Tampoco es nada extraordinario: los grandes superventas de estadio hace tiempo que dijeron todo lo que tenían que decir. ¿En que año grabaron su último gran disco U2, Madonna y Kiss? Coldplay, con fama de ser los más blanditos, son los únicos que han tenido la gallardía de anunciar que no grabarán más material nuevo de estudio. Los Rolling Stones llevan casi medio siglo siendo una banda de autohomenaje. A otro nivel, mucho menos relevante en la historia de la música, los granadinos Los Planetas llevan ya muchos años sin grabar un álbum a la altura de los tres primeros, todos ellos publicados en el lejano siglo XX. Ahora solo son actualidad por una película de homenaje a sus comienzos o por la expulsión de dos miembros muy queridos (el batería Erik Jiménez y el teclista Banin Fraile) de la gira de aniversario de su primer álbum, Super 8 (1994).
La noticia saltó el pasado fin de semana, durante su actuación en el festival Warm Up de Murcia. Los Planetas saltaron al escenario con dos miembros nuevos, mucho más jóvenes que los músicos a los que sustituían: Miguel López (bajista) y Roberto Escudero (batería), del grupo Srta. Trueno. El ‘plan renove’ de J., líder y cantante del grupo, no ha sido amistoso, por eso nadie quiere dar explicaciones a la prensa. Si algo caracteriza el estilo de liderazgo de J. son las continuas demostraciones de poder con todos aquellos que le rodean, mánagers, promotores y compañeros de banda. Lo raro es que Banin y Erik hayan durado tantos años. Hablamos de un artista que siempre ha llevado mal los cuestionamientos y que busca rodearse de admiradores que le den constantemente la razón.
Poco que decir
Gran parte de las claves de su personalidad pueden encontrase en la película Segundo premio, iniciada por el director por Jonás Trueba y terminada por Isaki Lacuesta. La trama retrata con enorme precisión la crisis existencial del grupo antes de grabar su disco más elogiado, Una semana en el motor de un autobús (1998), que casi termina con la carrera del grupo. Hablamos de una película notable, con las dosis justas de rigor y licencias artísticas, reforzada por un reparto muy competente en los retratos (como alguien que vivió la escena ‘indie’ española aquellos años, créanme que te transporta fielmente). La película ganó la Biznaga de oro en el ultimo festival de Málaga y llega a los cines el próximo día 24.
La cinta trata co extremo tacto el abuso de sustancias dentro de la banda
El personaje más logrado es J., un músico de personalidad narcisista y mesiánica, al que irrita cualquier rechazo y que siempre se ha mostrado propenso a manipular a quien le rodea. En la película queda claro que terminar el disco fue un pequeño milagro, entre las inseguridades del cantante y la adicción a la heroína de Florent, guitarrista desde los comienzos y propietario de la mitad de la marca. La cinta también refleja que ese milagro fue posible gracias a que estaban rodeados de personas tan fiables como Erik o como su manager de la época, Paco López, dueño de la agencia Attraction.
El guion también refleja de manera muy certera el carisma y autoridad que tenía la bajista May, que abandonó el grupo para retomar sus estudios. Y se trata con extremo tacto el abuso de sustancias, en una escena cómoda donde J. bromea ante su público diciendo que “hemos pensado que todos los beneficios de este concierto los vamos a donar a la lucha contra la droga”. La audiencia, por supuesto, estalla en carcajadas.
¿Qué cabe esperar de Los Planetas a partir de ahora? Nada demasiado relevante. Basta ver cómo J. ha decidido mantener la actividad enganchándose al carisma de cualquier artista al que admire: ya sea su proyecto sobre el director Iván Zulueta, el homenaje a Enrique Morente conocido como Los Evangelistas o ese sucedáneo impotente de Laibach que bautizó como Fuerza Nueva. Su última canción destacable, “Islamabad”, tiene más que ver con el talento del trapero Yung Beef que con el propio. En el plano creativo, Los Planetas hace mucho que han muerto, aunque todo el mundo tiene derecho a hacer caja de sus méritos pasados. Faltaría más.
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