Oriol Paulo es uno de los cineastas españoles más internacionales pero probablemente a muchos no les suene su nombre demasiado. Sin proponérselo, sus películas le convirtieron en el director español más exitoso en China, un país que revolucionó tras el estreno de Contratiempo (2016), y que continuó enloqueciendo con la película Durante la tormenta (2018). Ahora, años más tarde, con una pandemia que ha dejado en modo reposo el comportamiento de la taquilla en todo el mundo, y tras dirigir una miniserie para una de las principales plataformas (El inocente), regresa por todo lo alto con Los renglones torcidos de Dios, la adaptación a la gran pantalla de la icónica novela de Torcuato Luca de Tena.
Bárbara Lennie, con quien ya trabajó en Contratiempo, es la protagonista de esta historia, en la que da vida a Alice Gould, una detective privada que se adentra en un psiquiátrico dispuesta a resolver un crimen. Eduard Fernández, Loreto Mauleón, Javier Beltrán o Adelfa Calvo completan el reparto de Los renglones torcidos de Dios, uno de las películas españolas más esperadas de este curso, que se estrena este jueves en los cines, coincidiendo con la última de las jornadas de la Fiesta del Cine, tras su presentación en la pasada edición del Festival de San Sebastián.
Oriol Paulo ha hablado con Vozpópuli sobre los retos de adaptar una obra con tantos adeptos, sobre los obstáculos que se han superado en la sociedad y en la cultura en torno a la salud mental, el mantra de la desaparición de los cines o la presión que ha supuesto para él el abrumador éxito en China, donde se convirtió en un fenómeno de la taquilla tras recaudar cantidades muy superiores a otros títulos estadounidenses.
Pregunta: ¿Qué se ha cambiado y cuál fue el reto de adaptar una novela icónica?
Respuesta: Es un proyecto que me ofrecen y de entrada hay un vértigo tan grande que mi impulso inicial fue decir que no, pero en ese vértigo había seducción por el personaje tan fascinante de Alice Gould, que era lo que se me había quedado de la novela. A partir de ahí la volví a leer, contacté con Guillem Clua -guionista- y le planteé la posibilidad de adaptar Los renglones torcidos de Dios, sabiendo que es una novela escrita hace más de 40 años, en una España muy distinta, para un público muy distinto y en un medio, el literario, con un lenguaje muy particular. ¿Cómo podíamos hacer una película que se sintiera actual y que no traicionara el espíritu de la original? Evidentemente, la novela es inabarcable, necesitarías una serie de tres temporadas. La clave la da el personaje de Alice Gould.
P: Dos de tus requisitos fueron trabajar con Bárbara Lennie y tener libertad creativa. ¿Cuál fue más difícil de conseguir?
R: Tuve la suerte de que pasaron las dos cosas y que lo hicieron de manera muy rápida. Yo puse como condición hacer un planteamiento de adaptación y que lo leyera el productor, que era quien estaba en contacto con la familia. Quería estar tranquilo con que ellos sintieran que se estaba respetando el espíritu de la novela original. Una vez me dijeron que estaban encantados, lo siguiente era que solo veía a Lennie para el papel. La llamé en pandemia, durante el confinamiento, le envié el proyecto y tardó tres o cuatro días en decir que sí.
P: El éxito que tuvieron tus películas anteriores -Contratiempo y Durante la tormenta- fue tremendo. Ahora que han pasado varios años, ¿consideras que fue una carga? ¿Hasta qué punto condicionó tus elecciones?
R: No las ha condicionado. En el momento en el que acepto hacer esta película tengo bastante claro que va a ser distinta, que va a ser más local y se siente más española, aunque tengo una manera de rodar que conecta con algo universal. Sabía que de entrada iba a ser bastante más difícil de colocar en el mercado chino, aunque es verdad que la han comprado. Ellos están en un momento de covid que complica un poco las cosas. He intentado liberarme de la presión, más estando allí que al volver. Era como tener un sueño, algo loco, pero he intentado que no me condicionara.
P: Hablas de hacer algo local para el mercado español, pero lo cierto es que las historias más locales son siempre las más universales.
