Cultura

Adiós a Doris Lessing: la Nobel rebelde, la buena terrorista

Reducirla a una "épica femenina" puede que sea la peor de las descripciones. Fue una autora, una voz. La suya fue una obra profundamente política, compleja, llena de rabia y escepticismo, por algo formó parte de la generación de los 50: los jóvenes iracundos. Cuando publicó El cuaderno dorado lo dejó muy claro: "Las escritoras serán libres cuando, sentadas a escribir, no piensen si escriben o no como mujeres".

La muerte de la escritora, Premio Nobel de Literatura y Premio Cervantes Doris Lessing este domingo 17 ha puesto en un aprieto a más de uno. Hay que darse prisa, informar la pronta muerte del célebre personaje. Es entonces cuando obras catedralicias, de complejos vitrales y sólidas columnas, terminan achicadas a martillazos en una rara artesanía. Y en lugar de la catedral, se quedan los lectores con el souvenir. Muerta Lessing, se reparten en prensa titulares sobre la pérdida de una narradora que construyó “una épica femenina”, de la misma forma en la que cuando ganó Alice Munro se hablaba más de la mujer laureada que de la magnífica narradora. Esta vez, sin embargo, no basta. Es suficiente.

Doris Lessing (1919-2013) nunca aceptó que le endosaran un feminismo con el que jamás estuvo acuerdo.  Lo consideró una simplificación de la relación entre hombres y mujeres. Los derechos debían ser para todos, y así lo defendió.  Y aunque hay quienes blanden El cuaderno dorado para justificar la obcecada discusión entre género y literatura o una escritura femenina,  ahora, justo ahora que se ha ido, su figura brilla todavía más no como la de una escritora mujer, sino como una mujer que escribía.

Militante del Partido Comunista en los años cincuenta, Lessing fue crítica con el estalinismo mucho antes que un puñado de pensadores y escritores; consciente de que su propia vocación era más fuerte que el rol que la naturaleza y la sociedad le impusieron, abandonó a los dos hijos de su primer matrimonio, pero cuidó al tercero, al que más la necesitó; no temió  ninguna rectificación, siempre que estuviera asociada a la razón, al quehacer intelectual. Su vida, como su obra, se asentaron en decisiones, no en arengas. La urdimbre de su obra –compuesta por más de 50 libros- se nutre de la rabia, el escepticismo, la insatisfacción, un sentimiento más humano que femenino.

Lo dijo claro y alto:"Las escritoras serán libres cuando, sentadas a escribir, no piensen si escriben o no como mujeres"

En una visita a Manhattan, en 1970, en una manifestación contra la Guerra de Vietnam, Lessing dijo ante un grupo de personas: "Tengo la sensación de que la guerra de los sexos no es la guerra más importante que ocurre en este momento, ni tampoco es el problema más importante en nuestras vidas." En 1994, no fue menos crítica: "Las cosas han cambiado para las mujeres blancas de clase media," dijo, "pero nada ha cambiado fuera de este grupo”. Su frase más contundente la dijo cuando publicó El cuaderno dorado.

Lo dijo claro y alto:"Las escritoras serán libres cuando, sentadas a escribir, no piensen si escriben o no como mujeres". Su literatura y su reflexión sobre la experiencia propia fueron, en verdad, un acto tan ciudadano como político en el que ser mujer resultó una condición, no una visión.  Su quehacer literario sobre la psique femenina la sitúa más en la preocupación por los márgenes, por la periferia, que en el activismo de género.  Por eso rechazó las palabras asociadas a mundos totales o totalizantes: feminidad, feminismo, imperio, ideología, racismo, persecución.

Nacer entre fronteras: geográficas, políticas, familiares

Hija de un oficial del Ejército británico, Doris Lessing nació el 22 de octubre de 1919 en Kermanshah (antigua Persia, hoy Irán), aunque su familia se trasladó años después a Rodesia (hoy Zimbabue) y se instaló en una granja en busca de mejor fortuna.  Su madre, con la que no tuvo buenas relaciones pero a la que llegó comprender, según ella misma escribió, la educó con severidad y la mandó a un colegio de monjas, primero, y al Instituto de Segunda Enseñanza de Salisbury, después, aunque la escritora a los trece años dejó los estudios. Dos años después, a los quince, se independizó y comenzó a publicar sus relatos en algunas revistas.

