Cultura

Una novela que quiere (y puede) competir con las series de televisión

Cuatro personajes, no más. Eso le bastó a Matthew Weiner para confeccionar un libro eficaz. Un buen libro. Incluso, un muy buen libro. Se trata de Absolutamente Heather, la traducción

Cuatro personajes, no más. Eso le bastó a Matthew Weiner para confeccionar un libro eficaz. Un buen libro. Incluso, un muy buen libro. Se trata de Absolutamente Heather, la traducción con la que la editorial Seix Barral publica en España la primera novela del guionista de Mad men y Los soprano, y que despoja al título de la fuerza y contundencia del original en inglés: Heather, the totality. No significan lo mismo, pero ése es otro asunto. Lo importante aquí es otra cosa.

Cuatro personajes -decíamos-, sólo cuatro para poner en marcha esta historia. Bobby, un ex convicto que trabaja como peón de una cuadrilla de obreros, mira a una jovencita vestida de colegiala entrar a un edificio. Más que observarla, la estudia, la huele, la depreda, hasta el punto de hacer saltar las alarmas de Mark, el padre de la chica, quien observa la escena de pie, desde la acera contigua. La muchacha es Heather, la hija única de su matrimonio con Karen, una mujer neurótica que pasa de razonable esposa a convertirse en una madre asfixiante de la clase media acomodada neoyorquina.

Cuatro personajes, no más. Eso le bastó a Matthew Weiner para confeccionar un libro eficaz. Un buen libro. Incluso, un muy buen libro

Lo que viene antes prepara al lector para ese encuentro, para que ese episodio despierte el suspenso y el temor del que ya sabe quién es Bobby, de dónde viene y qué ha hecho. Lo que sigue, sujeta y tira con la fuerza de las lecturas cuyo desenlace es preciso conocer. En apenas 138 páginas, Weiner aboceta un retrato de la clase media norteamericana acomodada y que, encerrada en sus pequeñas esquizofrenias, ignora a sus depredadores: los que ya habitan en su interior y los que se acercan, desde el mundo real, para coger como suyo lo que no les pertenece.

Ésta podría ser una novela de la era Trump o participar de cualquier otra de esas etiquetas que se colocan a los libros para venderlos mejor. Sí, podría ser toda esa mierda… de no ser porque atiende a una naturaleza propia que la descarga de la eterna expectativa de la ‘gran novela americana’, o lo que sea que eso significa. Absolutamente Heather es la punta del Iceberg, pero lo es en un tiempo en el que los glaciares se han derretido. El mundo -la velocidad de ese mundo- ha cambiado y con ella la forma en la que sus historias transcurren.

La primera novela de Weiner actúa con el efecto que tendría un episodio televisivo. Justo ese es su gran logro y su principal defecto

Absolutamente Heather es perfecta para una noche de insomnio. Se despacha, como mucho, en dos horas -eso, lejos de ser una crítica, es un atributo-. Es una lectura enérgica y poco exigente, con secciones alternas (deliberada y televisivamente maniqueas) que describen la historia de la familia (pudiente) y la del trabajador (un psicópata hijo de una madre drogadicta y pobre). Esa estructura casi binaria favorece el suspense, al mismo tiempo que retrata de la manera más simple posible un episodio complejo y universal: el temor hacia el otro, la amenaza del mal. Lo que viene desde fuera a tomar como suyo lo que cree que alguien le ha negado. El agravio, carburando.

La primera novela de Weiner actúa con el efecto que tendría un episodio televisivo. Ese es su gran logro y su principal defecto: la sensación de abocetamiento, de capítulo dentro de una obra mayor, de algo nimio que sirve para contar -en muy poco tiempo y con poquísimos elementos- un drama mayúsculo. De ahí esa sensación de obra interrumpida que le atribuyó James Lasdun en su crítica publicada en The New York Times. Y aunque parezca, ése no es un defecto. Al contrario, es un tempo. Un ritmo. Una forma de narrar.

Justo ese es su gran logro y su principal defecto: la sensación de abocetamiento, de capítulo dentro de una obra mayor

La traducción en castellano que ha hecho Seix Barral no es un detalle; importa, y mucho. No sabe el lector si se trata de un error o de una decisión del traductor, pero influye. El adverbio malsonante (Absolutamente Heather) rebaja la intensidad del sustantivo que emplea la fórmula original en inglés (Heather, the totality). En esta historia, la protagonista es ‘lo absoluto’. La belleza y la bondad sintetizadas en una criatura excepcional, que desata todos los deseos: los de cercanía y amor que siente Mark, su padre; los de sobreprotección y dependencia que experimenta Karen, su madre. La luz de Heather es tal, que llega a encandilar a Bobby, el psicópata, que siente por ella una mezcla de amor y perversión:  quiere casarse con ella y vivir en ese piso lujoso (acaso porque ella lo redime de la vida que jamás ha tenido), al mismo tiempo que quiere violarla y matarla, cual compensación.

Absolutamente Heather: un libro eficaz. Mejor dicho, un buen libro. Incluso, un muy buen libro

El libro tiene inconsistencias manifiestas, pero no letales. Hay un exceso de información introductoria que (en apariencia) al lector no le sirve para nada nada. Por ejemplo: la hermana anoréxica de Mark (que influye en la relación con su hija Heather)  o el excesivo detalle sobre la vida de Karen, la transformación que experimenta de mujer independiente a madre enfermiza. Sin embargo, toda esa urdimbre aporta tensión, añade elementos que hacen temer lo peor a quien lee.  Ese ambiente cargado de información -como la seire- actúa en la prosa como el glutamato monosódico en la comida rápida: genera ansiedad, ganas de leer …y leer y leer y leer. El resultado, claro está, no deja a nadie indiferente. Absolutamente Heather: un libro eficaz. Mejor dicho, un buen libro. Incluso, un muy buen libro.

Un detalle de la portada de Absolutamente Heather, de Matthew Weiner.

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