Cultura

Naranjito y los nazis, la extraña pareja de un 'thriller' trepidante

En las películas de nazis casi todos los jeracas fugados se esconden en América Latina. Es una zona ideal por la distancia -océano de por medio- y también por unos

En las películas de nazis casi todos los jeracas fugados se esconden en América Latina. Es una zona ideal por la distancia -océano de por medio- y también por unos sistemas mucho más laxos que los europeos a la hora de perseguir a personas con mucho dinero. La regla de retirarse allí no siempre se cumplía, ya que algunos eran vagos y prefirieron vivir la jubliación más cerca, en un país del sur de Europa con buen clima, precios asequibles y un régimen político empático con su causa.

¿Hace falta decir el nombre de ese territorio? Nos referimos a España, un destino tan dulce que en los años setenta alguno de esos nazis maduritos todavía se quejaba en cartas a la prensa de que en las películas de sobremesa sobre la Segunda Guerra Mundial los alemanes siempre eran los malos. Un maletín por aquí y un pisito rebajado por allá lubricaron favores y simpatías, que no eran algo extraño para un país largamente acostumbrado al elitismo autoritario. Por eso unos cuantos terminaron en Denia (Alicante), nuestra bella Costa Blanca. Ni que decir que se trata de una película basada en hechos reales.

Óscar Aibar es un contador de historias que ha demostrado de sobra su oficio en títulos anteriores, algunos tan elogiados como El Bosque (2021), El gran Vázquez (2010) y Platillos volantes (2003). Cada año que pasa resulta más complicado entregar un buen thriller, ya que los espectadores vamos conociendo todos los recursos y recovecos del género, pero El sustituto lo consigue apoyando en una trama tensa que no tiene ninguna bajada de intensidad, al menos para este cronista de Vozpópuli

Una estrategia especialmente eficaz de la película es escoger como hilo conductor el mundial de España 82, que sirve para dar chispa a las escenas al tiempo que nos encara con el racismo de la época, las esperanzas en una modernización televisada y la recuperación del orgullo nacional por las victorias deportivas internacionales. Tirando de esa misma pista, el guión también expone conflictos descarnados sobre la masculinidad, pero no desde la óptica woke tan de moda en nuestro tiempo, sino exponiendo la complejidad del personaje protagonista. Hablamos de un inspector que se amolda al estereotipo normativo (brutote, alcohólico, con dificultades para comunicarse…) pero al que la bondad -incluso la dulzura- le desbordan de manera frecuente.

Naranjito y los nazis

Ese año, 1982, tiene otra carta muy potente que jugar: su condición de recta final de nuestra Transición. Las bases progresistas esperaban con ansiedad la victoria del PSOE para abalanzarse con gula a hacer cambios pendientes desde hacía cuatro décadas. Por su parte, la derecha estaba dominada por animales políticos como Manuel Fraga, con un pie en la modernidad y otro en el autoritarismo radical (ojo al destello del que es protagonista al final de la película). Por supuesto, muchas expectativas del periodo se verán rápidamente frustradas.

Aibar demuestra que escenas totalmente canónicas dentro del género pueden volver a ponernos al borde de la butaca

Una escena especialmente lograda es la de la fiesta en la urbanización donde los nazis viven refugiados. Se exprime a fondo la tensión entre un policía crecientemente incómodo y su esposa, cada vez más fascinada viendo como se abren ante ella las puertas de la comodidad y la vida burguesa (“Esta gente nos conviene”, explica). El uso de la música y los diálogos te mete de lleno en la acción, que tiene otro de sus mejores momentos en una persecución desigual entre dos coches de la época. No destripamos más: son solo ejemplos de cómo escenas totalmente canónicas dentro del género pueden volver a ponernos al borde de la butaca.

El magistral novelista George Saunders tuvo una intuición política que puede aplicarse perfectamente a esta película. “Me interesa este extraño periodo de calma entre los grandes genocidios que estamos viviendo. Trato de comprender dónde se refugia el impulso genocida cuando no hay un auténtico genocidio en marcha”, explicaba en una entrevista del año 2005. Su conclusión fue que existe “cierta conexión entre el entorno empresarial y los grandes genocidios del siglo XX”. Dicho de otra manera: la energía que ya no puede volcarse en el campo de batalla se desparrama en los negocios, muchas veces con la misma violencia y desprecio por las vidas humanas. Las actividades inmobiliarias promovidas por los nazis de Denia en la película de Aibar son un ejemplo perfecto que Saunders podría incorporar como argumento a su tesis.

'El sustituto' se estrena mañana viernes 29 en salas de todo el país.

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