Cultura

La marcha sobre Roma, el golpe de fuerza de Mussolini que alzó al fascismo al poder

El 30 de octubre de 1922, el rey de Italia encomendaba a Benito Mussolini la formación de gobierno

La democracia y el Estado liberal italiano se estaban desmoronando ante el paseo triunfal de miles de camisas negras. El 31 de octubre de 1922, los hombres de Mussolini celebraban en la capital la llegada al gobierno de su líder. El antiguo periodista socialista, ahora convertido en el líder de un nuevo movimiento ultranacionalista, había aprovechado la inestable situación política y con una muestra de fuerza presionó al rey a nombrarle formar gobierno. El Estado italiano había sido derrotado, por incomparecencia, por decenas de miles de hombres mal armados. Como señaló, Emilio Gentile, uno de los mayores expertos en el fascismo, por primera vez en la historia de las democracias liberales europeas, el gobierno recaía en el jefe de un partido armado, con una modesta representación parlamentaria, que repudiaba los valores de la democracia liberal y proclamaba abiertamente su voluntad de transformar el Estado en un sentido antidemocrático. 

El fascismo italiano, modelo original del resto de los fascismos, llegaba al poder hace una centuria solo tres años y medio después de su fundación. El movimiento fascista nació como un grupo en el que aglutinar, fuera de los partidos tradicionales, a excombatientes de la Primera Guerra Mundial, e izquierdistas que habían sido partidarios de la participación italiana en la guerra. 

Sus camisas negras, inspiradas en los arditi, unas fuerzas de choque del Ejército italiano encargadas de misiones arriesgadas, hablaban de la identidad militarista con la que nació el movimiento fascista. En Italia fue la “victoria mutilada” la forma con la que los nacionalistas y muchos excombatientes expresaron su descontento por las recompensas territoriales fruto de la victoria en la Gran Guerra. Algo parecido, aunque mucho más intenso, utilizarían los alemanes, en este caso derrotados, con la idea de “puñalada por la espalda” y el tratado de Versalles. 

Antiguos izquierdistas

El movimiento fascista fue fundado en marzo de 1919 en la Piazza San Sepolcro de Milán con un centenar de personas, casi todas militantes de la izquierda intervencionista. Mussolini lideró este movimiento que fue irrelevante en las elecciones de noviembre. Esta derrota hizo que el movimiento se derechizara y en el congreso nacional de Milán del 24 y 25 de mayo el movimiento viró hasta presentarse como una opción política de la burguesía productiva y las clases medias. Pero su verdadera fuerza radicaría en las acciones armadas contra las organizaciones y sindicatos de izquierda. En la primavera de 1920 hubo una serie de huelgas y ocupaciones de fábricas que alertaron a los propietarios del “peligro bolchevique”, que los fascistas aprovecharon para presentarse como los garantes del orden y la propiedad privada. Con el uso de la fuerza disolvían estas ocupaciones y reventaban las huelgas y actos de la izquierda. En poco tiempo fueron vistos como los defensores de las clases medias, y pasaron de poco más de 20.000 miembros en diciembre de 1920 a superar los 200.000 en julio de 2021. Este incremento se produjo especialmente entre las clases medias de zonas rurales y Gentile lo definió como un maximalismo de clases medias. 

Marcha sobre Roma

La inestabilidad del sistema italiano, que no se había sabido adaptar a la crisis de la posguerra europea, facilitó la llegada de los fascistas al poder. Sin embargo, la inacción durante la marcha sobre Roma fue crucial. Mussolini, que había amenazado durante el verano con tomar el poder por la fuerza, planteó el órdago definitivo a finales de octubre con una marcha masiva de sus hombres a la capital. El día 27 miles de camisas negras habían tomado los edificios públicos de distintas ciudades y el presidente Luigi Facta del Partido Liberal dimitió. Al día siguiente, presentó al rey el decreto de estado de sitio que hubiera activado al Ejército, pero este se negó. Las fuerzas armadas eran leales al monarca y habrían disuelto sin problemas la marcha, pero la forma de disolver la crisis fue entregar el poder a Mussolini, que accedió a la presidencia en un gobierno en coalición. 

Desde el poder mantuvo la combinación de política y violencia que le llevó hasta Roma y para el año 1925 ya se puede hablar clarísimamente de una dictadura. En total, gobernaría Italia durante más de 20 años, hasta que el Gran Consejo Fascista y el rey acordaron despojarle del cargo y detenerle el 25 de julio de 1943, tras la invasión aliada en el sur de Italia. Solo entonces se pudo escuchar la frase "Benito è finito".

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