Doce años, treinta y cinco traducciones y millones de ejemplares vendidos después regresa Sira Quiroga, aquella modista que abandona Madrid antes del comienzo de la Guerra Civil española para instalarse en Tánger y que protagonizó El tiempo entre costuras (Planeta), el libro con el que María Dueñas inició su carrera literaria en el año 2009. La costurera que tejió los hilos del fenómeno Dueñas vuelve ahora a los lectores en la quinta y más reciente novela de la escritora: Sira, una historia que se desarrolla en el mundo que intenta reconstruirse tras la Segunda Guerra Mundial.
Publicada justo una semana antes de Sant Jordi y el Día Internacional del Libro, Sira es una novela 'Dueñas', en toda regla: bien empacada, con trasfondo histórico y geográfico, épica femenina e historia de amor incluida. Sí, el libro reúne los elementos necesarios para batirse en la lista de los más vendidos, algo que ya se vuelve costumbre en los libros de la autora. Dueñas, que se defiende bien en ese registro de la ficción más bien femenina e historicista, muestra a una Sira muy distinta de la cándida joven que trabajaba entre patrones y elaboraba mensajes clandestinos para combatir el nazismo.
Ahora tiene un hijo, acumula unos cuantos zarpazos en su biografía y se mueve por un mundo que se recompone: el tumultuoso Jerusalén bajo el Mandato británico, el Londres devastado por la Segunda Guerra Mundial, un Madrid de posguerra abatido que recibe la visita de Eva Perón, y un Tánger en el que Sira, reconvertida en espía y reportera de la BBC, seguirá los pasos de la multimillonaria americana Barbara Hutton.
Del Londres de Manuel Chaves Nogales, Luis Cernuda o Arturo Barea y en el que la BBC se despliega como observador de un tiempo de cambio, Dueñas se mueve hasta Gibraltar o Marruecos (y unos cuantos lugares más). Valiéndose de los vaivenes de su heroína, despliega los entresijos de los medios de comunicación de la época, la relevancia de la BBC y de la radio como herramientas de información y propaganda. En esta entrega, el servicio público de noticias británico, con una poderosa influencia internacional, también tiene protagonismo en la trama.
Empoderadas en un momento donde tal palabra no existía, las protagonistas de las novelas de María Dueñas la han convertido en una de las autoras más vendidas y uno de los reclamos más potentes del Grupo Planeta. Lo que comenzó hace más de una década con El tiempo entre costuras tiene la forma de una carrera literaria que funciona cual reloj suizo: cada tres años María Dueñas publica su nueva ficción. Y ni siquiera una pandemia, o justamente por los tiempos recios que ésta impone a la industria, ha conseguido retrasar sus novelas: Misión Olvido (2012), La Templanza (2015) y Las hijas del Capitán (2018), que la mantienen en la hornacina del bestseller.
Yo no tenía intención de volver a Sira. Fue tan rápido, tan convulso, precipitado y absorbente lo que ocurrió con ‘El tiempo entre costuras’ que acabé saturada
La nueva ficción de la novelista desembarca simultáneamente en España y América Latina con una tirada de 500.000 ejemplares. Que María Dueñas vende, y mucho, es una obviedad. De hecho, cuando se le pregunta, ella deja pasar el asunto, como si de un cumplido impertinente se tratara. Sobre su personaje Sira Quiroga, su relación con el mundo del guion y la pandemia como episodio, habla Dueñas en esta entrevista concedida a Vozpópuli. Lo hace en uno de los sillones del madrileño Hotel Palace. Viste de forma impecable, cubierta con una mascarilla negra que en ella luce casi tan elegante como un tocado con rejilla.
Han tenido que pasar 12 años para volver a Sira, la protagonista de ‘El tiempo entre costuras’ ¿En qué han cambiado ambas?
Ha cambiado mucho más Sira que yo. Cuando escribí El tiempo entre costuras tenía cuarenta y tantos años, una profesión y un mundo establecido. A Sira la conocimos muy joven, veinteañera, bajo el ala de su madre. Era vulnerable e inocente y se dejó llevar por un tipo que apenas conoce. Ahora es otra. Ha alcanzado una cierta madurez, ya no es tan moldeable ni actúa empujada por las circunstancias. Es ella la que va marcando su destino. Tiene otro bagaje. Está más viajada. El hecho de ser madre la hace distinta y marca sus decisiones.
