No estoy descubriendo nada si les digo que las autobiografías de políticos en activo suelen ser un sopor. Cuando me llegó Yo soy Georgia (Homo Legens) mi primera tentación fue ignorarlo. Luego, en una tarde tonta, decidí darle la oportunidad de leer el capítulo sobre inmigración, ya que es donde más podían chocar los valores cristianos de Giorgia Meloni con su postura contraria a la llegada de pateras a las costas italianas. Contra lo que puede esperarse, se trata de unas páginas bien resueltas, entre las mejores del libro, donde la líder de Fratelli D’Italia explica las disfunciones de la prensa ‘progre’, defiende su concepto de soberanismo y demuestra que su opción puede ser acertada o equivocada, pero que defiende el bienestar de los extranjeros y no su discriminación (aunque choque frontalmente con la visión del papa Francisco, también legítima).
Más allá del dilema religioso, Meloni argumenta que la izquierda “se ha negado a aceptar las cifras y la realidad” y “ha creído suficiente esconderse tras una vaga retórica de la acogida”. ¿Por qué debemos aceptar un sistema basado en el pago a mafias y la preferencia de entrada de los migrantes con más dinero? ¿Por qué ningún millonario globalista o icono pop chic cuestiona el fenómeno, a pesar del inmenso sufrimiento que provoca? ¿Por qué se repite que “los emigrantes realizan los trabajos que los italianos no quieren” cuando debería decirse que “aceptan los salarios y condiciones laborales que, con razón, los italianos rechazan”?
Un fragmento clave: “La inmigración no regulada afecta sobre todo a los más débiles: en el mercado laboral, en los servicios sociales y en los suburbios de las grandes ciudades metropolitanas. Por eso la izquierda, encerrada en sus aterciopelados salones, puede fingir que el problema no existe. No es casualidad que, en todo Occidente, las clases trabajadoras, los pobres, como los que viven en los barrios más periféricos, estén cada vez más cerca de los movimientos políticos de derechas y cada vez más alejados de una izquierda insensible a sus problemas”, destaca.
Muchas de estas personas que migran no tienen más opción que ofrecerse al crimen organizado, para ejercer de prostitutas o delincuentes. “Una de las trágicas realidades que los buenistas siempre han ignorado es, curiosamente, dónde acaban esas personas que el magnánimo Occidente ’salva’”, señala. La autora considera que “solo una persona estúpida puede ser racista” y luego presenta su planteamiento más incómodo, que reconoce la explotación occidental del Tercer Mundo: “Fingimos ser buenos porque acogemos, solo para abandonar en los márgenes, a las personas que huyen de nosotros y de nuestra explotación. Pero en lugar de llenar Europa de africanos, ¿no tendría más sentido liberar a África de ciertos europeos?”
Meloni personal
El otro descubrimiento del libro es que estamos ante una persona con fuertes raíces culturales, hundidas en la música popular de su país, en la filosofía política y en la literatura clásica. Cita igual La historia interminable de Michael Ende que a Víctor Hugo, Dante y Plutarco, bien imbricados con historias de su vida familiar y su intensa militancia política (seguramente la más precoz entre los líderes europeos). Tiene cintura incluso para incorporar a Gramsci al programa de Fratelli D’Italia: “Lo que él llamó hace cien años la ‘cuestión meridional’ sigue siendo aún hoy la mayor herida nacional. Las profundas diferencias que existen entre las distintas zonas de nuestro país son vergonzosas e inaceptables. Me preocupa el sur de Italia, aunque no porque esté anclada en la vieja idea estatista, asistencialista y meridonalista. Es exactamente lo contrario. Pienso en el desarrollo del Sur como un elemento indispensable para la redención nacional”. Incluso se compromete con medidas concretas: “Dedicar el 50% del gasto italiano de infraestructura al sur, en vez del 30% actual”. Redistribución sin aumentar el presupuesto, a riesgo de ponerse en contra a los votantes del norte.
