Bobby Fischer es uno de esos personajes que ha pasado a la historia por su excentricismo. Su legado en el ajedrez es inigualable, y su vida estuvo marcada tanto por su genialidad en el tablero como por su comportamiento, a menudo polémico. Ahora, gracias a la escritora cubano-puertorriqueña Mayra Montero, podemos conocer un poco más a esta figura icónica. En su libro 'La tarde que Bobby Fischer no bajó a jugar' (Tusquets), Mayra relata la noche que pasaron juntos en 1966, durante la 17ª Olimpiada de Ajedrez en La Habana.
La escritora se coló en el hotel en el que el ajedrecista se alojaba buscando un autógrafo. Ella a penas tenía 14 años y él 23, un dato que ha llevado a muchos a poner en cuestión el consentimiento que hubo en esta relación.
Se trata de la novela más personal de la autora, en la que además de relatar su aventura amorosa con Fischer, al que no volvió a ver nunca más, también narra la situación social y política que se vivía en ese momento en el país. Un libro que sirve para entender cómo el ajedrez cautivó a toda una generación y sirvió a las grandes potencias para representar las rivalidades políticas.
Respuesta:
Porque para poder escribir este libro se tenían que dar tres condiciones: tenía que ser viuda, vieja y huérfana. Una cosa es que escribas sobre romances que normalmente están basados en la ficción, aunque cada libro tiene un poco de experiencia personal. Otra cosa es escribir una historia que tiene ficción pero que el punto de partida es verdadero. En esta novela cuento muchas cosas sobre mi familia que son ciertas.
Realmente este libro no era algo que tuviera en mente. Yo estaba trabajando en otra historia. Un amigo griego busca cadáveres de fallecidos en la Segunda Guerra Mundial, los desentierran y se los entregan a los familiares que quedan vivos. Me pareció una historia fascinante y estaba escribiendo sobre ello. Sin embargo, en el aniversario de la muerte de Bobby o en su cumpleaños, vi algo relacionado con él y pensé: "¿por qué no cuento esta historia?"
R:
Pues ha sido un proceso difícil. Nunca había escrito una novela tan personal. Mi adolescencia fue muy turbulenta. Se daban muchas condiciones, nos queríamos ir del país y teníamos muchos conflictos. Mi padre era un escritor humorístico y por aquel entonces, aunque ahora también, había mucha censura. Por cualquier cosa llamaban la atención a los autores.
Escribirla me ha hecho rememorar muchos momentos. Por ejemplo, la única amiga con la que seguía en contacto es la que aparece en la novela con el nombre de Regina. Se hizo directora de cine y murió hace como dos años. Las demás no sé dónde están, ni cómo conseguir su contacto. Pero escribir sobre ellas me ha hecho recuperar esa etapa.
R:
Pues la verdad es que me quedé asustada. No me esperaba que apareciera así, tan de repente. Tenía miedo de que me echara o de que se montara un escándalo y llamaran a la policía. Además, él estaba temeroso de que los rusos le tendieran alguna trampa, les tenía una desconfianza atroz. De hecho, lo primero que me preguntó fue si me mandaban los rusos. Luego ambos nos tranquilizamos y pasó lo que pasó.
Pero, además, hay que tener en cuenta lo que es, desde el punto de vista de una chica de 14 años, conocer a un ídolo del ajedrez. Puede que en ese caso mi madre tuviera razón. Cuando lo vi por primera vez a través de la televisión me quedé embobada y me dijo: “Es que tú no sabes lo que es un americano”. Fue un comentario cruel, pero con algo de verdad.
"Lo primero que me preguntó al verme fue que si me mandaban los rusos"Pregunta: Entonces, ¿le llamó la atención desde ese momento que lo vio por primera vez?
Respuesta:
Sí, aunque hay gente que no lo encuentra guapo. Sin embargo, cuando estaba en su madurez, más o menos en el momento en el que jugó en Belgrado en 1992, era bastante atractivo. Y de joven era impresionante.
R:
Pues empiezan a reprocharme que una muchacha de 14 años no tiene capacidad de consentimiento, y en parte estoy de acuerdo. Pero en ese caso éramos una chica de 14 años y un chico de 23, no un señor viejo baboso. No era una situación forzada, todo fue muy natural. Hay que verlo desde esa perspectiva.
