A juzgar por el número de premios Oscar que se ha llevado Meryl Streep, un total de tres, y el número de nominaciones que atesora - hasta en 21 ocasiones, un récord- uno podría decir que se trata de la mejor intérprete del mundo, ya que su trayectoria no puede estar más acreditada. Si se atiende a la variedad de papeles en cine, teatro y televisión, ámbitos en los que ha encarnado los papeles más antagónicos, desde los registros más viscerales y extremos a los más tiernos y dulces, o a la nómina de directores que la han tenido a sus órdenes, sin duda se trata de la mejor actriz viva del cine. Y todo a pesar de que ella misma haya negado en alguna ocasión la existencia del título que ostenta.
Hace tiempo que afirmó también que los premios no significan nada en su vida, a pesar de haber sido galardonada también en los Bafta británicos o los Donatello italianos, así como en los prestigiosos festivales de Cannes o Berlín. Fuera aquella una broma o no, la actriz recibirá el premio Princesa de Asturias de las Artes 2023 por su contribución al patrimonio cultural de la humanidad, un honor que el jurado le otorga por ponerse al servicio de "narrativas inspiradoras y ejemplarizantes" y por aportar dignidad, ética y coherencia a su profesión. De nuevo, la realidad se empeña en contradecir sus deseos.
El director Jonathan Demme, quien dirigió a Meryl Streep en su película El mensajero del miedo (2004) o Ricki and the Flash (2015), dio cinco claves sobre la actriz cuando le hizo entrega en 2008 del Premio Donostia, el galardón honorífico del Festival de San Sebastián. En aquella gala, el realizador destacó "su apariencia, su mente brillante, su imaginación desbordante, su gran valentía" y, "lo más importante", su "enorme corazón", y aquellos cinco atributos pueden servir como síntesis de una actriz de difícil clasificación en el terreno profesional y con un papel de estrella en la opinión pública.
"Soy como una chica que espera que alguien la saque a bailar", manifestó ante la prensa con motivo de la entrega del Premio Donostia en el Festival de San Sebastián
Aquella lista de virtudes da una pista, también, acerca de por qué sus papeles son tan memorables en la historia del cine, incluso a pesar de que Meryl Streep reconociera en aquella ocasión que su prestigio estaba a la orden de las ofertas que le llegan. "Soy como una chica que espera que alguien la saque a bailar", manifestó ante la prensa. Sus pretendientes han sido, ni más ni menos, que Steven Soderbergh, Steven Spielberg, Spike Jonze, Clint Eastwood, Robert Zemeckis, Sydney Pollack, Michael Cimino, Robert Benton o Woody Allen, en una lista larga que deja sin aliento.
A las órdenes de Eastwood, y también con él de protagonista, rodó una de las escenas más conmovedoras del cine, para esta redactora de Vozpópuli, en una atípica historia romántica, basada en la novela homónima de Robert James Waller: Los puentes de Madison (1995). El propio Steven Spielberg reconoció que cuando vio aquella película lloró y le entraron ganas de ir a abrazar a su mujer. Aquel final se convirtió en una imagen simbólica del cine romántico y la cinta, en la que daba vida a una ama de casa que vive un romance imposible con un fotógrafo, está considerada un icono del género, en el que también contribuyó con la inolvidable Memorias de África (1985).
Su carrera está llena de contrastes y en su prolífica trayectoria no solo hay espacio para el drama, en el que con tanta fuerza lució sus dotes como actriz con títulos como Kramer contra Kramer (1979) o La decisión de Sophie (1982), sino que también se ha movido con igual soltura en los títulos destinados al entretenimiento sin condiciones, una prueba más de la "mente brillante" a la que se refería Jonathan Damme al tratar de describirla.
Meryl Streep ha demostrado que puede colocar al espectador al borde de la lágrima, contener la emoción o convertirse en puro nervio y en un torbellino capaz de desatar la diversión
Uno de los ejemplos de su actitud camaleónica es la comedia negra con tintes de cine fantástico La muerte os sienta tan bien (1992) se convirtió en un título de culto y una sátira del narcisismo en la que brilló junto a un reparto estelar compuesto también por Goldie Hawn y Bruce Willis.
En su trayectoria, Meryl Streep ha demostrado que puede colocar al espectador al borde de la lágrima, contener la emoción o convertirse en puro nervio y en un torbellino capaz de desatar la diversión. Con el musical Mamma Mia! (2008), de Phyllida Lloyd, un éxito de taquilla basado en canciones de ABBA que recaudó casi 610 millones de dólares, demostró de nuevo su capacidad para evitar en encasillamiento, mientras que en la comedia dramática El diablo viste de Prada (2006) lució lo cómoda que puede estar en títulos más ligeros y su capacidad para colocar la película a otro nivel.
Meryl Streep y el empoderamiento femenino
Meryl Streep (1949, Basking Ridge, Nueva Jersey, Estados Unidos) era una de las pocas voces que años antes de la eclosión del Me Too en 2017 reivindicó la presencia de papeles femeninos en el cine. Lo hizo al recoger premios, ante sus compañeros de profesión y también los poderosos productores, y lo ha seguido haciendo en los últimos años con más ahínco, uno de gestos que también ha destacado el jurado del premio Princesa de Asturias, que han visto en su trabajo la capacidad para "subrayar que los seres humanos, y concretamente las mujeres, deben latir y destacar a partir de su singularidad, de su diferencia".
Además, si se atiende a la quinta característica que Jonathan Demme subrayó de la personalidad de Meryl Streep, su "gran corazón", y si uno busca entre los cientos de vídeos que hay en youtube entre entrevistas, discursos de premios y otras intervenciones públicas, se dará cuenta pronto, si a estas alturas no lo ha hecho ya, de por qué esta actriz es algo más que la mejor actriz viva de la historia del cine.
Su perfil de estrella es quizás lo menos glamuroso que se puede hallar en la dimensión pública de Streep, tan poco preocupada por el paso del tiempo y tan consciente de la relevancia que puede tener la cultura para aportar humanidad, más allá de la vanidad que se pasea por las alfombras rojas. "Hollywood se nutre con gente de fuera. Si les echas, no tendrás nada que ver más allá del fútbol y las artes marciales mixtas, que no son artes", espetó tras recibir un globo de oro en 2017, premios en los que también ostenta el record de nominaciones. Apariencia, mente brillante, imaginación desbordante y gran corazón. No era solo el resumen de un director, sino también el de un buen amigo.
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