Cultura

Ernest Urtasun: tecnocracia alérgica a nuestras raíces culturales

El nuevo ministro de Cultura de Pedro Sánchez es otro político sin proyecto conocido para este cargo

Cuando uno repasa la biografía de Ernest Urtasun (Barcelona, 1982) es normal fijarse en que sería complicado dar a un hijo una educación más alejada de la España popular.  Escolarizado en el Liceo Francés, a los quince años comienza a militar en los Joves D’Esquerra Verda, llegando muy pronto a puestos de coordinación. Como la mayoría de las familias de líderes de izquierda del PSOE, fue criado por padres militantes -los suyos, del PSUC- que esperaban que llegase a las más altas responsabilidades del Estado. Estudió Economía en la Autónoma de Barcelona, pero la actual debilidad de su campo político le obliga a conformarse con un ministerio que la izquierda siempre ha considerado de segunda: Cultura.

En el sanchismo, esta cartera está reservada a los Máximos Huerta, José Manuel Rodríguez Uribes y Miquel Icetas, como demuestra la fugacidad de José Guirao, la única opción con estatura y experiencia, que nuestro presidente reemplazó a la primera oportunidad. Urtasun parece un perfil diseñado a medida del progresismo globalista actual: antitaurino, fan de la música indie y defensor de que la Unión Europea es un organismo más sustancial que España. En una entrevista con Onda Cero este verano, defendía con satisfacción que es en Bruselas es donde se debaten los problemas a largo plazo (cambio climático, Inteligencia Artificial…) y que en España nos limitamos a enzarzarnos en las cuestiones menores. Uno se imagina que le cuesta replicar cuando algún eurodiputado alemán, belga u holandés nos llama “pigs” en los pasillos del parlamento.

Urtasun pertenece a esa generación de transformistas silenciosos que echó sus primeros colmillos políticos en los años noventa en las manifestaciones antiglobalización contra el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Usando un truco de magia que todavía nadie ha sabido explicar, esa generación se ha transformado en apologistas de la Unión Europea, la Agenda 2030 y de cualquier foro internacional con hegemonía de millonarios anglosajones que aspire a gobernar España sin conocerla ni pisarla. Seguramente esa sería una buena pregunta para las primeras entrevistas con el nuevo ministro: ¿cómo se pasa de la pelea por decidir desde abajo a la obediencia globalista con esa naturalidad? Ya sabemos que para tocar poder es más importante la flexibilidad que el compromiso político.  

Urtasun y el vacío progresista

Hablando con honestidad, en 2023 hay muy poco en juego en el Ministerio de Cultura. Se trata de una cartera pensada para prebendas, homenajes e inauguraciones en tiempos de bonanza económica, que ahora se limita a mantener en pie las estructuras heredadas de entonces. Además se ha desgajado la parte de Deportes, un alivio para todos, sobre todo para Urtasun que se libra de las finales de tres horas en estadios repletos donde se coree “España, España, España”. Y luego memorizar los nombres de los deportistas españoles a los que nunca ha seguido. Los ´grandes’ asuntos sobre los que decidirá son cosas como el bono cultural, el estatuto del artista y las diferentes cuestiones burocráticas que solo interesan a funcionarios del gremio.

Lo tragicómico de las nuevas élites políticas progresistas es que se pasan el día defendiendo la diversidad desde perfiles cada vez más previsibles, homogéneos y antipopulares

Urtasun considera “tortura” la fiesta nacional y opina que debería ilegalizarse. Con eso y otros lugares comunes del marco progresista le valdrá para articular su discurso: visibilizar a las mujeres, apoyar la diversidad sexuales, políticas de inclusión…Lo tragicómico  de las nuevas élites progresistas es que defienden la inclusión mientas se pasan la vida insultando a la media España que no piensa como ellos y defienden la diversidad desde unos perfiles políticos cada vez más  homogéneos (a ver quien encuentra en Sumar un alto cargo taurino, antiwoke o fan de Andy y Lucas, por ejemplo).

A quien hay que felicitar hoy no es a España, ni a Urtasun, sino a Félix de Azúa por la precisión con la que describió el enfoque cultural sanchista: “Pienso que muchas propuestas aparentemente éticas, en particular aquellas que proceden de las instituciones, son en realidad apuestas estéticas, en el sentido de que no implican ningún compromiso moral sino simplemente un cierto acuerdo de imagen espectacular y narcisista. Lo que está presentando quien hace la propuesta es, por así decirlo, su propia alma, no un programa político, ni un sistema de recursos, ni una forma de solventar de un modo práctico los problemas. Simplemente está diciendo 'yo soy muy bueno' y, además, en el sentido de 'yo soy muy guapo'", argumentaba en 2016 en la revista cultural Minerva. Teniendo en mente estos parámetros, Urtasun es el ministro de Cultura más guapo que Sánchez tenía a mano.

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