El pasado 13 de enero, Netflix confirmó la renovación de la comedia Machos alfa, que tendrá una segunda temporada tras el éxito cosechado desde su estreno, el pasado 30 de diciembre. Los creadores de Aquí no hay quien viva y La que se avecina se han colado con esta producción no solo en el top 10 de las series de la plataforma más populares en España, sino que también se encuentra entre las series más vistas de habla no inglesa.
Solo en su primera semana, esta serie, dirigida por Laura Caballero, ha registrado más de 19 millones de horas vistas. Si la comedia tiene la capacidad de viajar rápido, esta historia de cuatro hombres de más de cuarenta años que se replantean su virilidad lo ha hecho a la velocidad de la luz.
Entre las claves del éxito, destaca la duración -media hora-, el elenco -Gorka Otxoa, Fele Martínez, Kira Miró o María Hervás, entre otros-, la diversión asegurada y el uso consciente de tópicos en ocasiones desternillantes. Al mismo tiempo, sin embargo, puede resultar ruda, predecible, simplona, vulgar o poco atrevida. Lo que sí se puede achacar a esta serie, y ese probablemente es el secreto de su triunfo, es el fiel reflejo que hace de la realidad y el retrato que construye de la masculinidad sin complejos y sin aspiraciones de un futuro mejor. Ahí está la risa y el sonrojo, que van de la mano como en la vida misma.
¿Apología del machismo? ¿Reivindicación de la protesta? ¿Rechazo al puritanismo? ¿Pornografía de lugares comunes? Un poco de todo y al mismo tiempo todo lo contrario
¿Apología del machismo? ¿Reivindicación de la protesta? ¿Rechazo al puritanismo? ¿Pornografía de lugares comunes? Un poco de todo y al mismo tiempo todo lo contrario, porque España no es tan moderna como pintan en el Ministerio de Igualdad y está llena de contradicciones en la materia.
Hay quien aún lanza piropos más o menos afortunados por la calle; no han cesado los micromachismos de la noche a la mañana por mucho que lo desaconseje una secretaria de Estado; las tareas del hogar no siempre se reparten a pesar de que el permiso de paternidad se haya igualado al de la madre -que, eso sí, no puede dar el pecho a su bebé los seis meses recomendados por la OMS-, y el vocabulario ni es inclusivo ni es una realidad que se asome por el horizonte. Al hombre "blandengue", como le llamaría El Fary, ni se le ve ni se le intuye.
Machos alfa: sofisticada, divertida y real
Sergio del Molino se pregunta en un artículo publicado en El País "de qué se ríe todo el mundo" con Machos alfa, tal y como titula su texto del pasado 15 de enero, donde tilda algunos momentos de la serie de chistes "reciclados de casetes de gasolinera" e incluso describe la serie como unas "matrimoniadas" de José Luis Moreno en formato Netflix. "Creía que España había dejado ese humor en el último bingo al que entraron Pajares y Esteso", señala.
Para esta redactora de Vozpópuli, la mirada de Machos alfa no es tosca, aunque los personajes sí lo parezcan, sino sofisticada, porque acierta con el matiz, con las dudas de quien se cree abanderado y aliado, y que en cambio resulta absurdo en su empeño falso y forzado, pero también con las debilidades de los "ofendiditos", como se refiere en su ensayo homónimo la autora Lucía Lijtmaer a los hombres que criminalizan la protesta.
Machos alfa es sofisticada porque acierta con el matiz, con las dudas de quien se cree abanderado y aliado, y que en cambio resulta absurdo en su empeño falso y forzado, pero también con las debilidades de los "ofendiditos"
Están todos ellos, más o menos reflejados en estos cuatro amigos, en sus relaciones sentimentales, en sus infidelidades, en su complejo de convertirse en hombre mantenido, en su incapacidad y deseo a partes iguales por dejar de lado el vocabulario patriarcal, en su búsqueda de la líbido para estar a la altura en el terreno sexual. Todos sinceros, todos reales y todos se prestan al ridículo del desnudo figurado.
Sí estoy de acuerdo con Del Molino, sin embargo, en el retrato sin fuerza, deslavazado y soso que hace de las mujeres, incluso a pesar de atreverse con el sexo fuera del matrimonio como propuesta que parte de ellas, algo que suena a justificación y que en su empeño por resultar novedoso es incluso carca, al tiempo que no aprovecha la guerra de sexos. Por momentos, parece que se complementa a la perfección con Vida perfecta, la serie de Leticia Dolera que sí acierta en su retrato tan poco convencional de la mujer y que tan bien afina, en cambio, en la crisis de los 40.
El problema de enfrentarse a Machos alfa pensando que uno va a ver una serie renovadora y atrevida, cuyos personajes han superado las "machiruladas", como los propios protagonistas señalan, y que se alejan en algún momento de la temida "masculinidad tóxica", o que se dan cuenta pronto y sin margen de error de qué es aquello que tienen que cambiar, es precisamente pensar que aquella España en la que viven y a la que en primer lugar se dirige esta serie es otra.
Nadie está obligado a reírse en comunidad y al unísono, pero los millones de visualizaciones demuestran que el país no ha cambiado tanto. No hay nada tan complicado, según cuentan los expertos en la comedia, como acertar con la carcajada.
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