Cultura

Marta Fernández: "La esperanza es una de las mayores mentiras de la vida”

La periodista publica 'La mentira', un repaso sobre algunos de los mayores farsantes de la historia

Los bustos parlantes de la televisión han tenido mala fama, casi justa mala fama, en los libros: pasto de negros literarios, producían obras sencillas y simples destinadas a llenar bibliotecas de gente que no lee para enriquecer a tipos que no necesitaba más dinero. Una excepción es la periodista y locutora Marta Fernández (1973): letraherida rigurosa; periodista intensa, ha publicado una excelente colección de ensayos llamada 'La Mentira' que tiene algo de investigación juguetona sobre farsantes. Ella, aunque le duela, no es uno de ellos: escribe demasiado bien.

Pregunta. El pastor protestante de Fanny y Alexander reprendía a su hijo adoptivo con la frase: “se miente para tener ventaja” ¿Coincides con ese juicio?

Respuesta. Sí, se miente para tener ventaja, pero también para muchas otras cosas. La ventaja puede ser darwinista, pero también para que te quieran más. Tenía bastante razón el pastor protestante: estos suelen tener razón en muchas cosas.

P. Quiero empezar con el preciosista texto que inicia el libro, lírico y en espiral, ¿no crees que contrasta con el resto de la obra? ¿Es algún inicio de novela que no llegaste a acabar?

R. No, qué va: no sabía muy bien cómo empezar el libro y quería empezar implicando al lector para que viera que en el fondo todos somos mentirosos. Mi mentira más cotidiana es el insomnio: no sé si es lírico; probablemente todo lo que tiene que ver con el sueño lo es…

P. Es muy de periodista el insomnio, males de escribir mucho…

R. Sí. 

La esperanza es una de las mayores mentiras de la vida. No podríamos vivir sin ella, sin imaginar que mañana será mejor

P. ¿A qué te refieres en este inicio como mentiras más íntimas? ¿El amor, el ego, la esperanza…?

R. Por supuesto: la esperanza es una de las mayores mentiras de la vida. No podríamos vivir sin ella, sin imaginar que mañana será mejor. El amor es la mentira más cotidiana de todas: es un mecanismo por el cual ponemos a otra persona dones que nosotros inventamos. Cuando convivimos con esa persona cada día, cuando vemos que no tiene esas virtudes, nos empeñamos en ello…

P. La cita “amar es rendir culto a un Dios falible”

R. Un Dios falible e inventado: deificamos a un mero mortal por la cuestión del amor. Otra de las grandes mentiras del día a día.

P. Empecemos con Víctor Lustig; arquetipo de estafador judío y austrohúngaro ¿Cómo pudo vender la torre Eiffel dos veces? ¿Pensaba a lo grande como dices en el libro?

R. Lo considero un ejemplo de lo que tendría que ser un buen periodista: sabe escuchar, dejar hablar al otro y conoce todos los mecanismos del ego y las aspiraciones de los que está timando. Un tipo con ese conocimiento no solo consigue vender la torre Eiffel, sino también que el primo al que ha estafado no le denuncie por puro bochorno.

P. ¿Conoces la historia de Erich von Stroheim en su llegada a Estados Unidos haciéndose pasar con éxito por un conde prusiano? Y era el hijo de un sombrerero austrohúngaro…

R. Claro, la historia de los grandes directores alemanes o austriacos que llegaron a Estados Unidos y construyeron su propia identidad al cambiar de país es totalmente fascinante. Estuve pensando incluso en hacer un capítulo sobre eso con gente como von Stroheim y Billy Wilder, que también mentía permanente sobre sus orígenes…

P. El realizador Peter Bogdanovich, que lo conoció bien, tenía una opinión pésima sobre Wilder en lo personal. Consideraba muy cruel su humor.

R. Totalmente. Al inventarse su biografía, llegó a contar que vivía en el aseo de señoras de un hotel. Fue adornando esa historia hasta que todo el mundo se la creyó y como eso todo. Erich von Stroheim igual, y además daba el tipo del personaje literario que se había inventado…

P. Había una demanda en Hollywood de actores que hicieran de “prusiano temible”

R. Daba el tipo sin duda (risas).

P. ¿A qué se debe el éxito de estos dos farsantes en el Estados Unidos de entre siglos? ¿A la inocencia de la gente en el país? (parafraseando a Buñuel) 

R. Es muy curioso porque yo creo que el pueblo estadounidense fue inocente hasta el 11 de septiembre. Es la primera vez que se sienten atacados. Además, es una nación que viene muy mezclada de otro país, se inventan uno de cero: no voy a decir de la mentira, pero sí con unos mitos propios como los padres fundadores, los peregrinos, esa ciudad masónica que es Washington…

