Cultura

'Nos vemos en otra vida', el thriller del "guaje" condenado por el 11-M

Disney+ estrenó a principios de mes la serie española más alabada de los últimos tiempos

Disney+ ha estrenado este mes una de las series españolas del año, Nos vemos en otra vida, un thriller de seis capítulos que cuenta la historia de un "guaje" de 16 años al que se le torció la existencia el día que se cruzó con un repartidor de pollos asados, o al menos así lo cuenta él. Tiempo después, Gabriel Montoya Vidal, nombre real del adolescente apodado "baby", se convirtió en el primer condenado por los atentados del 11-M por su vinculación con los preparativos de la matanza yihadista del 11 de marzo de 2004, que costó la vida a 192 personas. 

Los creadores de esta miniserie son Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo, responsables de la adaptación a la televisión de Crematorio, la novela de Rafael Chirbes, que protagonizó el fallecido Pepe Sancho en 2011. En esta ocasión, llevan a la pantalla el libro Nos vemos en esta vida o en la otra, del periodista Manuel Jabois, escrito a partir de la entrevista que realizó a Montoya en 2015, después de haber acudido a la salida de su trabajo en varias ocasiones hasta lograr convencerle para que contara su historia. 

La perspectiva de este joven es el objetivo a través del cual el espectador se acerca a lo que sucedió en los años, meses, semanas y días previos al fatal atentado yihadista, en un juego de recuerdos desordenados y elipsis que permiten acercarse a la vida anodina de un joven criado en una familia desestructurada, que visitaba a su padre en la cárcel y que tenía que ayudar a su madre en obras y otros trabajos para poder sacar adelante la casa.

No obstante, este chaval criado en la delincuencia, astuto, despierto y sagaz, no se conformó con las tareas precarias que le ofrecían y no dudó en ponerse al servicio de Emilio Suárez Trashorras, por quien sintió fascinación y que le abrió la puerta a un mundo de dinero fácil aunque lleno de peligros.

Montoya, o "el gitanillo", como le apodó la prensa, fue condenado en noviembre de 2004, tres años antes del macrojuicio en el que se condenó al resto de los acusados, entre ellos, Suárez Trashorras, exminero y confidente de la policía, que cumple una condena de 34.715 años por haber facilitado los 200 kilos de explosivos a la célula yihadista responsable del atentado del 11-M. Sin embargo, el encargado de haber transportado la mochila cargada de dinamita no fue él, sino el joven de 16 años cuya historia vertebra esta serie.

Montoya, nacido en Avilés y hoy padre de familia, empezó a trapichear con hachís, al poco tiempo consumía cocaína de manera habitual y se movía por los prostíbulos con la misma confianza que los chavales de su edad lo hacían en el patio del instituto. Tras su condena, pasó seis años en el centro de menores Los Rosales, en Madrid, y después, ya de vuelta en casa, trató de reinsertarse en la sociedad al tiempo que huía de las cámaras y de los periodistas.

Nos vemos en otra vida: una crónica adictiva

Nos vemos en otra vida se ha ganado el aplauso de la crítica y del público desde su estreno el pasado 6 de marzo y su fortaleza se debe a varias cuestiones. La primera de ellas, uno de los mejores elencos que se recuerdan en la ficción española, encabezado por el joven Roberto Gutiérrez, que debuta con soltura en la interpretación, y Quim Ávila, en los papeles de "baby" joven y adulto, respectivamente. A ellos se suman Pol López (Suro), que interpreta con con verosimilitud la personalidad excéntrica y excesiva de Suárez Trashorras; Tamara Casellas (Ama), en el papel de la madre resignada de Montoya; o Mourad Ouani en el papel de "El Chino", uno de los terroristas.

Todos ellos son, para esta redactora de Vozpópuli, personajes demasiado humanos, demasiado creíbles, fieles, en su caso, al origen en su acento asturiano y cercanos hasta convertirlos en reconocibles incluso a pesar de su osadía sin límites, su falta de mesura y su inconsciencia, especialmente la de Montoya y Suárez Trashorras, que construyeron un vínculo de admiración y fascinación que tan bien describe esta serie y que tan difícil puede ser evocar.

Otro de los puntos fuertes de Nos vemos en otra vida puede estar en la honestidad de su propuesta, porque no pretende ser lo que no es, pero tampoco hace alardes de sus logros: un ritmo adictivo y unas elipsis cuidadas y meditadas para dosificar la información, pero también una ficción que empatiza con el espectador, a pesar de abordar uno de los episodios más trágicos -si no el que más- de la historia reciente de España.

Un joven de 16 años con acné, mucha cocaína, 200 kilos de dinamita, las preguntas del periodista al condenado esquivo y receloso, declaraciones judiciales y coches robados. Todos son ingredientes del thriller mejor planificado, si no fuera porque la historia es real y esta serie reproduce la frialdad de los hechos, desde el robo de los explosivos, al momento en el que los yihadistas pagan en el supermercado el material para sus actos o las declaraciones de algunas de las víctimas, que relatan la pérdida de seres queridos o rememoran el momento en el que se produjeron las explosiones.

Si uno puede por momentos olvidar que Nos vemos en otra vida es una ficción -y no hay duda de que así hay que verla-, los creadores se encargan de recordar el anclaje a la realidad con imágenes de archivo del atentado o comparecencias de prensa de los responsables políticos -una rueda del entonces ministro de Interior, Ángel Acebes- o la celebración de Zapatero tras ganar las elecciones. Y en ese viaje entre los recuerdos de aquel adolescente y los sucesos reales, los hermanos Sánchez-Cabezudo encuentran el tono idóneo para construir una ficción que puede mirarse cara a cara con cualquier otra propuesta llegada de lejos y con mayor presupuesto. Lo suyo es otro nivel.

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