Cultura

Música trap: la metáfora morbosa de la decadencia española

El filósofo Ernesto Castro hace un retrato del género de moda entre los mileniales

Hablemos claro: el trap es el estilo musical más analizado de nuestra época. Incluso podemos decir que sobreanalizado. La razón es que da mucho morbo: hablamos de la banda sonora de los veinteañeros que escogen el carril de adelantamiento, el de las drogas, el desfase sexual y transformar tu persona en una marca capaz de generar ingresos. Son la versión callejera y colocada del mito del emprendedor, que además sube la apuesta al convertir su aventura en un 'reality show' emitido por Youtube. La galería de personajes bascula entre el alegre macarra de los barrios de extrarradio y el prepotente tronista de Mediaset. El filósofo Ernesto Castro demuestra ser un excelente guía, armado por infinitas horas de escucha y las herramientas que nos legaron los ‘estudios culturales’ de Stuart Hall y los ensayos del crítico musical Simon Reynolds.

¿Cuál es la principal aportación del libro? Hay mucho análisis estético, de género y sobre apropiación cultural, pero sus mayores aciertos -en mi opinión- llegan al abordar conflictos de clase social. Es brillante, por ejemplo, presentar a Don Patricio -una promesa pujante de la escena- como un síntoma de la decadencia de la clase media en nuestro país. “Se trata de un personaje plano, sin ningún trasfondo cultural”, cuyas referencias culturales más sofisticadas son Berto Romero y Andreu Buenafuente. De hecho, apenas es capaz de leer algo más complicado de una libro de autoayuda de Risto Mejide (quien, por cierto, se ha declarado fan rendido de C. Tangana, máxima estrella del trap). El desprestigio de la cultura en ese menguante segmento social es demoledor.

Castro no se engaña a sí mismo: la abundancia de clips y letras plagadas de descapotables, pibones y mansiones indican la incapacidad de la mayoría para ofrecer imaginarios distintos a los de la publicidad neoliberal. Algunos artistas compran los dogmas del sistema hasta el punto de caer rendidos cada noche sobre la mesa de mezclas, víctimas de la autoexplotación. Que el trap tenga amplia cobertura en programas como ‘La Resistencia’, ‘Vodafone Yu’ y en los contenidos del emporio ‘Vice’ prueba que no es una desafío a los valores dominantes, sino que más bien se percibe como la vanguardia cultural de un nuevo sector de consumo.

Empollón, célibe y abstemio

En la recta final del libro, un tomo afilado y adictivo de 400 páginas, el autor hace un esfuerzo por justificar su legitimidad para escribirlo. Responde a cuestionamientos -propios y ajenos- sobre si es demasiado mayor (30 años), demasiado educado (doctor en Filosofía) o demasiado alejado del núcleo de personas que crearon el trap español. Incluso se siente obligado a aclarar que no baila en clubes, pero sí en la intimidad de su habitación. Se trata de un ejercicio innecesario, ya que su escritura surge de la mejor motivación posible: el enganche casi drogadicto que sintió Castro desde las primeras veces que se expuso esta música alucinada, narcisista y maníaco-depresiva.

La Zowi es una artista explosiva que se apropia de las figuras de la puta y el ama de casa para lanzar mensajes empoderantes

Con una sinceridad poco habitual, el autor se esfuerza por explicar los motivos de esta atracción fatal. Su conclusión es que el trap le apela por su condición de chico “empollón”, “célibe y abstemio”, que no ha probado “un droga dura en su vida”. Tampoco descarta que su visión pueda estar provocada por una “fetichización de la pobreza” o una “erotización de la precariedad”. El texto funciona, en gran parte, porque Castro pasa lista de manera concienzuda a todas las contradicciones que encierra el trap español (la mayoría, estimulantes).

También acierta al clasificar el género como ‘impolítico’, tomando el término del filósofo italiano Roberto Espósito. En Youtube se pueden encontrar clips donde Kaydy Cain mustra su apoyo a Hugo Chávez y o Yung Beef da ‘vivas’ la revolución cubana, pero es altamente improbable que alguna vez escuchemos una canción protesta de estos artistas. Sería complicado que funcionase, ya que el trap es tan individualista que solo avanza con la gasolina de las tormentas personales, las del ego satisfecho o malherido. Las canciones combativas dignas son muy pocas, por ejemplo “La vida es” (Dellafuente feat. Maka), una excepción que confirma la regla. Seguramente, quien más potencia tenga en este campo sea La Zowi, una artista explosiva que se apropia de las figuras de la puta y el ama de casa para lanzar mensajes empoderantes. Estemos de acuerdo o no con la estrategia, su discurso tiene voltaje de sobra para generar debate.

Castro propone un término valioso: la ‘memetización’, que alude a que circulan más los cáusticos ‘memes’ traperos que las canciones

El autor no es crítico musical, pero tampoco se esconde al hacer valoraciones de cada artista. Escribe de manera implacable contra la baja calidad de Nathy Peluso y cuelga etiquetas como ‘obra maestra’ cuando lo cree necesario. Retrata con empatía a los personajes que componen este ‘freak show’, desde el desquiciado Cecilio G. hasta el mesiánico Yung Beef, pasando por sentidos perfiles de oscuras reinas del género como Somadamantina, Chanel y La Favi . Deja claro que la sustancia del trap tiene más que ver con la capacidad para reflejar contradicciones sociales que con las innovaciones musicales que puede aportar, normalmente amortiguadas por el mimetismo frente a modelos extranjeros, la práctica del ‘playback’ en los conciertos y la tendencia a dar más importancia a la parte visual que a la sonora. En este sentido, Castro propone un término valioso: la ‘memetización’, que alude a que circulan más los cáusticos memes traperos que las canciones. De hecho, artistas como Lorey Money son memes de carne y hueso.

Problemas psiquiátricos

Tampoco se olvida subrayar que muchos temas trap se pueden leer como un catalogo de las disfunciones mentales clásicas del capitalismo contemporáneo, advirtiendo del riesgo de glamurización de las mismas. Aquí brilla el sentido común del productor One Path: “La depresión, la ansiedad y cualquier otro trastorno mental son una mierda tan grande como cualquier otra enfermedad. A nadie se le ocurriría decir que necesita una alergia a los frutos secos o una úlcera para tener experiencias como inspiración para crear”. La enorme capacidad de seducción del trap puede tener que ver con lo mucho que nos tranquiliza espiar los cortocircuitos mentales de los demás.

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