Meloni, por cierto, también se declara admiradora de Pasolini, el escritor homosexual y comunista que profetizó muchas disfunciones de la sociedad contemporánea. En cuatro párrafos muy bien construidos, reivindica la potencia conservadora de poemas como “Saludo y deseo”, citando algunos versos elocuentes: “Defiende el prado/entre la última casa y la acequia/ defiende, conserva, reza”. El poeta friulano escribió también alegatos tan rotundos como este: “La derecha existe en la cabeza, en las entrañas y en el corazón del pueblo, incluso de aquellos que no se consideran como tales. Es un sentimiento común al que le cuesta convertirse en pensamiento común. Es su virtud y su limitación”, señala.
"Crecí con la idea de que no merecía nada y mi reacción fue trabajar duro para demostrar lo contrario”, confiesa
La mayoría de golpes del libro se los lleva el progresismo italiano, pero Meloni sabe que hay enemigos más poderosos para su patria: Francia y China. “Pocos saben que en Francia, desde 1997, se ha creado una auténtica Escuela de Guerra Económica que tiene entre sus objetivos el de formar una clase dirigente y estudiar estrategias para defender el tejido productivo nacional de posibles agresiones extranjeras, asumiendo el papel de una verdadera inteligencia económica. A quienes siguen de cerca las dinámicas económicas en el seno de la UE no se les habrá escapado que, desde hace años, la presencia francesa en el tejido productivo italiano se ha reforzado, pasando a ocupar papeles de liderazgo, incluso en empresas e infraestructuras estratégicas, llegando a tomar recientemente el control de la bolsa italiana”, denuncia. También recuerda que Francia emite su propia moneda colonial, el franco CFA, instrumento de control tan poderoso o más que cualquier ejército.
Sobre China también habla muy claro: “Pekín parece no tener ya límites. Sus intereses abarcan desde las materias primas africanas y latinoamericanas a las infraestructuras estratégicas europeas, como puertos y ferrocarriles. En el trasfondo está la llamada Nueva Ruta de la Seda anunciada a bombo y platillo por el presidente Xi Jingpin. Una iniciativa colosal en la que participan más de 68 estados de todo el mundo. Estoy convencida de que fue un error muy grave permitir la deslocalización masiva de sectores productivos europeos enteros a China, porque es un error mayor persistir en tratar de igual a igual con una potencia que no juega siguiendo las mismas reglas que nosotros”, denuncia. Todo el libro destila su militancia soberanista, condensada en la anécdota en que Plutarco recuerda a un rey espartano que odiaba a los extranjeros que se presentaban como proespartanos. “Compórtate como un patriota y te tratarán con respeto, compórtate como un siervo y te tratarán como a un siervo”, advierte.
Las memorias de Meloni cogen intensidad muy pronto, entre historias de pobreza, su amor al barrio romano de la Garbatella y la fría relación con un padre ausente, que marcó por completo su carácter. “Lo que me dolía era su indiferencia, su total desinterés hacia nosotras (…) Crecí con la idea de que no merecía nada y mi reacción fue trabajar duro para demostrar lo contrario”, confiesa. El filósofo marxista Slavoj Zizek suele decir que el progresismo necesita una Margaret Thatcher de izquierda, alguien capaz de cambiar el sentido común dominante en nuestra sociedad hacia las ideas que defiende. La derecha tiene este tipo de líderes: mujeres de clase trabajadora con convicciones fuertes como Ayuso, Arrimadas y Meloni. La pregunta es por qué a la izquierda le cuesta tanto dar con este tipo de perfiles, seguramente porque ya no queda nadie parecido entre sus élites estiradas, tecnócratas y cada vez más alérgicas a las clases populares a las que pretenden representar.
En calidad de afiliado, Vozpópuli obtiene ingresos por las compras que cumplen los requisitos. La inclusión de enlaces no influye en ningún caso en la independencia editorial de este periódico: sus redactores seleccionan y analizan los productos libremente, de acuerdo con su criterio y conocimiento especializado.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación