Continuamos la publicación de nuestra entrevista con José María Marco, que ha buceado en la vida de Azaña para aclarar zonas oscuras y ofrecer nuevos datos sobre nuestra historia reciente. En este enlace puede leerse la primera parte de la charla que mantuvo con Vozpópuli:
Pregunta: Quiero que me hables del Azaña reformista militar, cuyas intenciones son racionales, pero carece de tacto y contactos ¿No conocía el estamento militar? ¿Cómo fue tan ingenuo de pensar que un estamento con tal poder desde 1906, cuando establecen jurisdicciones, se podía cambiar con una ley? “Ya nadie habla del ejército en España, nadie” es una cita que demuestra la ingenuidad…
Respuesta: Azaña es un funcionario, tiene mentalidad de esto, y piensa que se dicen las cosas y más o menos sale. Piensa que los militares están obligados a obedecer y piensa la reforma militar mucho antes de tenerla en marcha. La pone en marcha él solo, sin contar con nadie…
P: ¿No tenía un grupo de fieles en el ejército?
R: Hay un grupo, pero se le acusa de camarilla, de gabinete negro, y no funcionó de la misma manera. Él cree que puede llevar a cabo su reforma de esa manera. Por otra parte, es cierto que sus reformas son razonables, según los historiadores militares…
P: El propio Franco la juzgaba así.
R: Pero Azaña no conocía los cuarteles, la vida militar, y se equivoca demasiadas veces. Esas equivocaciones transmiten inseguridad en los militares.
P: Es un estamento marcado por el escalafón, que depende de la antigüedad. Se llegaba a decir como humorada que el Sexenio democrático no habría ocurrido de darle un ministerio a Juan Prim..
R: Sí, pero eso entra de lo que el sociólogo Juan Linz llama políticas de resentimiento cuando cambia un régimen. La anulación de los ascensos en la dictadura de Primo de Rivera destroza su autoridad. Pero luego también los militares ven con desconfianza la nueva patria de Azaña. Por lo que se ve no comprenden de lo que habla ¿para qué quieren tener una nueva patria? ¡Si la patria existe!
P: De hecho, el plan de Azaña con el estatuto de Cataluña, en 1932, es cuando comienza la tensión con los militares
Está prácticamente todo el mundo en contra: sin el golpe de Sanjurjo, y los apoyos que tuvo la república luego de este, no habría durado tanto. Lo que pasa es que el estatuto es su proyecto, aunque no tenga consenso…
P: ¿Cómo se pudo aprobar la Ley de Defensa de la República sin apenas enmiendas? Casi prepara al país para la dictadura al dar al gobierno poderes plenos en cada crisis
La Ley de Defensa es una toma de conciencia de Azaña ya que sabe que el país no es republicano. La república va a suscitar una respuesta fuerte, pero en vez de establecer una política integradora con los moderados, como en la III república francesa, plantea una república militarizada.
P: Esa Ley llega a suspender periódicos por decreto e incluso Azaña defiende en cortes la censura de prensa ante el centro liberal. ABC fue suspendido al poco y llevó a Juan Ignacio Luca de Tena, clave en el golpe de estado de los militares, fuera del sistema…
R: En Francia se da esto en otro aspecto, a costa de la enseñanza, con una pugna entre liberales y republicanos. Más que los periódicos o los medios; la opinión pública allí es intocable y hay un consenso sobre esto. Igual que no se puede tocar el sufragio universal. También hay que comprender esta ley en una muy violenta y generalizada reacción contra el liberalismo en Europa, muy propia de la época. Es verdad que es una locura, pero es que son militantemente antiliberales: identifican el liberalismo con la Restauración, con su crisis, con la corrupción, etc. Es importante entender esta idea.
P: ¿Defendía Azaña unas cortes bicamerales o unicamerales? No me queda claro en tu libro. En el siglo XIX las segundas se veían siempre como inicio de una revolución sin final…
R: Azaña en el tema de la constitución es un poco particular: no interviene el debate, no se esfuerza en crear un consenso y ni siquiera interviene en el gobierno. Da una pose de “me da igual”, pero dudo que le hubiera gustado un senado. Si el congreso le plantea problemas a su proyecto republicano, el senado los plantea al cuadrado (risas). Es una presencia conservadora siempre: ya sea un senado por territorios, oligarquías mandadas por el rey o el jefe del estado.
P: ¿De dónde viene el mito de la pérdida de las libertades medievales que acompaña a Azaña y a la izquierda republicana? En Francia, su modelo, purgaron todas las leyes del antiguo régimen.
R: La historia esta es antigua: esto viene de 1812. Es la adaptación de algo que ocurre más bien en Inglaterra: la reivindicación de las libertades medievales, los fueros... Estos, para los republicanos, crean un equilibrio con la monarquía.
