Es muy probable que el ya veterano realizador Daniel Calparsoro nunca gane un Goya porque es un director de género, más concretamente thriller y acción, y eso no se estila en la entrega de galardones (por mucho que estén de moda las tramas sobre cocaína). Pero tiene más oficio y arte que muchos compañeros suyos, y lo demuestra con películas como Cien años de perdón (2016) o series como Todo por el juego (2018-19), El regreso de la espía (2022), de la que ya hablamos hace pocas semanas en Vozpopuli.
La reciente Operación Marea Negra se basada en increíbles hechos reales y de los que sabemos su desenlace. Es justo ahí donde reside el mérito de Calparsoro, también coproductor, y de Oskar Santos, el realizador de la otra mitad de la serie: sorprender en solo cuatro capítulos minuto a minuto con una historia que llenó periódicos e informativos. Es, a otro nivel, como lo que sucedía con Apolo 13 (Ron Howard, 1995) y su “Houston, tenemos un problema”. Sabíamos que todo iba a acabar bien, pero seguimos el relato con tensión. En Operación Marea Negra, por el contrario, sabemos que todo va a acabar mal, muy mal, pero nos da lo mismo. La tensión manda y eso es mérito de los guionistas, de los realizadores y de un reparto impecable.
Cocaína submarina
Si prescindimos del componente tecnológico, la odisea del primer narcosubmarino capturado en Europa parece sacada de una de las crónicas de los conquistadores españoles de hace siglos. Viaje de vuelta de América cargados de un tesoro valiosísimo, nervios, penurias físicas, con cuero de comida incluido, y psíquicas, rebeliones a bordo y más que accidentada llegada a la madre patria. Pero esta desdichada aventura, narrada por el periodista Javier Romero en un libro del mismo nombre que la serie, tuvo lugar hace apenas tres años, cuando el semisumergible ‘Che’, realizado con fibra de vidrio de forma artesanal, partía desde la desembocadura del río Amazonas, en Brasil, con tres hombres a bordo y 3.000 kilos de cocaína de equipaje.
La historia vuelve a unir Galicia con la cocaína, simbiosis habitual desde el éxito de 'Fariña'
¿Desenlace? 27 días y 10.000 kilómetros después, eran apresados vivos en la Ría de Aldán, en Pontevedra, gracias a la colaboración de la Guardia Civil, la Policía Nacional y la portuguesa, ayudados por EE.UU, Marruecos y otros países europeos. El guion de Patxi Amezcua y Natxo López no se aparta a grandes rasgos de los hechos reales, pero cambia nombres, como es habitual, y sustituye a los dos ecuatorianos que acompañaban al español, estupendo Álex González con acento gallego, por un colombiano, David Trejos y un brasileño, Leandro Firmino. El protagonismo de Leandro, Nuno Lopes y de la lisboeta , como agente portuguesa, es la necesaria aportación del país vecino en el apartado artístico, como ya ocurriera con Sequía, la serie de TVE de la que también hemos hablado aquí.
El máximo riesgo de una historia que transcurre en un submarino es saber ‘airearla’, por eso son imprescindibles las tramas paralelas y un comienzo de la narración creíble para una historia increíble. Que todo empiece en el pueblo natal del protagonista, con su abuelo (Manuel Manquiña, que no se pierde un personaje gallego), su entrenador (Luis Zahera, lo mismo y con solo dos secuencias), su prima (Nerea Barros, Goya por La isla mínima) y su amigo (Carles Francino) en los bares donde se invita a pulpo y vieiras, aportan el necesario sabor local a una historia que, oh sorpresa, vuelve a unir Galicia con la cocaína, simbiosis ya inquebrantable desde el éxito de Fariña.
Hablar de la farlopa en la ficción ya requiere del acento colombiano y del gallego, o de los dos como ocurre en la mayoría de los minutos de esta estupenda serie que acaba justo cuando empieza lo más surrealista pero también muy nuestro. Ninguno de los capos gallegos, brasileños o colombianos que ordenaron la alucinante operación ha ido a juicio (están en la cárcel sus curritos) y el submarino real se exhibe como trofeo en el párking de la Academia de la Policía Nacional de Ávila, tras agria disputa con la Guardia Civil, que solo pudo quedarse con la hélice.
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