El XIX es el siglo de la Navidad tal y como la conocemos: el árbol, las postales, la época de la buena voluntad, los regalos, la caridad con los pobres, ya sean fantasmas o visiones… Por eso el Cuento de navidad, de Charles Dickens, comienza con la negativa de Scrooge a dar dinero para ayudar a los desamparados, porque, incluso en estas fechas, la contradicción es necesaria.
La Navidad resume el espíritu paradójico del tiempo en que vivimos. Aunque debería de ser compleja, esta época de aviento que prologa el nacimiento de Jesucristo no lo es. Esa es la tesis de la que parte la escritora británica Jeanette Winterson en su libro Días de Navidad (Lumen). Winterson no se anda por las ramas. No da rodeos. No le interesan. No los necesita. Su biografía habla por sí sola y este libro, como todo lo que ella hace, reproduce el mismo patrón.
Durante años, Jeanette Winterson ha escrito un relato cada Navidad: cuentos llenos de fantasmas y espíritus joviales, trineos y muérdago, pero con esa dosis de ironía y reflexión que solo ella es capaz de transmitir. A partir de ese espíritu, Winterson consigue mostrar la Navidad como esa enorme cantera de verdades entrañables y contraproducentes. Cosas que saben bien, aunque indigesten. La Mami de nieve que friega el suelo de rodillas, el azúcar exagerado que caria el corazón con la más profunda de las infecciones, ésas que se echan de menos.
"Son las tartaletas de riñón el hilo que cose la herida vitalista de este libro. Tradición e ironía, tradición y rebelión. Todo en un mismo volumen"
Winterson fue adoptada por una pareja evangélica de escasos recursos económicos que la educó en el estricto dogma evangélico pentecostal. Imbuida del fervor religioso de su familia, Winterson soñaba con ser misionera, y con solo seis años, ya escribía sermones para la iglesia. Su perfil de hija perfecta se truncó cuando a los 16 años confesó a su madre que amaba a una mujer. Ella le dio dos opciones: “O te vas de esta casa y no vuelves nunca más o dejas de ver a esa chica”.
Jeannette decidió abandonar el hogar, pero cuando estaba saliendo de casa su madre le preguntó: "Jeanette, ¿puedes decirme por qué?". "Cuando estoy con ella soy feliz. Feliz sin más". La señora Winterson hizo entonces la última pregunta: "¿Por qué ser feliz cuando puedes ser normal?", la frase que fio título a la autobiografía que la autora escribiría años después. Esa mujer ha sido, en buena parte, la médula de todo cuanto la británica ha escrito, incluido este libro.
"Mi madre, la difunta señora Winterson, era una mujer depresiva. Pero en amaba la Navidad, no sé por qué, era como si tuviera una inyección"
En Días de Navidad, Winterson reúne doce de los relatos navideños que ha escrito durante años: historias para leerse en voz alta, en familia, frente al fuego de la chimenea, y que ilustraciones y festivas recetas muy personales, para preparar col lombarda, salmón marinado, pavo biryani, bizcocho borracho al jerez y, por supuesto, las tartaletas de picadillo de la señora Winterson, la misma que la invitó a salir de casa y alrededor de la cual orbita todo este libro.
Son las tartaletas de riñón el hilo que cose la herida vitalista de este libro. Tradición e ironía, tradición y rebelión. Todo en un mismo volumen. Hermoso y explosivo al mismo tiempo: el bizcocho de navidad borracho de jerez del padre, la mayonesa casera que acompaña las patatas, el salmón y la resaca, la segunda mejor cama de una navidad en la que intruso se abre paso, el hospicio donde anidan las ranas de plata y por qué no, el Rey de la selva junto al león y el Unicornio.
"Mi madre, la difunta señora Winterson, era una mujer depresiva bastante extravagante. Pero en particular amaba la Navidad, no sé por qué, era como si tuviera una inyección el 21 de diciembre y de repente se sentía feliz en esta época. Ella preparaba los pasteles de carne picada más deliciosos, con una masa seca crujiente y perfecta, llena de la carne picada. Por lo que siempre he seguido esa receta y la he copiado, y, por supuesto, tenía que estar en el libro", ha dicho Winterson de este inmenso y perverso libro en el que igual habla del acto de comer como de escribir.
Se trata, sin duda, de un libro poco convencional. Está lleno de textos para leer a la lumbre de las obcecaciones. Una nuez cruel y hermosa, si se lee con atención. Una factura pendiente del siglo XIX que Winterson se cobra en el XXI. “Hagamos lo que hagamos con la Navidad, debería ser nuestra, no algo que compramos en un mostrador”, escribe la británica. Lleva razón Winterson: la Navidad también son nuestras miserias.
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