P: La monarquía hispana a diferencia de la francesa tiene menos poder efectivo por las foralidades y estatutos, pero siguen siendo regímenes sin ciudadanos. Son súbditos.
R: Claro. Esa es una línea, pero la otra viene de otra línea más azañista donde se reivindica la “verdadera” nación española. Es la previa a los Austrias.
P: Pero es una proyección: no existe un demos político en la monarquía de los reyes católicos…
R: Pero Azaña sí cree que exista una nación política previa. O figuras que logran articularla.
El anarquismo para Azaña es otra forma de corrupción: no elabora un discurso fuerte contra él, lo considera intolerable
P: Se le podría llamar, así, a Azaña nacionalista español.
R: Por supuesto: eso no tengas la menor duda. El personaje que fascinaba a Azaña es el Cardenal Cisneros. Llegó a disfrazarse de él en una fiesta en la casa de los Baroja, lo cuenta Cipriano Rivas Cherif en una biografía. En lugar de coquetear con su hermana, Dolores Rivas Cherif, él se viste de cardenal (risas). Lo que hay debajo de ese cardenal es Cisneros y eso lleva inevitablemente a los comuneros.
P: Cuéntanos, pocos lectores la conocen, la brutal represión a los anarquistas en la II república; los grandes olvidados en la izquierda y de la cual fue protagonista Azaña en Casas Viejas …
R: Azaña ahí se reviste de Clemenceau, del gran “flic” (se podría traducir como gendarme o “madero”) como dicen los franceses. El anarquismo para Azaña es otra forma de corrupción: no elabora un discurso fuerte contra él, lo considera intolerable. Decide ejercer así la represión pura.
P: ¿Es responsable de Casas Viejas?
R: Bueno, directamente no. No lo creo, no parece que diera órdenes. Ahora, tomaba decisiones muy duras, de gran dureza, y esto luego tendrá repercusiones.
P: ¿Cuánta culpa tiene la frivolidad de Azaña en el golpe del año 36? (“de vez en cuando nos queman algo…” recoges) ¿No vio que el clima social de la Sanjurjada del año 32 no era el del año 36? Llegó a decir a Sánchez Albornoz, según sus memorias, “estamos listos para que nos fusilen” en verano del 36
R: Una parte muy importante. En el 35 lo único que está pensando Azaña es en subir a la presidencia de la república, es la culminación de la carrera política y de su proyecto político. Parece que -esto es muy complicado de demostrar- piensa que si dejan a los militares pronunciarse podrán controlar la situación como hicieron con Sanjurjo.
P: Es una falta absoluta de visión de la realidad del país
R: Especialmente luego del año 1934.
P: Digamos también que la astucia de Emilio Mola, coordinador real de los golpistas, se demostró muy superior a la de Azaña. Nunca descubrieron sus instrucciones secretas.
R: Tienes toda la razón. Ahí está también ese lado deferente de Azaña, el desprecio. Piensa que tiene tomada la medida a Mola desde los años del Ateneo de Madrid, en el tiempo en que el general sublevado era director general de seguridad de Primo de Rivera.
P: Es sorprendente que Azaña fuera menos astuto que todos sus odiados políticos de la Restauración. Estos atajaron unas cuantas intentonas golpistas
R: Azaña vive en su mundo. Él quiere ser artista, se dirige a otros planteamientos. Él piensa que, cambiando la cúpula militar -febrero de 1936-, ha desactivado el golpe.
P: El historiador Pierre Vilar, en su célebre libro de historia de España, recordaba que todos los golpes de estado en España van de la periferia al centro. Y Madrid no tiene la fuerza como capital de París, según recordaba Santos Juliá. Al enviar a Franco a Canarias y a Mola a Navarra hace triunfar el golpe indirectamente…
R: (risas) Eso es verdad. Pero lo que pasa es que las revoluciones españolas ocurren cuando el centro se hunde. El efecto es siempre que las periferias suben. Esto ocurre ya en 1808, pero también ocurre en 1936.
P: ¿Cómo valoras al Azaña gestor de guerra? ¿Se alejó de la presidencia para evitar responsabilidades?
R: Creo que se aleja de la presidencia del gobierno para mejor cumplir su papel de símbolo de la república. No sé si quería evitar responsabilidades, pero sí quiere convertirse en el símbolo de esa república que ya no existe. Es por eso por lo que se retira: no piensa en términos de política práctica, sino en términos que está más allá. No le gusta lo que está pasando en su república…
P: Sánchez-Albornoz cita, de nuevo, en su exilio a Azaña y aquella frase “no quiero ser presidente de una república de asesinos”.
R: Lo que pasa es que él toma decisiones al principio que llevan a esto…
P: El reparto de armas, luego del golpe de julio 1936, supone el fin de la república liberal. La autoridad se impone en la calle.