R: Hay algo de universal en el lenguaje cinematográfico, pero esta película se ubica en un contexto histórico en el que España está cambiando, está en plena transición. El comportamiento de lo que ocurre en el interior del sanatorio también funciona como transición, porque hay una nueva psiquiatría que empuja a la nueva, y momentos muy explícitos en los que se ve la figura de Franco y del Rey, aspectos tan locales que a la hora de salir fuera y sobre todo al mercado chino no es tan universal.
Gracias al impulso que hubo en ese momento ahora mismo está mucho más normalizada la mirada sobre la salud mental, y no pasa nada por decir que vamos a terapia", señala Oriol Paulo
P: La salud mental ya forma parte de los asuntos que se abordan en el Congreso y el Senado, ya ha dejado de ser un tabú. ¿Hay también en el cine un cambio en el modo de ver y de mostrar?
R: Ha cambiado sobre todo la mirada. Aunque es un thriller psicológico, uno de los grandes retos de esta película es que el telón de fondo es la salud mental, en un momento histórico, 1979, en el que había aún mucho estigma sobre los pacientes: no les separaban por patologías, estaban mezclados, poco aislados de la sociedad -de ahí, supongo, el título de la novela-. Pero a la vez sentíamos que había algo que queríamos reafirmar en la adaptación para que se sintiera actual, que es el peso de la nueva psiquiatría, que está censurando y empujando fuera ciertas maneras de hacer.
La mirada sobre ese mundo es la de una mujer muy poderosa y empoderada, y eso lo hemos querido reflejar. Gracias al impulso que hubo en ese momento ahora mismo está mucho más normalizada la mirada sobre la salud mental, y no pasa nada por decir que vamos a terapia. La sociedad ha cambiado mucho la manera de percibirlo.
P: ¿Tienes la sensación de que Martin Scorsese leyó Los renglones torcidos de Dios para la adaptación de la novela Shutter Island?
R: Tengo la sensación de que Dennis Lehane, el autor de la novela en la que se inspira, leyó la novela de Torcuato Luca de Tena. Pero creo que la película y la novela juegan a algo distinto. Hay elementos que se tocan, pero sobre lectura y sobre pantalla, el viaje que se propone es distinto.
P: ¿Cómo condiciona la existencia de esa película, y muchas otras, con elementos que pueden coincidir a la hora de ofrecer dentro del género algo fresco?
R: Además de Shutter Island, también estaba Corredor sin retorno, de Samuel Fuller, que no deja de ser una premisa que se toca con Los renglones torcidos de Dios, Alguien voló sobre el nido del cuco, de Milos Forman, o Unsane, de Steven Soderbergh. He visto todo lo que se había hecho no por llevarme nada sino por conocerlo. En el momento en el que acepto hacer la película intento que se vea y se sienta como una película que ha pasado por mí, y en eso he sido honesto. La película tiene una voz propia, aunque todos hemos visto muchas películas que transcurren en hospitales.
Cuando alguien rueda para una pantalla grande la experiencia cinematográfica no te la va a cambiar una televisión pequeña", sostiene el director
P: Plataformas, audiencias, covid o taquilla. Todo ha cambiado desde el gran taquillazo que supuso Contratiempo (2016). ¿Cómo sientes ese mantra de la desaparición de los cines?
R: La pandemia no ha ayudado al cine, ha condicionado ciertos patrones de comportamiento, pero es verdad que el cine ha estado muerto tantas veces que esta es una más. Cuando alguien rueda una película para que se vea en el cine donde más la vas a disfrutar es en la pantalla grande. Soy de los que cree que las plataformas son unas ventanas brutales para salir al mundo. Que una película local española tenga la oportunidad de verse en todo el mundo desde donde sea es brutal, y eso antes no ocurría. Pero cuando alguien rueda para una pantalla grande la experiencia cinematográfica no te la va a cambiar una televisión pequeña.
P: La película de la que más se está hablando en redes en los últimos días es Blonde, que no ha llegado a los cines sino que se ha estrenado directamente en Netflix.
R: Buen ejemplo. La he visto y lo primero que pensé es la pena de no haberla visto en el Festival de San Sebastián. Es una película que pide a gritos verla en pantalla grande, y más hablando del mito cinematográfico más grande de la historia del cine, que es Marilyn Monroe.
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