Comenzaron en el Puerto de Santa María, hace más de una década, inspirados por la vida que inyectaba en la ciudad una feria de teatro. Hoy Monkey Week puede presumir de haber acompañado en el crecimiento a muchos grupos españoles independientes. “El año pasado, los artistas principales eran nombres que en su día pasaron por el festival como ‘showcase’ y volvían como cabezas de cartel: Pony Bravo, Novedades Carminha, Toundra... La programación del Monkey fue de las primeras en apostar por nombres como Nathy Peluso, Ms. Nina, Cupido... Este año ocurre igual: Neuman estuvo en el primer Monkey en los ‘showcases’ y ahora regresa como lo que es, todo un artista tan consagrado como veterano”, explica Tali Carreto, director del certamen.
Luego le viene otro ejemplo a la cabeza. “Fíjate también en el fenómeno Derby Motoreta's Burrito Kachimba: hace tan solo un año fue una de las apuestas del Monkey y en esta edición regresan como cabezas de cartel después de haber pasado ya por otras citas como Primavera Sound, Bilbao BBK Live o Paredes de Coura, entre otras muchas”, añade. Podemos describir el Monkey Week como la cita donde descubrir grupos antes de que salten a los grandes festivales. Entre el 20 y el 23 de noviembre más de cien artistas emergentes de una docena de países actuarán en Sevilla.
Este año ha sido clave para los festivales en nuestro país. Buques insignias de la cultura 'cool' como Primavera Sound y el Sónar mitigaron su adicción a la cultura hípster anglosajona contratando a cabezas de cartel como J. Balvin y Bad Bunny, para disgusto de muchos asistentes veteranos. El Festival Internacional de Benicàssim, pionero del sector, perdió por completo su gancho entre el público, hasta el punto de ser comprado por Music Republic, la empresa que organiza el Arenal Sound.
¿Tiene sentido seguir apostando por el paradigma hípster, que ya parece en franco declive? ¿Es necesario ceder un escenario al festival Tomavistas de Madrid, otro de los últimos búnkers del ‘indie’? “Intentamos ser abiertos, un año triunfan artistas urbanas como Princess Nokia y Nathy Peluso, otro grupos de garaje rock clásico como The Nastys y The Parrots y este puede ser más ‘indie’, pero también hay de todo. Lo que nos importa es contribuir a romper la homogeneidad de sonidos disponibles, que es un problema de los festivales”, resume. También le preocupa la creciente concentración empresarial en el sector “que hace que las empresas más grandes tengan demasiadas ventajas", lamenta.
Puente con América Latina
Camilo Lara, cerebro de Instituto Mexicano del Sonido y ex ejecutivo discográfico de amplia experiencia, suele recordar una verdad amarga: España no es la puerta de entrada de la música latinoamericana en Europa. Para un artista mexicano o colombiano es mucho más eficaz triunfar en Francia o en un festival tipo Coachella (California) que hacerlo en nuestro país. Monkey Week también intenta paliar esto mediante acuerdos con festivales de América Latina como Rock al Parque (Bogotá), Altavoz (Medellín) y Marvin (Ciudad de México). “Estoy de acuerdo con la frase de Lara, pero también siento que esto está cambiando. Por eso ponemos tanto énfasis en establecer conexiones con América Latina”, responde. Este año en Monkey incluye artistas como Turbo Sonidero (México), Lee Eye (Colombia) y Bestia Bebé (Argentina).
"Tenemos muy claro que el Monkey no puede quedarse en los días del Monkey, mantenemos el contacto con los grupos para avisarles de las oportunidades que surgen", dice el director del festival.
Una de las claves del éxito del festival es hablar claro. “A los grupos españoles que tocan como ‘showcase’ -concierto para darse a conocer- les ofrecemos 250 euros más IVA, acreditaciones profesionales para hacer contactos y el ‘backline’ (equipo de amplificación). A los ‘guiris’ les tienes que dar alojamiento, pero estos vienen muy bien respaldados por las agencias públicas de exportación de contenidos culturales de sus países, que funcionan de lujo”, explica. “También hay grupos de aquí que vienen con ayudas autonómicas de organismos exportación de contenidos, por ejemplo las de Baleares, País Vasco o Cataluña”, precisa. El modelo del Monkey Week se sostiene en decenas de pequeñas negociaciones con distintos agentes y espacios culturales, buscando crear comunidad. “Tengo la sensación de que se percibe que el amor a la música de quienes organizamos esto anda muy por encima del ánimo de lucro”, destaca.
¿Otra regla de oro? “Tenemos muy claro que el Monkey no puede quedarse en los días del Monkey, por eso mantenemos el contacto con los grupos todo el año para avisarles de las oportunidades de crecer que van surgiendo. Por ejemplo, les animamos a que se inscriban a INES (Innovation Network of European Showcases), para estar conectados con el circuito cultural del continente”, resalta. Esta red para promocionar nuevo talento ha pasado en los dos últimos años de ocho a dieciocho festivales de este tipo. “Los artistas también perciben que les mantenemos en contacto con iniciativas de SGAE, AIE y el Instituto Cervantes para conocer las ayudas para tocar fuera de España. Hemos creado un puesto específico para informar sobre INES a los grupos que pasan por el festival. El secreto es involucrarse”, concluye.
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