Los faraones más importantes de la historia de Egipto ordenarían ejecutar a todos los responsables de la profanación de sus eternas moradas. Los reyes del Nilo se escandalizarían y entrarían en pánico al ver cómo algunos mortales osaron a desenvolver las vendas que protegían su cuerpo para continuar su vida en el más allá. Según la creencia egipcia, el cuerpo debía preservarse después de la muerte.
Esta idea de la momificación posiblemente surgió de manera fortuita, después de que contemplaran alguna momificación natural por la acción de la arena seca y caliente, lo que reforzaría la convicción de los egipcios de preservar el cuerpo. Sea como fuere, la conservación de los cadáveres se convirtió en un elemento imprescindible en el ritual funerario egipcio.
El pobre Ramses II, considerado muchas veces el faraón más importante de la historia, tuvo que contemplar cómo hace poco más de un siglo, su cuerpo fue despojado de sus vendas y llevado a uno y otro lugar para ser expuesto y estudiado. De haber sido descubierta ahora, Ramses se podría haber salvado de este trajín, puesto que los últimos avances en tomografía computarizada e imagen tridimensional permiten desenvolver virtualmente los restos momificados sin dañar las momias. Esta tecnología no invasiva ha sido utilizada con las piezas que componen la exposición 'Momias de Egipto: Redescubriendo seis vidas', disponible hasta el 26 de octubre en el CaixaForum de Madrid.
En la muestra se produce un curioso choque al contemplar un sarcófago egipcio, rodeado de las tradicionales estatuillas y amuletos, junto a lo que la mayoría identificamos como una radiografía. Los protagonistas de la exposición son un funcionario encargado de unos dominios, dos sacerdotes, una mujer casada, un niño y un joven grecorromano que vivieron en diferentes épocas del antiguo Egipto entre los años 800 a. C. y 100 d. C.
Cada uno de ellos protagoniza un ámbito de la muestra, en la que, aparte de los grandes temas de la muerte y el más allá, se abordan cuestiones como las prácticas curativas, los intercambios culturales, la religión, la familia, la música, los cosméticos, la peluquería y los adornos corporales, así como el papel de la mujer y los niños en esta civilización.
La ‘magia’ de las tomografías computarizadas nos permiten hurgar en las entrañas de la momia. Así, vemos las joyas y amuletos que acompañaban y protegían a los difuntos en su largo trance al más allá. Esta práctica conllevaba el riesgo de que desde el minuto uno del enterramiento los cadáveres fueran profanados para intentar robar los objetos más valiosos.
Esto explicaría la anomalía hallada en una de las momias expuestas, la de un joven de entre 17 y 18 años en la que, a pesar de estar bien conservada, las tomografías revelan un gran desorden en el contenido de sus cavidades pectoral y abdominal, causada, muy posiblemente por el intento de alguien de acceder al cuerpo después de ser momificado.
Detectar el cáncer a una momia
Uno de los elementos más fascinantes que permiten esta serie de técnicas es conocer la salud de estas personas en el momento de su muerte, incluso la propia causa del fallecimiento. Por ejemplo, en las arterias de las cuatro momias adultas se encontró aterosclerosis, lo que sumado al hecho de que pertenecían a la élite egipcia, nos induce a pensar que tenían una dieta rica en grasas animales, aunque esta acumulación de grasas también podía estar causada por factores genéticos.
Para el caso de Ameniryirt, funcionario en la ciudad de Tebas que vivió en torno al 600 a.C, también tenía las arterias obstruidas, aunque lo más interesante es que la tomografía fue capaz de detectar un cáncer de los tejidos blandos que se había extendido a los huesos.
El rostro de un niño
La exposición también muestra la momificación de un niño, algo poco común en el Antiguo Egipto, pero más habitual durante el periodo de dominación romana del que data el cuerpo.
El niño tenía unos cuatro años cuando falleció y se ha conservado su retrato pintado sobre las propias telas. Durante el periodo grecorromano, la momificación se mantuvo, en muchas ocasiones con una fusión entre las costumbres funerarias egipcias, griegas y romanas. A partir del periodo romano, observamos un mayor énfasis en el aspecto externo de la momia, y las estatuillas de dioses y los rollos de papiro del Libro de los muertos dejan paso a objetos menos tradicionales y más cotidianos, como joyas y juguetes. Como en el caso de la momia del niño, los retratos cobran un mayor realismo que nos permite acercarnos a su imagen real.
La exposición llega por primera vez a España y, después de su clausura en Madrid, seguirá una larga itinerancia que la llevará a CaixaForum Barcelona, a CaixaForum Sevilla, al nuevo CaixaForum Valencia y a CaixaForum Zaragoza.
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