Cuando publicó Canta la hierba, su primera novela, Doris Lessing sembró la polémica. Era joven, insolente y brillante.

En 1939, con apenas 19 años se casó con el funcionario Frank Charles Wisdom, con quien tuvo un hijo, John, y una hija, Jean, y del que se divorció en 1943. Ya entonces había escrito su primer libro Canta la hierba -fue publicada en 1950-, que refleja su oposición al racismo a través de las miserias y complejidades de Mary Turner, una joven urbana, independiente y trabajadora que se casa con un granjero para silenciar las maledicencias. Aburrida e insatisfecha, recluida en un mundo rural y pequeño, se ensaña contra un criado negro que termina asesinándola. Entonces Lessing sembró la polémica. Era  joven, insolente y brillante. Y así como abandonó a su marido, lo hizo también con sus dos hijos: "No hay nada más aburrido para una mujer inteligente que pasar mucho tiempo con niños pequeños. Yo sabía que no era la mejor persona para criarlos, hubiese acabado alcohólica y frustrada intelectualmente como acabó mi madre", escribió en su autobiografía, que publicó en dos volúmenes Dentro de mí (1994), que en inglés se tituló Under my skyn, y Un paseo por la sombra (1997).

En 1944 se casó con Gottfried Lessing, un exiliado judío-alemán a quien había conocido en un grupo literario marxista, con quien tuvo otro hijo, Peter. Tras su segundo divorcio, en 1949, Lessing  abandonó África y se marchó a Inglaterra. Se llevó con ella a Peter, un chico inválido que dependió de ella y en el que muchos lectores ven, acaso, al Tomy de El Cuaderno Dorado. En estos años, entre 1952 y 1956, se afilia al Partido Comunista Británico  y participa en campañas contra las armas nucleares. Sus severas críticas a la situación surafricana le costaron el veto de entrada. Al año siguiente publica Los niños de la violencia, (1957), con la que inaugura un ciclo de novelas -Un casamiento convencional (1954), Al final de la tormenta (1958); Cerco de tierra (1965) y La ciudad de las cuatro puertas, de 1969- dedicado a Sur África, marcada por la violencia sin tregua y que constituye una enorme autobiografía psicológica. Desde 1952, Lessing ha dado vida en esos libros a Martha Quest, un personaje que se debate entre asumir la libertad o someterse a las normas.

El cuaderno Dorado y sus colores

En 1962, Lessing  publica la que ha sido considerada su obra más compleja: El cuaderno Dorado, un relato de sus experiencias en el África colonial, sus relaciones con otras mujeres, su vida intelectual en los ambientes progresistas y marxistas de Salisbury y Londres, sus dificultades como novelista y su desencanto con el comunismo, una reflexión que ella teje de forma paralela al advenimiento de la madurez y a la angustia ante la soledad. Lessing estructura la obra en torno a una novela corta, Mujeres libres, protagonizada por Anna Wulf, que es a su vez quien redacta los cuatro cuadernos: negro, rojo, amarillo y azul, a través de los cuales va mostrando diversas parcelas de su realidad. En la década de los 50, Anna Wulf, divorciada, reside en Londres con su hija Janet y su amiga Molly, también divorciada y madre de un hijo, Tommy. Éste quedará ciego tras una tentativa de suicidio. Anna atraviesa una honda depresión, de la que le ayuda a salir la entrega a tareas sociales.

"Mi agradecida conciencia de este patrimonio es la razón por la que suscribo la máxima de Virginia Woolf, según la cual las escritoras serán libres cuando, sentadas a escribir, no piensen si escriben o no como mujeres".

