Se cierra el círculo, los Alcántara han terminado de contarnos su historia, nuestra historia. Lo han hecho trasteando con la metaficción fechando el último capítulo de la trama en el día de emisión del primer capítulo de la serie, el 13 de septiembre de 2001. Ficción y realidad se daban la mano para contar el final del mundo conocido, para los Alcántara el adiós de la abuela Herminia, para la humanidad al completo la caída de las Torres gemelas de Nueva York. El narrador de la serie, Carlitos comenzó con ocho años a contarnos la historia de España en el año 1968 con la llegada del primer televisor a la casa de los Alcántara y termina regresando al pueblo natal de sus padres para despedirse de su abuela. El propio destino ha querido tomar partido en este abrazo de realidad y ficción con la muerte de uno de los creadores de la serie, Eduardo Ladrón de Guevara, el mismo día de emisión del último capítulo.
El madrileño y ficticio barrio de San Genaro fue el microcosmos en el que plasmar el tardofranquismo, el desarrollismo, la apertura democrática, su instalación definitiva, y todos los cambios sociales asociados a esas cuatro décadas. Durante estos 22 años en emisión, la serie ha apelado a la memoria colectiva sobre el periodo que aborda. Para el sociólogo francés Maurice Halbwachs la memoria no reside en el individuo sino que es un elemento propio de la naturaleza social. La memoria colectiva reconstruye el pasado en función del presente, conservando y olvidando acontecimientos y la televisión siempre ha sido un gran altavoz para asentar los consensos sobre los pasados nacionales. Tanto en las tramas como en los propios recuerdos del narrador se reflejan los crímenes de la dictadura, desde la falta de libertad de los personajes para opinar a la persecución, encarcelamiento, torturas y exilio sufridos por algunos de los protagonistas de la familia. Otro de los elementos es el desarrollo de un país que emigraba del campo a la ciudad y que con infinitas horas de trabajo comenzó a colar a sus hijos en la universidad y a disfrutar de los bienes de la sociedad de consumo. La reinstauración y anclaje definitivo de la democracia, el auge del terrorismo etarra y su condena generalizada, completarían la esencia de esta memoria grupal. En estos álbunes de fotos colectivos siempre guardan sonoros silencios y olvidos en aras de la reconciliación, pero la inmensa mayoría de los españoles firmarían esta valoración rápida: Crítica a la dictadura, modernización del país, prosperidad económica, entusiasmo y aceptación por la democrática, reconciliación entre españoles y condena al terrorismo. A fin de cuentas, el periodo de mayor progreso social, político y económico en la historia de España.
Cada generación de los protagonistas servía como modelo del sentir mayoritario de la sociedad. Los que eran adultos en la Guerra Civil representados por la abuela Herminia, traumatizada y obsesionada por una repetición de la guerra, que acepta el régimen como garante de la estabilidad, y se preocupa por el derroche que observa en su hija y yerno, y por la ruptura de sus nietos con la moralidad de su generación. Los padres, Antonio y Mercedes, emigrados del pueblo, que vivieron la guerra de niños y que prosperan en la ciudad hasta alzarse en una clase media trabajadora. En un primer momento, conformistas con el régimen y sumisos con los poderosos. Y los hijos de la familia, ya madrileños y criados en ciudad con ciertas comodidades y privilegios impensables para sus padres. Los hermanos mantienen una actitud contestaría ante la jerarquía tradicional, incluida la familiar, y aparecen como personajes muy politizados y abiertamente críticos con el statu quo de la dictadura y su moral católica. Inés, la hija mayor, nacida en 1948 será la que más sufra por los roles de género a los que la sociedad la empujaba.
Todos los personajes arquetípicos del tardofranquismo convivirán en el barrio: el comunista convencido que conservaba escondido su carnet de partido, el franquista que pedía mano dura, el monárquico al que nadie le hacía mucho caso, el apolítico que no quería meterse en líos y el antifranquista resignado que tampoco se la quería jugar. ¡Hasta el cura rojo que organiza huelgas y se enfrenta a los empresarios que colgará los hábitos tras su romance con Inés! La trama exponía de una forma caricaturesca discursos y posicionamientos que quedaban trasnochados en el presente de la serie como reflejó la investigadora Elena Cueto Asín en Memorias de progreso y violencia. Toda aquella retórica pomposa que seguía glorificando la “cruzada nacional” en personajes como el primer cura y el primer maestro, que a finales de los sesenta lucían una apariencia arcaica dentro del barrio.