Los que la malinterpreten lo van a hacer porque les da la gana. Hay que ponerse en contexto para entender la historia. Es algo que pasó hace más de 50 años y era otra época. Además, como he comentado, no nos llevábamos tanta edad. ¿Eso está mal?
Voy a poner otro ejemplo. En Puerto Rico, donde vivo ahora, las chicas de 13 y 14 años salen a bailar y ‘tontean’ con chicos de 16 o 17 años. Se besan y tienen relaciones, ¿eso está mal? ¿Son relaciones no consentidas? ¿Qué diferencia hay entre una chica de 14 y un chico de 23?
Yo no me vi en una situación de asedio o control. Bobby Fisher no me violó.
R:
Iba viendo las cosas que se publicaban en la prensa, pero cuando abandoné Cuba con mi familia yo hice mi vida.
El momento más importante de su carrera fue cuándo se alzó como campeón y se convirtió en un ídolo en Estados Unidos. Luego empezó a tener problemas mentales, cosa que no aparece en el libro. Él estaba mal y después ya no pudo volver a Estados Unidos. Hubo un momento que desapareció del mundo.
R:
Yo creo que es un personaje que está muy olvidado. Lo abandonaron aún sabiendo que estaba trastornado. No se preocuparon de llevarlo de vuelta a Estados Unidos, y a día de hoy no quieren saber nada de él allí. También es verdad que contribuyó a eso porque, por ejemplo, celebró el atentado de las Torres Gemelas.
Su última etapa fue muy solitaria. Murió solo en Islandia, e incluso allí es un personaje olvidado. Las excursiones turísticas no le nombran aunque está el centro Fischer. Yo he ido alguna vez a visitarlo y tengo pendiente volver para llevarles ejemplares del libro y una réplica del primer ajedrez del mundo. También está su tumba, junto a una pequeña iglesia.
R:
No sé qué le hubiera dicho, me hubiera quedado paralizada. Primero me habría gustado saber si me reconocía. Seguramente él también hizo su vida, aunque sobre sus amores no se supo mucho. Igual me habría lanzado a sus brazos. Me tendría que haber visto en esa situación.
R:
El ajedrez siempre ha sido un juego muy especial para los rusos. Es el juego de la inteligencia, de la estrategia. Dicen que Lenin era un gran jugador y que los grandes cerebros y dirigentes de la Revolución Rusa también. Además, en Estados Unidos por esa época había grandes ajedrecistas. Pero en Alemania. Hungría y Europa oriental también tenían mucha tradición. En cuanto a Cuba, Fidel Castro era un gran ajedrecista y el Che Guevara era mucho mejor que él.
También hay que tener en cuenta que eran otros tiempos. Antes estaba muy bien visto jugar al ajedrez. Ahora a los jóvenes no les interesa. Creo que ese fanatismo era porque era un encuentro. Era el único escenario donde se podían pelear grandes batallas, sino lo otro hubiera sido la bomba atómica. En el ajedrez se representaban esas grandes rivalidades políticas. Creo que esa idea se transmitió al público y esa guerra se llevó al tablero en muchos sentidos.
R:
Bueno Rosa Montero es una grandísima escritora y una hermana para mí. Nos conocemos desde hace muchos años y hasta nos hicimos un tatuaje juntas. Aunque tenemos algunas diferencias a la hora de entender el mundo somos grandes amigas y nos divertimos mucho, que al final es lo importante. Por eso se lo dediqué.
Aunque bueno, siendo sincera, la razón más importante por la que le he dedicado este libro es porque ella me ayudó a buscar el nombre. Una noche que estábamos cenando juntas le dije que la novela se iba a llamar ‘Nocturno’. De hecho, uno de los capítulos se titula así en honor a un programa de radio, el único decente que había en la época. Sin embargo, Rosa me dijo que tenía que ponerle al libro un titular donde se hiciera referencia de alguna manera a Fisher. Usar su apellido me pareció demasiado así que opté por ‘La tarde que Bobby no bajó a jugar’.
R:
No, no me lo planteo ni aunque cambiara la situación. Para mí Cuba es una etapa más que cerrada. He vuelto alguna vez porque aún tengo muchos amigos y familia allí, aunque cada vez menos porque todos se van. Amo mucho a Cuba, el tiempo que viví allí y toda la formación que tuve, pero eso ya pasó. Ahora soy cubano puertorriqueña, Puerto Rico ya es mi casa.
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