Sor Patrocinio Quiroga, conocida como “la Monja de las Llagas”, porque tenía estigmas que semejaban las llagas de Cristo, era una de las protagonistas de “la Corte de los Milagros”, como Valle-Inclán llamó a la corte de Isabel II. Sor Patrocinio se convirtió en favorita de la reina, que la consideraba una santa, y concitaba el odio de liberales y progresistas, pues era una influencia ultramontana sobre Isabel II y estaba en connivencia con los carlistas. Fue procesada, declarada farsante y varias veces desterrada, incluso por el muy conservador Narváez, y sufrió varios atentados contra su vida. Cuando estalló la Revolución de 1868 que le costó el trono a Isabel II, el arzobispo de Toledo ordenó a Sor Patrocinio que abandonara inmediatamente España, pues estaba en peligro una vez caída la reina que la protegía.
Sor Patrocinio siguió el mismo camino que Isabel II: solamente cuatro días después del exilio de la reina pasó también la frontera por Hendaya. Primero se instaló en Bayona en una finca de los condes de Garat, acompañada de su comunidad de monjas de Guadalajara. Pero Isabel II, que había trasladado su exilio dorado a París, la animó a que se instalase en la capital. La Monja de las Llagas lo hizo en Bonneil y además compró el castillo de Montmorency, repartiendo su comunidad entre las dos sedes de las afueras de París.
Cuando en 1870 estalló la Guerra Franco-prusiana, prudentemente Sor Patrocinio se volvió a Bayona para alejarse del frente, pero tras la firma del armisticio en enero de 1871, decidió que la guerra ya había terminado y regresó a París. No tuvo muy buen ojo: llegó el 17 de marzo y al día siguiente, 18 de marzo de 1871, estalló la revolución de la Comuna de París.
Arde París
No podemos analizar en estas breves páginas un fenómeno histórico tan complejo como la Comuna de París, que Karl Marx consideró la primera toma del poder por la clase obrera, la primera dictadura del proletariado, aunque Bakunin, gran pope del anarquismo, la consideró una proeza anarquista. De hecho socialistas, anarquistas y republicanos radicales se unieron para tomar el control de la capital de Francia e intentar un experimento inédito en la Historia.
El triunfo de esta primera revolución obrera fue posible por el vacío de poder provocado por la derrota de Francia en la Guerra Franco-prusiana. El Segundo Imperio se desintegró en la batalla de Sedán, el emperador Napoleón III huyó del país, los prusianos avanzaron hasta cercar París. La capital fue heroica en aquella guerra en que tan mal papel habían hecho los franceses, resistió durante cuatro meses el asedio, los bombardeos, el hambre y un invierno extraordinariamente frío.
En enero el jefe del gobierno provisional, Adolphe Thiers, firmó un armisticio con los prusianos, pactando una ocupación simbólica de París, tres días en los Campos Elíseos. Para el pueblo parisino aquello era una traición, los milicianos que habían defendido la capital se negaron a entregar sus cañones, en vez de eso fusilaron a los dos generales franceses que intentaron quitárselos. El 18 de marzo de 1871 volvía la Revolución de nuevo, pero ahora no en manos dela burguesía, sino de los trabajadores.
La Comuna empezó pues con sangre, como todas las auténticas revoluciones. Los agravios históricos, la explotación y la represión que la clase obrera había sufrido cada vez que reivindicaba algo, provocaron una reacción de odio hacia las clases altas y las instituciones, empezando por la Iglesia. Thiers, presidente provisional de la República, atacó París con todas sus fuerzas, con una contundencia que anunciaba la terrible represión que iba a haber -20.000 fusilados, 7.000 deportados a las colonias.
Los communards decidieron morir matando. Armados de latas de petróleo siguieron la consigna de la militante anarquista Louise Michel: “¡París será nuestro o no existirá!”. El Palacio de las Tullerías, la Biblioteca del Louvre, el Ayuntamiento con todos sus registros, iglesias, palacios, ministerios y las casas de los barrios elegantes, incluida la de Merimée, el autor de Carmen, fueron devorados por el fuego de los petroleurs (petroleros). Además fueron asesinados un centenar de “rehenes”, presos políticos de la Comuna entre los que estaban el arzobispo de París y varios curas, jesuitas y dominicos.
En esa situación, en la que muchos ven una prefiguración de la de España en 1936, se había metido Sor Patrocinio, aunque logró sobrevivir una vez más y escapar al País Vasco-francés, confirmando la idea de Isabel II: tenía la protección del Cielo.
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