Si volvió a ella sería por algo. Es un personaje del que los lectores esperan cosas. No era especialmente sencillo.
Yo no tenía intención de volver a Sira. No me lo había planteado. Fue tan rápido, tan convulso, precipitado y absorbente lo que ocurrió con El tiempo entre costuras que acabé saturada de Sira. La novela en España fue una bola de nieve que no paraba de crecer. Luego dio el salto a Latinoamérica. En cada país se publicó en momentos distintos. Iba y venía, todo el rato.
Se tradujo y se publicó en 35 países.
Terminé en Taiwán, Japón, China, no sé en cuáles otros lugares para presentarla. En EEUU hice un circuito dos veces: la primera y luego cuando salió la edición de bolsillo. Y después surgió la serie. Yo me levantaba y me acostaba hablando de Sira. Llegó un momento en que sentía algo como: "Chica, te agradezco muchísimo todo lo que me has dado, pero nos vamos a separar un tiempo". No me lo volví a plantear. De hecho, no contaba con volver a ella. Tenía una novela escrita hasta la mitad cuando decidí retomarla.
¿Pero cuál fue el disparadero?
Me pilló con el paso cambiado. Soy muy sistemática y normalmente una vez que comienzo un proyecto, continuó. Me dije: ‘no le des más vueltas’, aparté aquella novela y volví a Sira, pero hasta entonces no había tenido necesidad ni me había parado a pensarlo. Esto ocurrió de la manera más insospechada.
En esos años de posguerra todo está marcado por cambios. Palestina aún es un protectorado británico, en Londres no hay para comer
Sira enfrenta tiempos convulsos. Se mueve por la Palestina previa al nacimiento del Estado de Israel, el Londres de la posguerra, el Madrid de Franco y Tánger.
Los países intervienen en su vida más allá de ser un contexto geográfico. Cada ciudad y los acontecimientos que vive en ellas, la marcan y la llevan a tomar unas u otras decisiones. Son mucho más que meros paisajes.
Sira se va a transformar en muchas cosas, incluso en periodista.
Va a fingir que es periodista. Su afán no es convertirse de periodista y tampoco sus tareas son estrictamente de periodista, pero se va a mover en el mundo del reporterismo.
Nada más y nada menos que de la BBC, en un Londres donde Chaves Nogales acaba de morir y Arturo Barea trabaja en la radio.
Tenía mucho interés en mostrar ese tiempo. A diferencia del Nueva York de Las hijas del capitán, que era una migración económica, de jornaleros, de gente de campo, que se va a trabajar buscando dinero para poder volver y acaban convirtiéndose en exilados a su pesar, el exilio de Londres es de altura intelectual, hay catedráticos, periodistas, diplomáticos, artistas, literatos. Queda claro cómo queda desangrada la vida cultural y el páramo en el que se convierte España en el franquismo.
A usted le permite visibilizar una diáspora. ¿Cuál fue la importancia política de la BBC para ellos?
Por un lado, les daba de comer a todos estos exiliados. Portillo, que era catedrático de la universidad de Salamanca, termina cavando zanjas. Años después su hijo llega a ministro conservador, pero no fue sencillo. La BBC les devolvía en gran parte su dignidad y lo que habían sido en España. En esos años de posguerra todo está marcado por cambios. Palestina aún es un protectorado británico, en Londres no hay para comer, tampoco carbón ni cómo explotarlo, vivían a base de cartillas de racionamiento…
Tiene secundarios históricos, como Franco. ¿Por qué da tanto despliegue a Barbara Hutton, que la lleva a Tánger, y a Eva Perón?
Barbara Hutton marca un hito en la vida de Tánger. Había recuperado el estatuto tras la guerra. El Tánger que resurge de la Guerra Mundial corresponde a los años dorados. Su perfil es distinto al flujo y el movimiento económico y político previo a la guerra. Ya hay turistas. Ya era cosmopolita antes, pero en este momento hay dinero. Atrae a los escritores. Se desarrolla una vida creativa, llena de personajes, así como una vida muy hedonista y frívola. Es ahí donde aparece Barbara Hutton como icono de esa sociedad mundana.