P. El propio día de la independencia que tienen es falso, se firmó en otra jornada…

R. Efectivamente, entonces, creo que es un país muy dado a la ficción. Esto tiene mucho que ver con su carácter protestante, con labrarse su propio destino. Las cuatro piedras que tienen en Boston o Filadelfia las consideran como si fueran algo totalmente histórico, como un acueducto romano: esto te dice algo sobre su predisposición a la ficción. Y casi prefiero esa inocencia americana a esta amargura europea…

P. Stefan Zweig, volviendo a los fabuladores austrohúngaros, decía en sus memorias que el actor estaba en la cúspide de la pirámide social en Viena…

R. Tiene toda la lógica: el actor, probablemente también el escritor, es la sublimación de la mentira. El intérprete tiene que “pasar por el cuerpo” el papel -la letra- aquello de meterse en el personaje. Esto es muy curioso porque a Stanislavski se le ha tergiversado: en su método de actuación dice que el texto construye el personaje y no las vivencias personales del actor. El intérprete se disfraza con las palabras y se convierte en otra cosa.

P. Cuéntame algo de WIlliam Henry Ireland; hombre de letras fracasado que pretende hacerse pasar por Shakespeare inventando una obra perdida. A Borges le habría encantado la historia…

R. A Borges seguro que le encantaba: los inventa la vida y no la literatura. Es un pobre zoquete, en palabras de su padre, que por conseguir el amor de su progenitor se inventa manuscritos de Shakespeare. Para ganarse el respeto de este afirma que los ha encontrado en una alacena… 

P. Esa recuperación de Shakespeare es propia del siglo XVIII inglés. En los tiempos de Milton se le consideraba inmoral

R. Este autor sufre una primera etapa donde se le considera inmoral, realmente lo era. Luego existe un resurgimiento de Shakespeare, coincide con la época de Ireland, y este último recorre todo el condado de condado de Strathmore and Kinghorne para encontrar manuscritos. Al no encontrarlos decide crearlos: en ese libro hay una de las cosas más divertidas y es que hacen una profesión de fe y mencionan un pollo.

P. ¿No era la autoría más difusa antes del siglo XIX? En el libro hablas del Quijote y, cómo sabrás, Alonso Fernández de Avellaneda se inventó una secuela con éxito…

R. La autoría y el copyright es algo que básicamente le debemos a Charles Dickens: luchó bastante en su gira americana para que no piratearan sus obras. La autoría era algo mucho más difuso. El propio Shakespeare era un gran plagiador: hay tiradas de versos en La tempestad que están sacados de Montaigne.

P. Fernando Savater solía recordar como los ilustrados, creo que Voltaire, utilizaron en muchos textos párrafos calcados de La naturaleza de las cosas de Lucrecio. El libro estaba prohibido por ateo…

R. Nadie conocía los textos originales. Y luego, por la propia transmisión en la oralidad, se pasaban tradiciones de las cuales nadie era consciente de su origen. Era una “espuma de las ideas” que viajaba de unos a otros.

P. ¿No eran todos los contemporáneos del cronista Geoffrey de Monmouth falsarios? Es decir, la historia antes de los escritores racionalistas no podía tener fuentes fuera de los cronicones orales…

R. Claro, efectivamente, pero luego también del siglo XVIII esas fuentes se pueden retorcer, pervertir…

P. Volvemos otra vez a El hombre que mató a Liberty Valance y su “print the legend”…

R. Sí, totalmente. Geoffrey de Monmouth es un personaje que me fascina, me apasiona, y escribe la historia de los reyes de Inglaterra, de Britania, con un afán de propaganda y como método de colocarse él. Y, también, es la historia de un plagio: copia de los grandes, va a la Eneida, y Londres se convierte en Nueva Troya. Hay que tener valor, por decirlo suavemente.

P. Francis Scott Fitzgerald y sus manuscritos perdidos dominan un capítulo ¿Cuánto hay de mito y real en sus piezas ocultas? ¿Por qué grandes escritores como él o Faulkner no llegaron a triunfar en Hollywood?

R. Esto lo explicaba muy bien Billy Wilder. Decía de Scott Fitzgerald que lo que hacía allí es “como si pones a un gran escultor a hacer tuberías” (risas). Él quería triunfar en Hollywood, lo necesitaba para su economía, e hizo un máster propio viendo películas, apuntando escenas, etc. Pretendía darle más profundidad al personaje de Ashley en Lo que el viento se llevó y no se lo permitían: Nathanael West lo cuenta muy bien en El día de la langosta.

