Desde que la Corte se estableció en Madrid, los monarcas españoles huyeron del calor estival de la capital, y los reales sitios de Segovia y El Escorial, ya habían ofrecido cobijo y sombra a los reyes hispanos. La Guerra de Sucesión, de comienzos del siglo XVIII, hizo que los Borbones llegaran al trono español, sustituyendo a los Habsburgo. El primer monarca de la dinastía francesa, Felipe V, nacido en Versalles, quiso imitar en España la majestuosidad de los jardines en los que jugaba de niño con la construcción del Palacio Real de la Granja de San Ildefonso, en la actual provincia de Segovia. Siguiendo el modelo que su familia había desarrollado, proyectó en unos inmensos aposentos en los que podía disfrutar de plácidas jornadas de caza y descanso.
El clima de la sierra de Guadarrama mucho más templado que en la capital, la abundante vegetación y las fuentes de agua convirtieron a la Granja de San Ildefonso en el lugar favorito de retiro del monarca y su largo reinado de 45 años. Tal fue la vinculación del Rey a la Granja que por su expreso deseo fue enterrado en el Palacio Real del sitio, siendo uno de los pocos monarcas españoles, tanto de la casa Austria como Borbón, que no ha tomado sepultura en la cripta real del Monasterio de El Escorial.
El palacio de la Granja también fue utilizado por otros monarcas españoles, pero avanzando un siglo, encontramos a Isabel II visitando Santander y San Sebastián. Fue en esta ciudad donde se encontraba cuando estalló la revolución conocida como La Gloriosa que acabó despojándola del trono y mandándola al exilio.
De Miramar a Marivent
La ciudad vasca fue también el destino de monarcas como Amadeo de Saboya, y tras la restitución de los Borbones, de la reina regente María Cristina de Habsburgo-Lorena y del por entonces niño, Alfonso XIII. La reina encargó entonces el palacio de Miramar, terminado en 1893, y que también fue heredado como lugar de descanso de su hijo.
La proclamación de la Segunda República y los cuarenta años de dictadura Franquista volvieron a dejar a España sin reyes, con Juan Carlos ostentando el título de Príncipe de España. Fue en este periodo cuando se produjo el cambio del Cantábrico al Mediterráneo como lugar de veraneo la Casa Real. Los jóvenes Juan Carlos de Borbón y Sofía de Grecia habían probado varios destinos hasta que en 1973, la Diputación Provincial de Mallorca cedió a los príncipes el palacio de Marivent.
La espectacular vista de la playa de la Concha desde el palacio de San Sebastián fue sustituida por las competiciones de vela a las que acudió durante décadas el rey Juan Carlos I. La ciudad balear fue portada de las revistas cada verano con ilustres invitados de la realeza europea, hasta que en la década de los 2010, la crisis económica, el escándalo de corrupción del caso Nóos, y la polémica por el yate Fortuna hicieron que la isla perdiera peso en las vacaciones del actual Felipe VI.
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