En definitiva, son falsas las promesas de un mercado inclusivo, una globalización económica multicultural, un capitalismo verde o rosa o arcoíris. Tan falsas como una soberbia humilde, una ira fraternal, una gula vegetariana o una lujuria feminista. El capitalismo siempre será capitalismo, como el pecado siempre es pecado.

Caminos de servidumbre consumista

La tercera seña de los pecados capitales es, precisamente, su capitalidad. Las ciudades capitales, por hacer una analogía, son aquellas que traen consigo aumentos de criminalidad o de enfermedad mental, aparición de extrarradios pobres y de barrios gentrificados, ampliaciones de aeropuertos, autopistas congestionadas y ciudades-dormitorio. Pues bien, los pecados capitales son aquellos que se rodean de otros muchos pecados. La avaricia, por ejemplo, suele conducir al mentir, al no honrar los descansos, al robar e incluso al matar para tener más riquezas.

Así, un pecado capital es comparable a la dinámica típica de la droga. Hacer unas copas semanales parece poca cosa, pero está demostrado que el consumo de alcohol aumenta las posibilidades de un futuro tabaquismo, que a su vez es la puerta de entrada a la marihuana, que a su vez está relacionada con el paso a otras drogas más duras y peligrosas. Y lo mismo ocurre con las otras grandes adicciones de nuestro tiempo: echar unas monedillas a la tragaperras puede terminar empeñando tu casa en la casa de apuestas; aquellos bollos en la expendedora del cole han sido los primeros pasos en el camino de servidumbre ante McDonalds; unas discretas visitas al porno en línea son muchas veces la antesala de alguna agresión sexual. Esto ocurre porque las adicciones reconfiguran nuestra mente, haciéndola dependiente de dosis cada vez mayores.

¿Para qué regar los grandes árboles de la amistad vieja o el amor duradero, teniendo las frutillas de los followers en Twitter o los matches en Tinder?

Este mecanismo adictivo del pecado es la esencia misma del sistema capitalista. Tal y como funcionan las drogas funciona el gran capital farmacéutico, como el casino la finanza, como el porno la prostitución y trata de blancas. Sólo con esta evidencia ya podemos refutar la primera gran mentira del capitalismo. No es un sistema basado en la libertad individual, el cálculo económico o la elección racional, porque nada de eso existe cuando se está bajo los efectos de una adicción. A duras penas es el drogadicto un individuo libre, el ludópata no está calculando de forma económica y el putero no elige racional sino patéticamente. Y aquí encontramos, de nuevo, un elemento satánico del capitalismo. 'Satanás' significa adversario y obstáculo. La adicción significa lo mismo: es el adversario y el obstáculo del libre albedrío. El sentido de la libertad queda así deformado por la economía capitalista y por la filosofía que le es propia: el liberalismo.

El engaño liberal comenzó con Adán y Eva en la Biblia, cuando fueron estafados por Satanás en forma de serpiente. Adán y Eva eran plenamente libres en el Jardín del Edén. Pudieron recorrer el mundo entero, descubrir multitud de seres vivos, contemplar la belleza inmarcesible de un cosmos en expansión, formar una inmensa familia de la que disfrutar, vivir por largos siglos, conversar de cualquier cosa con el propio Dios, beber y comer todo tipo de manjares. Con una excepción (porque solo hay libertad cuando hay alguna norma): no podían comer las frutas de un determinado arbolillo. Esas frutas llevaban dentro, efectivamente, la semilla de los pecados capitales.

Pecados originales

Satanás hizo creer a Adán y Eva que no serían verdaderamente libres hasta que no comiesen precisamente de ese arbolillo. Les inoculó una visión viciada de la libertad, definida como el derecho a probar absolutamente todo y a reclamar hasta la última cosa. Este es, según Marx, la característica fundamental del capitalismo: vender y comprar todo cuanto exista bajo el firmamento (y, si de Musk o Bezos depende, hasta el firmamento mismo). Ponerle un precio a cada persona, a cada acción y a cada cosa, incluyendo las frutas de ese arbolillo. ¡Especialmente las frutas de ese arbolillo!

Satanás quiso que Adán y Eva ignorasen un Jardín infinito y codiciasen un solo arbolillo. De la misma forma, el capitalismo busca que dejemos de contemplar los amplios jardines para centrar la vista en la pantallita de Apple. En vez de pasearnos los campos, para estar sano hace falta comprar el último complemento de Nike. ¿Para qué regar los grandes árboles de la amistad vieja o el amor duradero, teniendo las frutillas de los followers en Twitter o los matches en Tinder? Las libertades plenas de Adán y Eva ya no interesan, pues Ayuso ha dicho muchas veces que la verdadera libertad es tener atascos, pagar un alquiler caro y aceptar trabajos-basura. Y todo lo que no sea esa libertad, es comunismo.

Y así acabamos vendiendo el alma inmortal a cambio de pequeñeces. Porque la fase superior del capitalismo no es, como dijo Lenin, solamente el imperialismo. La fase superior del capitalismo es la compra-venta del alma. ¿O qué otra cosa busca la campaña publicitaria que analizamos aquí? Son 400.000 euros invertidos en generar “más de 100 millones de impactos, 150 millones de impresiones y 100 millones de visualizaciones”. Y ¿cómo saben que nos impactaremos en lugar de quedar indiferentes, que nos impresionaremos en vez de guardar silencio y que visualizaremos y no apartaremos más bien la mirada? Pues porque hace mucho tiempo que las grandes empresas tasan nuestras reacciones físicas y psíquicas. Y no es sólo que las tasen, sino que tienen las tecnologías y las sustancias necesarias para generarlas y controlarlas, vendiéndoselas a quien pague por ellas.

Y este es, de hecho, el nuevo producto estrella del mercado: nosotros. Nuestras elecciones, nuestra privacidad, nuestro feedback, nuestras potencialidades y nuestros estilos de vida. Los entendidos le llaman capitalismo de los datos, capitalismo financiero de acciones y opciones, o lifestyle capitalism, pero no es ni más ni menos que lo que hemos dicho: comprar y vender el alma. El capitalismo en su fase más avanzada no llega a ser nada distinto de la clásica fórmula del pacto con el diablo.

Y estos carteles gigantes rubrican públicamente nuestro compromiso con el mal. Blanco sobre negro. Al menos Adán y Eva sintieron vergüenza de haber caído en la trampa. Hoy vamos por ahí sin una triste hoja de parra que cubra nuestras miserias. Lo escribió Baudelaire: el mayor logro del diablo es convencernos de que no existe. Y de que "es el mercado, amigo".

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