Ella atrae a mucha gente, organiza fiestas en el palacio que compra en el que ni siquiera puede meter el Rolls Royce. Me atraía ese Tánger dorado en el que mana la felicidad, brota el dinero y todo en realidad está a punto de estallar. Al estatuto le queda poco menos de una década para desaparecer, pero en ese momento a nadie le interesa. Todos viven flotando en una felicidad momentánea, a igual que pasó en la India y en Palestina. Ya se está desintegrando el colonialismo. Me apetecía hacer la foto fija.
Me atraía ese Tánger dorado en el que mana la felicidad, brota el dinero y todo en realidad está a punto de estallar...
Evita, su otro personaje, abunda en paradojas.
El narrador, que es Sira, y detrás estoy yo, no tiene intención de juzgarla. He leído muchísimo del personaje. He mostrado sus luces y sus sombras. En España tenemos conocimiento muy superficial de Eva Perón. Suele existir con ella las dos reacciones o la aman o es vilipendiada. Yo he querido ahondar en las dos vertientes: por un lado, es muy populista y frívola en unas cosas, pero fue pionera de causas sociales.
A mí lo que más me impacta de Eva Perón es cómo una mujer tan joven y tan poco preparada alcanza una voz propia. Cuando ella viene a España tiene 27 o 28 años, con apenas educación formal, con un marido político y militar, sin apenas asesores o consejeros y procuro mostrar cómo ella resuelve eso de la manera más airosa, hace lo que quiere, dice lo que quiere. Me fascina su audacia en una España tan encorsetada.
¿Estaban empoderadas sus heroínas antes de que se usara esa palabra? ¿Cómo son las heroínas de María Dueñas?
Lo que intento hacer con mis personajes es que sus puntos de partida están muy por debajo de cualquier héroe al uso. No son mujeres con granes aspiraciones o ambiciones, no se plantean grandes objetivos, sino que, por las coyunturas de la vida, por ejemplo, la muerte del padre en Las hijas del capitán o como Sira, que se enamora de un canalla que la deja tirada. De pronto ellas se vuelven vulnerables y es ahí donde sacan las uñas para remontar. Ninguna es consciente de su valor hasta que la vida las obliga. Son heroínas a contracorriente. No quieren nada hasta que la vida las azota y es ahí cuando despiertan.
¿Cuántos frentes abiertos tiene un autor? ¿Cuántos son un en su caso?
Tienes abiertos los que quieres tener. Te puedes blindar en la medida que quieras y abrirte en la medida que tú quieras. No todos los escritores nos desplegamos de la misma manera. No todos los animales que tienen alas son iguales. Hay águilas, pero también hay pollitos y sabes hasta qué punto de quiere exponer, hasta qué punto quieres ser mas contenido. No hay un perfil único. Abrimos y cerramos tantos flancos como queramos. Además, van cambiando con el tiempo. Yo ahora mismo estoy haciendo cosas distintas: estoy trabajando en otros formatos, por ejemplo, guion y proyectos creativos de otro tipo. Voy cambiando y adaptándome. Se me ocurren tres novelas cada día que pasa. Y algunas sí que las estoy volcando en otros formatos: podcast, guionización…
Cada tres años publica novela. Le tocó 2021. Y el mundo cambió.
La pandemia nos ha pillado con el paso cambiado. Jamás pensamos que llegaría un virus para trastocar la vida de un planeta entero. Lo único bueno que he sacado de esta pandemia es que he conseguido escribir con mayor sosiego, aunque la verdad es que ninguno de nosotros ha rendido al 100%. Era muy difícil la capacidad de concentración, sobre todo, en los primeros tiempos: si la curva se aplana, si no se aplana, cómo estaba la gente. Hemos tenido que hacer un ejercicio de concentración extra y dejar de dar vueltas con este asunto tan brutal e inesperado. La pandemia no ha influido en el libro, con o sin pandemia habría sido así. En lo que sí ha influido es en mi trabajo cotidiano.
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