Cultura

Lovecraft: contra el calor, terror

Siempre se ha dicho que el terror da frío, temblores, escalofríos. Por lo tanto, en estos días de estío y calor (de ese verano que los franceses nos quisieron hacer creer que no íbamos a tener), un buen remedio para mitigarlo es leernos unos buenos relatos de terror. Y para muestra un botón… pero de oro: los relatos de un maestro, el genio de Providence Mr. Howard Phillips Lovecraft. De él ha llegado a decir el indispensable (para los amantes del género actuales), Stephen King, que “es el príncipe oscuro y barroco de la historia de horror del Siglo XX”. Nada menos.

En la obligada brevedad de estas líneas es imposible resumir la vida y obra de Lovecraft sobre el que existen biografías e, incluso, estudios psicológicos. Su especial educación por una madre hiperprotectora; su orfandad temprana de un padre dictatorial y que nunca ejerció como tal padre y que, al final, murió de sífilis y sus terribles consecuencias; su convivencia con dos tías solteronas en una casa cuya dirección inmortalizara en uno de sus relatos ('El caso de Charles Dexter Ward', impagable a mi modo de ver); sus penurias económicas; su brevísimo matrimonio, hay quien dice que absolutamente blanco -como el de su precursor Poe- si bien su esposa durante el divorcio negó tal circunstancia; su soledad… etc., son datos que quedan para los biógrafos y estudiosos de la psique de Lovecraft. Hoy, aquí, queremos poner al lector en la pendiente que le lleve a pasar un buen rato de frío terror, de ese terror que, como decía nuestro inolvidable ‘Chicho’ Ibáñez Serrador: “a algunos asusta, a otros divierte, pero eso sí, a ninguno aburre”.

'La casa en el confín de la tierra' de W. Hope Hodgson, amén de ser una obra maestra, es la puerta al Lovecraft más puro

Lovecraft bebe sus fuentes en autores precursores de lo que después él llegó a dar carácter de religión. No se asusten, es cierto. Lo dice hasta Rafael Llopis, posiblemente el mayor experto español en Lovecraft (“sus profetas, sus libros canónicos, sus lugares sagrados, su dogma, su culto…”). La doctrina estudiosa de Lovecraft cifra esos precursores en Arthur Machen, Lord Dunsany y Algernon Blackwood. Y ello es indudable. Pero opino, junto con Llopis, que el “toque final” se lo da William Hope Hodgson, que es de quien toma, en palabras del citado autor, “las dimensiones paralelas y puertas místicas que permiten su acceso y, sobre todo, el horror cósmico, el frío infinito de los espacios interestelares” ('La casa en el confín de la tierra' de W. Hope Hodgson, amén de ser una obra maestra, es la puerta al Lovecraft más puro).

Un talento que afloró muy temprano

Su primera obra, escrita a la temprana edad de 14 años, 'La bestia en la cueva', fue un remedo del terror gótico. Pero pronto se decantó hacia esa forma de terror cósmico, material. El muerto (o no-muerto), el fantasma, habían pasado, permítaseme la expresión, a mejor vida. Es una nueva forma de terror (ya apuntada por esos autores precursores o, incluso, por el maestro de lo gótico, Bram Stocker, que en su última obra 'En la madriguera del gusano blanco' ya apunta a esa dirección. Un terror inconmensurable, inaprensible, pero que está dentro de nosotros. Y precisamente por estar dentro de nuestra naturaleza, es más peligroso, porque si traspasamos el umbral que nos lleva a su conocimiento, pagaremos el precio de la locura o de la muerte. Eso es lo que les ocurre a los protagonistas de las obras de Lovecraft cuando se enfrentan al vacío. 'Las narraciones oníricas de Randolph Carter' y 'El caso de Charles Dexter Ward' son buenas pruebas de ello.

 La serie de relatos que catapultan a la fama a Lovecraft fueron sus 'Mitos de Cthuhu', serie de relatos que comparte con otros autores

Aunque la primera serie de relatos fue 'Dagon', la serie de relatos que catapultan a la fama a Lovecraft fueron sus 'Mitos de Cthulhu', serie de relatos que comparte con otros autores que formaron el que se dio en llamar “Círculo de Lovecraft”. Entre ellos: August Derleth, continuador de la obra de Lovecraft tras su temprana muerte e incorporador de los mitos del “Wendigo” o “Ithaqua” (El Que Camina En El Viento), obra escrita en 1909 por Algernon Blackwood (y que tiene su origen, sin duda, en leyendas amerindias), Frank Bernap Long (muy aconsejable sus 'Las bestias oscuras'),  Robert Bloch (llamado Blake por el maestro Lovecraft en sus obras) y autor de un libreto que se transformó en éxito mundial en el cine: 'Psicosis' (con la colaboración, en este caso, de otro genio: Alfred Hitchcock); o Robert Howard (creador del inmortal 'Conan el Bárbaro'.

Lovecraft y ‘El Necronomicón’

Disfruten, pues, de un estremecimiento con Lovecraft. Y no solo con las obras que ya les hemos citado (y aconsejado), sino también con “El que acecha en el umbral”, “El horror de Dunwich”, “La habitación cerrada” y un largo etcétera a elegir.        

Para terminar, una anécdota que ilustra la importancia de la cosmogonía creada por el solitario de Providence. En sus obras cita casi siempre un libro: 'El Necronomicón', escrito por un árabe loco, Abdul Alhared. Es una invención lovecraftiana. Pues bien, desde hace años hay ofertas del libro en cuestión en anticuarios y ropavejeros. Incluso, existe, en la Biblioteca de la Universidad de California una ficha completa de la obra. A mayor abundamiento, un amigo que realizaba una tesis sobre la Inquisición, me juró que le habían asegurado que en el Archivo de la Universidad de Salamanca existía un libro, solitario en una sala dedicada a él en exclusiva y a la que nadie, salvo dispensa eclesiástica especialísima, tenía acceso. El libro no era otro que el 'Necronomicón'. El maestro puede estar orgulloso de su obra.

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