Cultura

Mala Rodríguez: veinte años en el trono del hip-hop en español

La sevillana despliega su jerarquía en un concierto privado

Madrid, ocho de la tarde. Unas pocas decenas de personas deambulan por la terraza del hotel Aloft Gran Vía. Las vistas desde la undécima planta ya justifican la asistencia: se domina el panorama desde Callao hasta la zona de los Austrias, mientras la puesta de sol se descompone entre rojos, naranjas y malvas. La decoración recuerda a un plató de la MTV en los dos mil, pero la barra libre te reconcilia con cualquier disfunción estética. El público parece más ‘influencer’ que musiquero, todos lucen estilismo impecable, pero también hay cantautores de culto como Xoel López y humoristas enganchados desde siempre al rollo hípster, caso del televisivo Joaquín Reyes. Un pequeño escenario con tres sillas acoge un concierto acústico de la Mala Rodríguez, amorosamente arropada por guitarra, flauta travesera y cajón flamenco.

La invitada especial de la noche es Alba Molina, un chute de energía flamenca en mitad de un repertorio que apuesta por los medios tiempos

Dos ejecutivos de la cadena Marriott anuncian el concierto, que es parte del llamado 'Homecoming Tour', consistente en invitar a músicos de prestigio a tocar en hoteles de las ciudades donde crecieron. La elección de Mala Rodríguez es discutible, ya que vino al mundo en Jerez en 1979 y pasó su adolescencia en Sevilla. De hecho, en la parte más intensa del concierto, suelta el grito ‘Soy de Sevilla”, que le brota del alma. Tampoco pasa nada: los cócteles de tequila con pomelo amortiguan los deslices conceptuales.

María Rodríguez, nombre real de la artista, se muestra emocionada por poder contar con el cajón de Israel Suárez ’Piraña’, una de las máximas figuras de ese instrumento. “Qué asco das, hijo, que asco”, masculla tras un cálido ‘solo’ de exhibición. No puede haber mejor piropo. La invitada especial de la noche es Alba Molina, un chute de energía flamenca en mitad de un repertorio que apuesta por los medios tiempos. "Alba Molina es muy grande, incluso estando afónica como hoy canta mejor que la mayoría’, señala una espectadora a mi lado. Es imposible escucharla sin recordar a su madre, Lole Montoya, la mitad femenina de los legendarios Lole & Manuel.

Rólex son amores

Hace ya veinte años que La Mala debutó con un epé arrollador, “A jierro/ Toma la traca” (1999), donde desplegaba un ‘flow’ imperial y unas rimas tan poéticas como desafiantes. “No me digas, ¿quieres y no puedes?/ mucho ‘lirili’ y muy poco ‘lerele’”, reprochaba a la competencia, kilómetros por debajo de su nivel. Otros pasajes resumían su enfoque de la vida: “Qué voy de to’ a por to’/ que no me falta un detalle/ mantengo el estatus aquí, desde la calle/ controlando roles, escalando posiciones/ que el tiempo es oro y Rólex son amores”. Esta noche no cantará nada de ‘Lujo Ibérico’ (2000), su insuperable debut, ni tampoco de sus primeros ‘maxis’, sino que tira por recientes baladas de celofán. “A ratos, parece Niña Pastori”, destaca otra espectadora, con abierta admiración. Bueno, una Niña Pastori con mucho rap neoyorquino en la mochila. La Mala es una estrella en plena madurez, que ha sabido incorporar lo mejor del r&b de los dosmiles al sentimiento flamenco de barrio. El ejército de 'rosalías', 'badgyales' y 'misninas' -la tropa femenina del trap-  todavía no la ha destronado. Seguramente La Zowi es quien más se ha acercado a su soltura y seguridad.

Esta semana, la Mala Rodríguez se pasó por el programa de televisión ‘La Resistencia’. Fue una entrevista larga, veinticinco minutos, que se emitió dividida en dos secciones. David Broncano estuvo especialmente espeso, más pendiente de sus gracietas que de lograr un intercambio sustancial con el invitado (un defecto que intenta convertir en marca de la casa). A pesar de todo, la rapera supo dar alguna respuesta memorable, por ejemplo al hablar sobre un barrio de Sevilla:

-La Mala: ...está al lado de La Alameda, de la calle esa, El San Isidro, del cine…
-Broncano: Bonita la zona esa de Sevilla, ¿no?
-La Mala: Muy bonita. Y desde que echaron a los que vivían de ahí para revalorizar, más bonita todavía.
-Broncano: ¿Es algún tipo de reivindicación?
-La Mala: Qué va, no, yo solo canto.

Reina de barrio

No se puede ser más cáustica ni más elegante a la hora de denunciar la gentrificación, el proceso urbano por el que las poblaciones sin recursos son desplazadas hacia la periferia. La Mala lleva veinte años haciendo política con sus letras, de la manera más sutil posible. Es la macarra que seduce a los pijos, que les hace entender el valor y las lecciones de la vida en el barrio. Además ha logrado conectar con los mejores artistas del género urbano, como muestran sus colaboraciones con Calle 13, Juan Magán, Tego Calderón, Romeo Santos, El Coleta, Vico C y Dellafuente, entre otros. Hoy a María le gustaría compartir estudio con el supergrupo Gorillaz y la idea parece tremendamente natural.

“Mi madre me educo hasta donde pudo, luego me dio su escudo/ no voy a salvar el mundo, salvaré mi culo”, rimaba en sus comienzos.

Puede presumir de una carrera modélica. Fue referente del primer hip-hop serio en castellano, pero no se dejó llevar por la corriente. Siempre mantuvo el pulso de su carrera, parando años incluso cuando lo requerían la maternidad. Nunca se dejó arrollar por el tren que se llevó a Amy Winehouse (su proyecto de 2009 con una banda de jazz recordaba a la fallecida cantante británica). Los valores familiares y el lazo social siempre han sido visibles en sus canciones. “Mi madre me educo hasta donde pudo, luego me dio su escudo/ no voy a salvar el mundo, salvaré mi culo”, rimaba en sus comienzos. Ahora ha crecido sus conciencia social, sobre todo en cuestión de feminismo, como demuestran piezas como “Caja de madera”, cuyas rimas combinan denuncia del maltrato con crónica de la hostilidad del mundo actual. Todo fluye en esta noche de jueves. Enfundada en un vestido negro con puntitos brillantes, La Mala hizo lo que quiso, que es lo mejor sabe hacer. Y le quedó de lujo, de lujo ibérico.

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