P. No conocía el papel de “Arcadi Espada de Baltimore” de Edgar Allan Poe denunciando mentiras que narras en tu libro ¿No es un contraste absoluto con la ficción absoluta que escribe? No hay apenas realismo en sus obras…

R. Yo creo que es el mismo mecanismo que utiliza para describir sus obras, bulos y su detective Lupin. Edgar Allan Poe ahora sería “geek” o un “nerd” por su interés en descubrir cómo funcionan las cosas, los aparatos. Este análisis de las estructuras lo lleva a la ficción y es un gran constructor de mecanismos de este tipo. Le encantaba, así, destripar mentiras para ver qué había dentro de ellas y construir con esos mecanismos las suyas: Manuscrito hallado en una botella o La verdad sobre el caso del señor Valdemar

P. Pasemos a Orson Welles, que hizo de la mentira una divisa en la soberbia Fraude ¿No es toda su filmografía una defensa de cierto discurso barroco, es decir mentiroso, para llegar a una verdad oculta?

R. Estoy completamente de acuerdo: toda su filmografía está atravesada por la mentira. Sí elige un personaje shakesperiano, este es Falstaff. F for Fake es evidente, pero la propia escena final de La Dama de Shanghai es una sublimación de la mentira. ¿De qué habla en El Extraño sino de la mentira?

P. El Extraño es un filme genial, una de sus películas más infravaloradas

R. A mí me encanta esa película y trata sobre la mentira. Harry Lime en El Tercer Hombre se centra también en la mentira, aunque no dirija la película. Esto lo llevó a su propia vida, incluso…

P. ¿Era consciente de la inmoralidad de utilizar recursos del periodismo Welles en la retransmisión en La guerra de los mundos?

R. Se produce una carambola en esta retransmisión por lo cual se utilizan estos recursos: en Mercury Theatre hacían adaptaciones de obras más clásicas con un aire nuevo. Cuando llegan a "La guerra..." no saben cómo hacerlo, el guionista el pobre está torturado y lo considera imposible. Así que se les ocurre esta idea de adaptarlo como boletines informativos, aprovechándose del directo (se había retransmitido antes el desastre del Zeppelin Hindenburg). El problema es que cuando hacen el primer guion a Welles le parece un horror y decide optar por el recurso narrativo periodístico para darle más ritmo: se les fue la mano. El equipo de Orson Welles, los guionistas, no lo hicieron con ninguna malicia: no pretendían que fuera real. El programa tenía una introducción que decía lo que era, pero fue acortada.

P. ¿Sabes que el general golpista de Sevilla Queipo de Llano tomó la ciudad de Sevilla con esas mismas técnicas de falso periodismo de Welles? Engañó a los leales de la República. La anécdota hace plantearse la moralidad de los mentirosos….

R. Claro, es una técnica antigua de la guerra: inventarse batallones mayores de los que se tienen. Lo hacían ya los romanos predisponiendo sus legiones. La mentira donde mayor florece es en la guerra: si lo unes a marcianos y radio te sale un cóctel explosivo.

queipo de llano
Gonzalo Queipo de Llano.

P. Es curioso Gregor McGregor, militar de la emancipación venezolana como príncipe fraudulento de Poyais entre Nicaragua y Honduras ¿Por qué hay tanto farsante aristocrático? ¿Es la sangre azul la primera mentira?

R. ¡Es la primera mentira! Bastaría con una herida en el brazo de alguien con sangre azul para acabar con esa mentira. Esto tiene que ver con los nobles no tenían que trabajar al sol y tenían las venas azules. McGregor, aristócrata y heredero de una estirpe de héroes, lo que quería es escalar socialmente: se casó por dar el braguetazo, dos veces, y llegó a mentir para escalar en el ejército.

Cuando no pudo hacerlo en su país lo hizo en el de Venezuela y en un giro maravilloso descubrió las bondades de vender terrenos en un reino que no existía: Poyais en la costa de los mosquitos. Cuando lees los diarios de uno de los colonos en ese lugar pensaban que daban una patada y salían pepitas de oro y florecían las cosechas… Ellos habían visto morir a su familia y el resto de los habitantes en estas marismas abandonadas y seguían diciendo “pobre Gregor McGregor…”

P. Cuéntame cómo llegas a WIlliam Hacke y otros falsificadores de mapas ¿Es posible hacer esto ahora en tiempos de Google Maps?

R. Hay una isla fantasma llamada Sandy en el pacífico que estuvo en Google Maps hasta inicios de este siglo. Hubo un momento descacharrante cuando una expedición la buscó y se dio cuenta que no existía: es una ínsula que aparece por un error en la medición. Google hizo la medición con los mapas del almirantazgo británico y creo que ahora todavía se mantiene. Pero ahora, también, tenemos terraplanistas. Es muy llamativo que todavía exista la mentira geográfica…

P. La legendaria isla fantasma de las Canarias que aparece y desaparece dependiendo de las mareas…

R. ¡San Borondón! Con la serie Perdidos decían que era esa isla, barriendo para casa…

P. Me encanta la historia del culto satánico en Ohio, que es reciente, ¿Cómo pueden engañar a tantos allí? ¿Nadie ha leído Cuando las profecías fallan de Leon Festinger?