Los recuerdos de la prolongada residencia de Anna en África, que constituyen el tema de una novela que ha publicado con éxito, están recogidos en otro de los cuadernos, donde narra su acercamiento a los comunistas y su posterior decepción, así como los ecos de la Segunda Guerra Mundial. Otro de los cuadernos, que completa esta visión de la compleja personalidad de Anna Wulf, contiene las reflexiones íntimas de ésta, sus visitas a una psiquiatra y sus fracasos amorosos. Y aunque el libro quiso ser utilizado como catecismo feminista, Lessing hizo las precisiones necesarias. 

Señaló que su propósito no era político, sino literario: "Cuando se es una escritora perteneciente a la tradición inglesa, una debe ser consciente y sentirse agradecida de un patrimonio que significa no tener que luchar como mujer para ser publicada y valorada. En Inglaterra las mujeres se han ganado la vida como escritoras desde hace siglos y, a veces, protestando con energía contra su destino. Mi agradecida conciencia de este patrimonio es la razón por la que suscribo la máxima de Virginia Woolf, según la cual las escritoras serán libres cuando, sentadas a escribir, no piensen si escriben o no como mujeres".

La buena terrorista

Después de ganar el Médicis con El cuaderno dorado, Lessing despegó como lo que era: una voz potentísima. Publicó Un hombre y dos mujeres (1963); En busca de un inglés (1965); Instrucciones para un viaje al infierno (1974), El último verano de Mrs Brown (1974); La costumbre de amar (1983); Cuentos africanos (1984. También  Diario de una buena vecina, (1987), Si la vejez pudiera (1988) o El quinto hijo (1989), estos tres bajo el pseudónimo de Jane Somers, con el fin de demostrar las dificultades para publicar que afrontaban los escritores noveles.

Sin embargo, si hay un libro de Lessing que pone a todos en su sitio es La buena terrorista (1985), en sus páginas narra la historia de Alice Mellings, una mujer que transforma su casa en el cuartel general de un grupo de radicales de izquierda que desearían colaborar con el IRA. Mientras Alice lucha por conciliar su ideología con su educación burguesa, sus compañeros encuentran retos inesperados en su activismo por el cambio social y contra el capitalismo. Nuevamente: no es un conflicto femenino, sino un debate profundo entre lo personal y lo político, un retrato fascinante de la vida doméstica y la rebeldía. Porque al final su obra hinca el diente ahí: en la duda y la decisión, esa compleja tecla que separa un mundo de otros.

"Me he vuelto muy intolerante con las ideologías. Pertenezco a una generación de grandes sueños, de utopías de sociedades perfectas, y lo que ha ocurrido es que ha habido mucha sangre".

Fue, sin lugar a dudas, una escritora valiente, potente, rebelde... Nunca cambió sus hábitos ni su estilo espartano, ni siquiera cuando en 2007 se convirtió en la escritora más anciana en recibir el Nobel de Literatura, del que ella misma habló como "un maldito desastre", en unas declaraciones reproducidas en su moment por el Sunday Times. "Todo lo que hago es conceder entrevistas y dejarme hacer fotos", declaró a sus 88 años.  Cuando le preguntaron por su obra, fue, como siempre, sincera y devastadora: "Paré, no tengo energía. Por eso no dejo de decir a los que son más jóvenes que yo que no se imaginen que siempre serán jóvenes", dijo.

Nunca, ni en su obra ni en sus palabras, evitó tomar posición. Dejó plantada a la Reina de Inglaterra cuando esta quiso entregarle el título de Dama del Imperio Británico. Si ya no existe tal cosa, le dijo. "Me he vuelto muy intolerante con las ideologías. Pertenezco a una generación de grandes sueños, de utopías de sociedades perfectas, y lo que ha ocurrido es que ha habido mucha sangre. He observado a gente de mi generación que tenía grandes esperanzas y ahora la veo muy rezagada respecto a sus expectativas. Ya no creo en esos sueños perfectos y maravillosos", dijo poco antes de recibir el Premio Príncipe de Asturias, en 2001. Es su lucidez y no su sexo la herencia de esta magnífica e inabarcable escritora. Adiós Mrs Lessing, porque en ella, hasta su nombre, fue un acto ciudadano.

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