Pero aunque pudiera parecer una prédica en el desierto, conviene no perder la compostura ni la fe en una música que ya en numerosas ocasiones ha dado signos de no querer aventurar la fecha de su anunciada defunción. Y menos cuando en apenas una semana, hacia finales de este mes de septiembre, tendremos en la calle un nuevo trabajo de la que hoy por hoy tal vez sea la voz femenina más respetada, envidiada y alabada del mundo rock, Lucinda Williams.
Una creadora que no basará todo en la fachada aún siendo ésta envidiable a sus 61 años, que aún no teniendo la mejor voz de la escena sí puede presentar credenciales de elegancia, de emoción y de nervio, siguiendo uno de los mejores caminos labrados al abrigo musical de Bob Dylan, elevando el rock ausente de género a cotas como hacía tiempo no se disfrutaban.
Porque hablando de la Williams habrá que hacer referencia a su feminidad, pero la calidad de su obra sobrepasa cualquier consideración de ese estilo. Discos como Car wheels on a Gravel Road, Sweet Old World o Essence, todos grabados durante el cambio de siglo, suponen la actualización de aquellos sonidos que nacieron de los inabarcables campos recorridos por Hank Williams, de las miserias y alegrías de familias humildes narradas por Woody Guthrie, del lamento vital gritado por los cantantes de blues, de las carreteras ya recorridas en parte por gente como Dylan, como Springsteen, como Petty.
La voz femenina del rock de raíces americano
Acercarse a la obra de esta artista mayúscula es hacerlo al propio nervio medular de una música capaz de cambiar la vida no sólo de quienes se lanzan a crearla sino también de quienes la sienten y escuchan como propia. Y los últimos trabajos de una cantautora perfeccionista hasta la extenuación y que por ello los distancia en el tiempo siguen la estela de su excelencia.
Por todo ello, la llegada de un nuevo disco que llevará por nombre Down where the spirit meet the bones y que será doble, es una excelente noticia, acaso la más destacada del año en el mundo del rock americano. Y eso es decir mucho.
Y poco a poco se va sabiendo que incluye canciones compuestas en los últimos años pero también otras que nacieron en otras épocas, que incluye alguna colaboración lírica con su padre Miller Williams, profesor de literatura y poeta, y que también rinde homenaje a grandes nombres que nos han dejado hace poco. Como esa versión de Magnolia, una de las cumbres del desaparecido y llorado J.J. Cale, que ya se ha podido escuchar como anticipo del disco, que regala diez minutos de pura felicidad y que anticipa un trabajo que se antoja fundamental.
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