R. Fíjate, la historia del culto satánico por edad yo la recuerdo: tuvo un coletazo europeo y cuando jugabas a Dragones y mazmorras aquí se llegó a decir que era un juego demoniaco.

P. El crimen del rol en España…

R. Sí, sí. Javier Rosado…

P. ¿Cuántas carreras llegó a hacer ese psicópata en la cárcel?

R. Tiene tres.

P. Merece un puesto en el Consejo de Estado

R. Totalmente (risas). El pánico de lo demoniaco en los 80 fue muy pronunciado: se decía que si oías ciertas cintas al revés escuchabas a Satán. Era casi imposible hacerlo. Me interesa esa historia del pánico satánico en Estados Unidos porque es por contagio a toda una población: no es tan distinto a otros que hemos vivido. Cuando el miedo y la mentira se asocian crean un producto muy virulento y difícil de parar. Llegaron a creer en EE. UU. que, en las urbanizaciones, en los parques, en los colegios había cultos satánicos. 

P. Es posterior al éxito de El Exorcista

R. Se produce un cambio temporal luego de esa película y los crímenes de Manson. En El Exorcista un demonio posee una niña, la máxima inocencia. El libro fue superventas, la película fue un tiro en la taquilla, pero luego se da un giro bastante cualitativo, importante, para explicar el fenómeno: el demonio acecha en cada barrio de los Estados Unidos. Es el caso de la serie Los hijos de Sam donde el perro manda asesinar al protagonista. Ese cambio tiene que ver con la ideología, con Reagan…

P. Aparece el fenómeno de los new born christian”

R. Es la estigmatización de todo lo que era distinto, incluso el SIDA, pero que está ahí y te puede llevar a ese lado del mal.

P. Hubo un cambio paralelo también en la Francia de finales del XIX cuando se publicaron todas esas novelas satánicas y los libros de Huysmans. Es cuando empiezan como reacción muchos movimientos neoconservadores y cristianos en Europa.

R. A Contrapelo de Huysmans es la hostia. En periodos conservadores se utiliza el miedo: ahora a caer enfermo, con anterioridad a ser poseído por el diablo. Es un ente contagioso, como las enfermedades, y del cual es difícil encontrar una vacuna.

P. La frase de Blade Runner: “es toda una experiencia vivir con miedo, ¿verdad? Eso es lo que significa ser esclavo…”

R. Totalmente, es que es eso.

P. Existe una fascinación muy marcada, que casi me recuerda al recientemente fallecido Javier Marías, por el mundo anglosajón en tu libro ¿No cansará esto un poco a los críticos castizos? Además, no será por mentirosos en los países latinos…

R. Puede ser, pero me interesaban los mentirosos anglosajones y despegarlo de lo de aquí. Lo que me torturaba al escribirlo es esa idea de las fake news como algo nuevo: vivimos en esa era desde el caballo de Troya. Desde la serpiente con la manzana, incluso. Sí, hay una inclinación a los países anglosajones es porque yo vivo en esa mentira de vivir en un país anglosajón (risas): veo la tele en inglés, escucho la radio norteamericana y me empeño en leer prensa estadounidense.

P. Tu bibliografía es excelente, supera las diez páginas, ¿cuánto tiempo te ha llevado escribir el libro? Es raro ver ya tal trabajo bibliográfico en un libro escrito por periodistas…

R. La verdad es que me llevó mucho más tiempo investigarlo que escribirlo: una mentira te llevaba a otra y descubrías una trampilla que iba a otra más interesante. Lo del pollo en la profesión de fe de Shakespeare no podía ser verdad, así que buscaba otras tantas fuentes para ratificarlo. Lo más gracioso es que la mayoría de los libros que necesitaba ya estaban en mi casa, en mis estantes.

P. Quiero acabar con tu última parte donde reivindicas Pinocho, el cuento del niño de madera “que nos demuestra que la muerte puede ser una mentira. A veces la vida también lo es” ¿No son acaso nuestros “yo” la primera mentira, parafraseo a Pascal, al ser un espejo de cómo nos ven los demás?
R. Por supuesto: nuestra propia identidad es una mentira que construimos y reconstruimos en el día a día. Quería acabar con el asunto de los muñecos: con Pinocho y el episodio anterior de la muñeca. En los niños existe una fantasía de dotar a los muñecos de vida y solo somos mayores cuando los dejamos de considerar así. El peluche llega a tener una voz propia, manías, personalidad y deja de tenerla. Pinocho es un cuento muy visual, aunque se ha 'disneyficado', pero todavía conserva algo de una carga del subconsciente con la cual Freud podría haber hecho algo…

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