Cultura

Por qué de mayor quería ser Will Smith

La biografía de Will Smith es la de alguien inseguro y lleno de complejos que por fin se ha dado cuenta de que ser perfecto no es un camino viable en la vida. En la niñez buscamos ídolos perfectos, pero con el tiempo descubrimos que necesitamos héroes con luces y sombras

Will Smith
Will Smith / Vanesa Nérida.

Will Smith ha pasado por ‘El Hormiguero’. Ya no es aquella figura que a todo el mundo caía simpático. Desde aquel bofetón a Chris Rock en plena gala de los Oscar ha pasado a ser un marginado. Alguien a quien en Hollywood dan la espalda; vetado de la Academia con una condena de 10 años; un actor que levanta suspicacias y que “habla como un predicador”, en palabras de Pedro Almodóvar.

Will Smith ya no es lo que era. Aquel chico de Filadelfia más cool que nadie. El primer rapero en ganar un Grammy. El príncipe de Bel Air. El actor más taquillero. El padre ejemplar. Aquella aciaga noche en que se levantó como un miura y asestó un golpe brutal en el rostro de Rock marcó un punto y aparte en su existencia.

Muchos quisieron crucificar de por vida a Will Smith, pero yo no pude. Quizá porque de niño era mi ídolo; o porque me recordaba a mí mismo aquellos días de colegio en que una broma acababa de desbordar el vaso y yo también desplegaba la manopla al estilo Filadelfia en la cara de algún canalla. A mí no me vetaban de Hollywood pero sí me tocaba visitar el despacho del director.

Cuando era un preadolescente, los personajes de Will Smith me parecía que eran todo a lo que se podía aspirar en la vida. Eran guapos, se les daban bien las mujeres y tenían un carisma desbordante que a servidor le faltaba. El príncipe de Bel Air, J en Men in Black o Mike Lowrey en Dos policías rebeldes solían ser mis favoritos.

Aquel chico negro de Filadelfia –nunca me importó su color en realidad- tenía todo lo que a mí me faltaba. Por eso de mayor quería ser Will Smith. Hasta el punto de que memorizaba frases suyas de películas y las soltaba en público pensando que los demás me verían como yo lo veía a él. Spoiler: no funciona.

El tiempo pasó y me empecé a interesar por otros menesteres, pero siempre he guardado un cariño especial por este actor. Hace un par de años salió una biografía (‘Will’, editorial Zenith) que pasó sin pena ni gloria por las librerías españolas. Cuando la leí descubrí a una persona con muchas carencias, un hombre que seguía en busca de sentido.

Will Smith es un ser humano más. Una persona normal, alejada de sus papeles de hombre perfecto y de acción. Alguien inseguro y lleno de complejos. Una de las escenas de su vida que más le humaniza tiene lugar en los 90. Él ya salía con Jada Pinkett, por aquel entonces amiga del rapero Tupac Shakur. Will Smith reconoce que las veces que coincidió con él nunca fue capaz de dirigirle la palabra porque sentía celos de él: “Él era el gran Pac, y yo solo el príncipe de Bel Air”. Uno hacía la revolución en las calles mientras que el otro contaba historias de irse a Bel Air con sus tíos por meterse en un lío.

La inseguridad del actor nace en su infancia, época desde la que le acompaña un sentimiento de culpabilidad. El padre de Will Smith era alcohólico, y zurraba unas palizas inenarrables a su mujer. Un día llegó a tumbarla de un puñetazo dejándola inconsciente. Will Smith era el hermano mayor y, pese a ello, nunca se atrevió a enfrentarse a su padre, mientras que el hermano pequeño, Harry, sí que tuvo las agallas para hacerlo. Quizá aquello explica por qué se prometió no ser un cobarde nunca más, aunque hiciera falta dar un guantazo en plena gala de los Oscar a alguien que se cachondea de la alopecia de su mujer.

En aquella biografía, a Will Smith le obsesiona la idea de ser perfecto en todos los ámbitos de su vida. Una lucha que termina por desquiciar al actor, a su familia y a los que le rodean. Sin embargo, en ‘El Hormiguero’ dio una lección que demuestra que algo ha cambiado. “He aprendido a admitir que soy una persona normal y que soy imperfecta, que siempre voy a cometer errores”.

De niño quería ser Will Smith porque era perfecto –en sus papeles cinematográficos-. Ahora, más mayor, lo que necesito escuchar es justo lo contrario. Que se puede errar, sin perder la sonrisa. Que se puede vivir, sabiendo que algún día meteremos la pata. Que si hasta Will Smith se cansó de ser Will Smith quizá esto no vaya de metas ni de grandes conquistas.

Ocho películas de éxito consecutivas, treinta millones de discos vendidos, cuatro Grammys y cientos de millones de dólares no llenan el vacío” –Will Smith-

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