Mención especial merece Don Pablo, personaje nuclear en la primera mitad de la serie, claramente ideado para generar antipatía en el espectador. El antagonista de la historia, franquista y empresario sin escrúpulos, explotador y corrupto. Burgués vinculado e identificado con el régimen, con una actitud paternalista hacia sus empleados y que continuamente sermonea a Antonio sobre las bondades del régimen que tanto le está permitiendo progresar y que en uno de sus chanchullos casi mete a Antonio en la cárcel. "Demócrata de centro derecha" se declarará justo un año después de la muerte del dictador este personaje imborrable interpretado por Pepe Sancho.
Choque campo-ciudad
La España que empezaba a vaciarse, cuna de los protagonistas, ha sido otro escenario habitual de la serie. Sagrillas, pueblo manchego ficticio, era el recuerdo de la España antigua que moría. En los primeros viajes de la familia, vemos el choque sociocultural entre los hijos criados en Madrid y sus quintos del pueblo. Más que un viaje a Sagrillas, la serie refleja un viaje al pasado con la incomprensión de los jóvenes urbanitas ante el sorteo de los mayos que emparejaba a los mozos del pueblo, la falta de agua corriente, la matanza que provocaba arcadas, la única televisión en el único bar del pueblo, bajar al río a lavar la ropa...
Las costumbres y mentalidades antiguas frente a la modernidad de las ciudades, el subdesarrollo agrícola con prácticas neolíticas con el desarrollismo y la prosperidad de una familia a bordo de un Seat 800 que trae una hija mayor metida a actriz que acaba de dejar al novio porque no está segura de querer casarse y un estudiante de Derecho de ideas izquierdistas. "Más que un viaja a Sagrillas parece un viaje a la Edad Media", bromea Toni a su padre cuando la familia regresa al pueblo familiar en los últimos días de vida de Pura, la madre de de Antonio.
En ese mismo viaje, el cacique local, don Mauro confiesa a Antonio: “Yo mandé matar a tu padre, lo mandé matar por celos, Pura es la mujer que más he querido en mi vida y me dejó por tu padre”. La Guerra Civil y especialmente los silencios en torno a ella también conformaron un elemento compartido por la mayoría de los personajes que la sufrieron.
Nostalgia permanente
Cuéntame se ha servido de la nostalgia para acercar todavía más estos consensos sobre el pasado. El tono melancólico lo encontramos ya presente en la propia sintonía interpretada por Ana Belén, y en una detallada recreación de la época en cada plano de la serie. Los que hayan tenido la fortuna de ver la serie con alguien que vivió aquellos años sabrá que la frase: “Es que era así”, acompañaba a casi cada escena. La minuciosidad del atrezzo era un recordatorio continuo para el espectador: las vajillas, los sofás, el cuadro de caza en el salón, el ganchillo en los muebles, los juegos, comics y juguetes de Carlitos, el kiosco de prensa de Cervan, los diferentes coches de Antonio y los cambios en la moda de Mercedes… Una permanente evocación que conseguía una poderosa identificación de los espectadores con la familia que veían en pantalla.
El ventilador de recuerdos se combinaba con la presencia de la familia protagonista como espectadora directa de los principales acontecimientos integrando a los personajes en las escenas de archivo. Ven desde su coche la voladura del Dodge de Carrero Blanco, Herminia se encuentra en el Hospital de la Paz el 20 de noviembre de 1975, Toni en el Congreso como periodista en la sesión del 23-F, el atentado de Hipercor, las manifestaciones por el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco… Un Forrest Gump a la española que integraba las microhistorias de los Alcántara en la Historia española con mayúsculas.
Un Forrest Gump a la española que integraba las microhistorias de los Alcántara en la Historia española con mayúsculas
Los responsables de La 1 debieron estar especialmente inspirados en aquel 2001, mes y medio después del primer capítulo de los Alcántara, Carlos Lozano presentaba a un grupo de chavales, que entraban en un extraño reality que les enseñaría a cantar. Operación Triunfo acaba de comenzar una nueva temporada en Prime Video, una plataforma que si nos la hubieran explicado hace 22 años, hubiéramos puesto la misma cara que los Alcántara frente a las primeras emisiones en blanco y negro de su gigantesca Philips.
Cuéntame es ya historia de la televisión, ha marcado una época con personajes inolvidables y deja una veintena de capítulos a la altura del mejor cine patrio. Si hubiera que apostar, el que firma este artículo se jugaría un duro porque dentro 22 años seguiremos sintiendo nostalgia por el que ya es uno de los mejores productos de la televisión pública.
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