Mathew Knowles (Albama, 1952) es un hombre familiar. Antes de entrevistarle por teléfono, te advierten de que no lo gusta hablar de su divorcio. También recomiendan que por cada pregunta que hagas sobre Beyoncé lo correcto es hacer otra sobre su hija Solange, que tiene una notable carrera dentro del pop. Por el tono de los avisos, intuyes enseguida que tienes que enfrente a uno de esos hombres de éxito donde se desdibujan la frontera entre el rigor y el mal humor.
Quique Piñón, periodista de Vanity Fair, le entrevistó unos días antes y se llevó una reprimenda por etiquetar como soul a un grupo de rhythm and blues. “Esa es una forma muy poco respetuosa de referirse a un género, nadie la utiliza ya y se sustituyó por R&B hace mucho tiempo. Es tu obligación actualizarte. Y mi deber es educarte, aprovecha esta oportunidad”, le espetó. No se anda con bromas.
"Uno de mis mayores aciertos fue la idea de que las tres chicas debían desarrollar carreras paralelas al grupo, durante los descansos de Destiny’s Child", recuerda
La primera pregunta de Vozpópuli trata sobre la concentración corporativa en la industria de la música. Grandes emporios como Youtube, Live Nation y Spotify acumulan un poder creciente en detrimento de los artistas. ¿Cómo vive ese proceso? “La mayoría del público me conoce por mi faceta como representante de artistas. En realidad, sobre todo, soy un ejecutivo discográfico. Mi compañía Music World Entertainment ha estado funcionando desde hace veinticinco años. Desde ese punto de vista, estoy agradecido a Spotify porque llevamos tres años cobrando por el streaming de nuestras 4000 canciones publicadas y en el último ejercicio ingresamos un 17% más. Nos ha tocado el lado bueno de esa concentración. Dicho esto, no puedo olvidar que si yo fuese ahora representante de nuevos talentos estaría muy enfadado con Spotify porque van a cerrar su plataforma a artistas desconocidos. Eso reduce seriamente sus posibilidades. Cada cambio en la industria de la música supone que hay ganadores y perdedores”, explica.
Libros y clases
Su proyecto más inminente es la biografía Destiny’s Child: The Untold Story, que sale a la venta el próximo noviembre. Allí cuenta la aventura de uno de los grupos femeninos más exitosos de la historia, cuyo ascenso vivió en primera fila como mánager y padre de su miembro más destacado. “Fue un camino largo y lleno de altibajos. Primero eran unas crías a las que pocos veían posibilidades; luego se fue imponiendo su frescura, el grupo logró cambiar el mercado y más tarde se convirtieron en algo demasiado cercano al cliché, así que la mejor idea era disolverse”, recuerda.
El éxito del grupo fue su escuela para convertirse en un pez gordo de la industria. “Uno de mis mayores aciertos fue la idea de que las tres chicas debían desarrollar carreras paralelas al grupo, durante los descansos de Destiny’s Child. Conseguí descubrir cuál era la música que realmente les apasionaba y motivarlas para que se dedicaran a ello. En el caso de Michelle Williams era el gospel, pero Columbia no quería sacarle discos en ese estilo. Terminé por hacerlo yo, algo que me hizo zambullirme en esa escena y al final fiché a otras artistas y gané mucho dinero publicando ese tipo de discos”, celebra.
¿Cuál ha sido la mayor lección de estas tres décadas en la industria? “Doy clase en varias universidades e institutos de empresa, donde intento introducir a mis alumnos el pensamiento crítico. Lo más importante es identificar los problemas y conseguir soluciones eficaces. Una premisa esencial es que un buen artista no puede triunfar sin un buen representante y una buena organización detrás. Solo con el talento no se va a ningún sitio: necesitas trabajar duro y que lo hagan muchas personas contigo. Yo tuve la suerte de que Tommy Mottola, el presidente de Sony, viese algo en mí y ejerciese de mentor. También fue muy importante la contribución de Dani Leiberberg, presidente de Columbia, que siempre se volcó con Destiny’s Child”, añade. Knowles también deja claro que prefiere haber dejado el papel de mánager de su hija, ya que eso le permite centrarse en sus deberes como padre.
Racismo y dinero
No todo fue bonito en el ascenso a la cima. “Destiny’s Child llegó en un momento en el que todavía existía discrimación racial a los artistas negros. El público adora la música negra y por eso en el cambio de siglo se convirtió en mayoritaria, gracias al hip-hop y el R&B. El problema era el racismo dentro de la industria musical. Eso se fue atenuando gracias al trabajo de grandes ejecutivos como L.A Reid, Silvia Rhone y Jimmy Iovine, que tenía una especial conexión con los artistas afroamericanos y contribuyó mucho al segundo disco de Solange, St. Dreams (2008). Luego Iovine articuló el proyecto de los auriculares Beats con Dr Dre”, destaca.
"Es una pena que géneros como el hip-hop no abran paso a artistas femeninas ni pongan facilidades para que desarrollen carreras largas”, señala
También habla de discriminación de género. “La directiva Silvia Rhone hizo mucho para que se reconociera a las mujeres negras en la música. Se ganó el respeto. El pop es un lugar donde se exige mucho más a las mujeres, pero también se les recompensa al nivel que a los hombres. La pena es en géneros como el hip-hop, que no abren paso a artistas femeninas ni ponen facilidades para que desarrollen carreras largas”, lamenta.
Para terminar, le pregunto si no cree que la tecnología puede suponer un empobrecimiento para la música popular. En los últimos tiempo, artistas como Ed Sheeran o los discjockeys del EDM han conseguido llenar estadios con mínimos elementos musicales (un portátil, una guitarra y visuales). Eso supone una opción muy rentable que hace que llevar una gran banda de músicos se empiece a considerar un lujo. “No tengo ningún problema con las giras muy rentables. Yo no me meto en la creatividad de mis artistas y les pido que confíen en mí para la mercadotecnia. Hablamos mucho de creatividad y poco de beneficios”, concluye.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación