Cultura

Miguel del Arco: "Los titiriteros estamos hechos a la idea, toca empezar una y otra vez"

EL Teatro Kamikaze cerró sus puertas el 12 de marzo. ¿Cómo ve su director el futuro del teatro luego de que esta pandemia pase? 

El Teatro Pavón Kamikaze cerró sus puertas el 12 de marzo, el mismo día del estreno de Traición, la adaptación del texto del Nobel Harold Pinter dirigida por Israel Elejalde con versión de Pablo Remón. Todo el gasto estaba hecho y ahora no es posible saber cuándo podrán empezar a amortizarlo. Así lo cuenta Miguel del Arco, director y creador de este proyecto independendiente que le valió el Premio Nacional de Teatro en 2018.

Directo, sincero, honesto. Así contesta el actor, guionista, dramaturgo y director, a Vozpópuli. Si no es posible aún saber cuándo volverá la normalidad, ¿cómo aventurarse a imaginar qué pasará con el teatro? No vendrán tiempos oscuros, porque ya están aquí. Pero la cultura, los titiriteros como dice Del Arco con ironía, está acostumbrada a volver a empezar de cero, una y otra vez.

A Miguel del Arco nada le queda grande. Ha conseguido llevar a su terreno El misántropo de Molière y al Hamlet de Shakespeare. La función por hacer, la adaptación libre sobre Seis personajes en busca de autor de Pirandello, le hizo merecedor de siete premios MAX. En 2010 dirigió a Nuria Espert en La violación de Lucrecia de William Shakespeare y en 2011, Veraneantes, una versión libre de la obra homónima de Gorki, que añadió otros cinco premios MAX a su trayectoria. Una docena de reconocimientos en dos años.

El teatro es un arte vivo, debe disfrutarse en directo. Pero la posibilidad de reunirse dista mucho de retomarse. ¿Qué preguntas plantea esto para el director de una compañía teatral?

Para un director como yo, en una compañía como la nuestra, la pregunta es ser o no ser. Nosotros decidimos ser, pero el paso de las semanas lo pone cada vez más difícil. En El Pavón Teatro Kamikaze declaramos un ERTE con la intención de volver a la actividad en cuanto se levantara el estado de alerta. Ahora los días pasan y todo se vuelve más complicado. Si los ciudadanos en general no tenemos claro cuándo podremos abandonar el confinamiento, aún más lejos queda el día en el que podremos abrir las puertas de los teatros. Ya hay algunas voces que dicen que cuando nos permitan abrir volverá a ser con el aforo reducido a un tercio.

"Ya hay algunas voces que dicen que cuando nos permitan abrir volverá a ser con el aforo reducido a un tercio"

Ocupar un tercio del aforo no es viable para nosotros por muchas razones. La primera es que desde los teatros no podemos asegurar que la distancia de seguridad se pueda guardar en los accesos de los teatros. Y la segunda es que no es rentable. Los sueldos, el alquiler y los gastos generales son los mismos que con el aforo completo. Se están explorando vías que puedan paliar todas estas cuestiones, pero entonces surge otra cuestión (seguramente la más importante): ¿cuánto tiempo tendrá que pasar para que la gente se quiera volver a sentar en un teatro rodeado de otras personas?

La Covid-19 amenaza la esencia del teatro (el elemento reunión) ¿Deja abierta alguna vía para replantear su naturaleza? ¿Tiene que replantearse?

El teatro se replantea a sí mismo de forma constante o al menos en la misma medida que se replantean los hombres y las mujeres que lo hacen y lo observan. El teatro como el arte de la reunión y la imaginación se enfrenta al reto de imaginar cómo hacer que la reunión disipe su halo pernicioso y vuelva a ser la celebración del espíritu.

¿Existe, que usted conozca, algún precedente histórico que haya golpeado al teatro de la forma en que esta crisis o ha hecho?

No se me ocurre ninguna. Los teatros permanecieron abiertos (y llenos) incluso durante la guerra civil. Incluso bajo las bombas, o precisamente por ellas, la gente necesitaba reunirse en los teatros, en los refugios, para celebrar eventos familiares, para festejar o para llorar y enterrar a sus muertos. El contacto entre iguales hace más fácil que el miedo desaparezca. Esta desvinculación nunca la habíamos conocido. La velocidad a la que hemos obedecido y aceptado esta situación habla del terror que nos produce contraer la enfermedad, pero también de nuestra capacidad de resiliencia. Sé que el teatro conseguirá vencer esta situación pero también sé que necesitará tiempo. Esto hará que muchos se queden por el camino.

De las obras hay que volver a extraer el espíritu de quienes las escribieron con un motivo: para enseñar la democracia. ¿No es eso lo que hizo Sófocles con su Antígona?,¿Qué sentido tiene (06 de abril de 2020) hoy el teatro?

Fundamentalmente el mismo. El teatro es algo que se produce en los seres humanos de una forma natural. Nos contamos historias permanentemente para explicarnos y explicar a los demás. Los aplausos en los balcones a las 20.00 horas no dejan de ser una representación que imagina y reflexiona desde la emoción sobre lo que juntos podemos hacer. Lo que no es natural es la democracia –y menos con una clase política como la que nos ha tocado– pues la naturaleza del ser humano se inclina más hacia la ley de la selva. Por eso necesitamos reunirnos e imaginar juntos. En el teatro nos sentamos junto a otro montón de personas con el firme propósito de entender al otro. Ese entrenamiento es imprescindible para la construcción de la democracia.

La relación de la ciudadanía con la cultura no es del todo fluida, ¿cómo influirá esto en su percepción de lo cultural?

Yo creo que la relación de la ciudadanía con la cultura fluye a velocidad 5G. No hay más que ver lo que todo el mundo se está descargando para mejorar sus días de confinamiento. Lo que nunca ha fluido en este país es lo que la clase política ha querido hacer con la cultura. Siempre la han observado como enemigo o como objeto de manipulación partidista. No deja de sorprenderme que no la utilicen para vincular, para sanar, para educar, para identificar y para construir país.

Kamikaze se juegan la vida realizando la acción más temeraria posible: un teatro sin concesiones... ni subvenciones. ¿Y ahora cómo? ¿A cuánto ascienden las pérdidas por el cierre de funciones?

Cerramos las puertas del Teatro Kamikaze el día 12 de marzo, mismo día que estrenábamos Traición, el magnífico texto del Nobel Harold Pinter que ha dirigido Israel Elejalde con versión de Pablo Remón. Todo el gasto estaba hecho y ahora no sabemos cuándo podremos empezar a amortizarlo. Tampoco podemos pensar en la programación porque sin fechas de apertura es un ejercicio inútil. Ya hemos pedido un crédito para poder hacer frente a los gastos que tendremos en cuanto abramos. Lo demás... estoy un poco en modo Escarlata O'Hara: ya lo pensaré mañana.

En lo que a la salud del sector escénico respecta, ¿cree que España puede asumir para sí algunas medidas puestas en marcha en otros países? 

Ojalá. Me hubiera gustado mucho que nuestros responsables políticos hubieran sido tan contundentes con la cultura como el ministro de cultura alemán o el francés. Aquí me conformo con que las administraciones hagan todo lo posible para que las medidas tomadas se puedan aplicar con rapidez y sin que tengas que cursar una carrera universitaria para comprenderlas. 

¿La función está por hacer... todavía o quizá ahora más que nunca?

Los titiriteros estamos hechos a la idea de que nuestra profesión consiste en volver a empezar una y otra vez. Nos reinventamos tras la crisis del 2008 y fuimos capaces de construir entre todos una brillante etapa. Lo volveremos a hacer.

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