P: Él sabe que es el fin de la república…
P: Aunque no lo dice públicamente…
R: Claro. Él al salir del Palacio de Oriente dice que “esta es la III república”. Lo afirma claramente. Luego en sus textos finales se describe claramente: luego del desplome del estado, la república deja de existir.
hay mitos que surgen con el personaje, el propio Lerroux, mientras que hay mitos que son posteriores, como el de Azaña
P: Citas una imagen muy cinematográfica, que a mí me fascina, y es Azaña encerrado en el Palacio de Oriente oyendo los tiros de los "paseos”, las ejecuciones extraoficiales, del Madrid republicano
R: Esa imagen es de La velada de Benicarló, su novela de 1939, y en alguno de sus textos de memorias aparece esa referencia. Son los tiros que se escuchan por la noche cerca. No tiene ya ninguna autoridad para pararlo…
P: El mentor político de Azaña, Melquiades Álvarez -instigador del partido reformista-, murió ajusticiado en este Madrid controlado por las milicias y sitiado por las tropas de Franco
R: Muere en la cárcel modelo, lo detienen, y luego lo matan.
P: Es un proceso igual a la revolución francesa: con los prusianos en la frontera, que aquí serían las tropas de Franco, se suceden unas matanzas de septiembre en Madrid de supuestos quintacolumnistas.
R: Yo hablé eso más en mi biografía de Azaña, de cómo se debió sentir con la muerte de Melquiades Álvarez. Él tiene una relación muy complicada con él, es un liberal…
P: Es más progresista, podría ser un radical del Sexenio…
R: Sí, de hecho, Melquiades Álvarez es antisistema en 1917, pero luego es un liberal puro. Azaña siempre se lo reprochó. Su muerte es terrorífica: echaban los cadáveres a un carro y como este político pesaba tan poco se cayó al otro lado del carro, en la acera.
P: ¿Cuál es la salud mental del Azaña de “paz, piedad y perdón”? Es como si la realidad, el progresivo triunfo de los generales golpistas, se impusiera a sus sueños etéreos republicanos
R: Con “paz, piedad y perdón” hay que verlo más de cómo se dice. Si bien la belleza del texto y el mensaje de reconciliación son indudables, creo que está hablando más bien de sí mismo. Está pidiendo perdón, pero se pasó toda su vida pidiéndolo: siempre está en modo confesional. Pidió perdón ya desde el principio de la guerra civil, es un diletante.
P: La anécdota célebre en la cual, luego del golpe de los militares, le ofrece entrar a Miguel Maura -más centrista- en el gobierno de concentración y este le responde “ya es tarde…”
R: Sí, es verdad.
P: ¿Cómo se crean los mitos historiográficos de los líderes republicanos? (Azaña idealista, Lerroux corrupto, Alcalá-Zamora cacique...) ¿Tienen correspondencia con la realidad de los textos? ¿Pervive el magisterio y propaganda de Manuel Tuñón de Lara a la altura de 2022?
R: En cuanto a la primera pregunta, es algo muy complicado. Porque hay mitos que surgen con el personaje, el propio Lerroux, mientras que hay mitos que son posteriores, como el de Azaña. Este lo creamos nosotros: yo contribuí a hacerlo a finales de los 80; Azaña no tenía ese marchamo, solo en su familia y muy poca gente. Alcalá-Zamora y su imagen de cacique, no tanto corrupto, va aumentando con el tiempo…
P: En el epistolario entre Valle-Inclán y Azaña se le tiene como un tipo que coloca a todos los suyos.
R: Ya, pero es lo mismo que hace Azaña: también coloca a todos los suyos. La diferencia es que Alcalá-Zamora coloca a los suyos con cierta dimensión política, que se equivoca totalmente, mientras que Azaña lo hace para que nadie le de la réplica. Son seres mudos estos últimos: los amigos de Azaña en las memorias nunca hablan. Aquellos que no critica son los que son mudos en su presencia (risas).
P: Volviendo a Tuñón de Lara…
R: Es una figura, bueno, que tuvo un papel importante en la historiografía y ahora está desacreditado en parte, aunque no del todo. Perviven sus creaciones mitológicas.
P: Emilio Castelar acabó su último discurso en la Restauración con una divisa devastadora: “Y así como dije a los míos, y no me oyeron, en cierta noche célebre: nuestra república será la fórmula de esta generación, si acertáis a hacerla conservadora”. ¿Ese fue el gran error de Manuel Azaña?
R: Pero es que Azaña no tenía que haber sido conservador, podía seguir siendo progresista. El problema es que no acepta un republicanismo que no sea como el suyo: es decir, uno liberal, conservador o católico. Esto es lo que creo absurdo.
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