Cultura

Mirko Zilahy: “Necesitaba una novela para vengarme de la falta de humanidad que he vivido”

El autor italiano se encuentra en España para participar en la Semana Negra de Gijón, donde presenta su novela Así es como se mata (Alfaguara)

En esta Roma nada es blanco, ni luminoso, no hay historias de amor ni gladiadores. En esta Roma llueve, y llueve, y llueve. Parece que toda el agua que cae torrencialmente del cielo pretende lavar el mal que hay sobre la superficie. Lejos de la gran ciudad turística y religiosa, en una Roma olvidada, aparecen los cadáveres de las víctimas de un asesino en serie. Solo hay un hombre capaz de liderar esa investigación tan delicada: el comisario Enrico Mancini, el único policía que ha asistido a los cursos sobre perfiles criminales en la central del FBI, en Quantico.

El autor italiano Mirko Zilahy, quien se encuentra en España para participar el sábado 9 de julio  en la Semana Negra de Gijón

Ese es el inicio de Así es como se mata (Alfaguara), el debut literario del autor italiano Mirko Zilahy, quien se encuentra en España para participar en la Semana Negra de Gijón en una conversación con Ángel de la Calle (el 9 de julio a las 18.45h en la Carpa del Encuentro. Antiguo astillero Naval Gijón). A partir de la estructura clásica del policiaco al uso, Zilahy aprovecha para componer un libro de sustancia literaria. Construida con un estilo propio -una melodía que apela a la vivencia como yunque contra el cual dar forma a las palabras-  Así es como se mata bebe de la construcción semiótica del policiaco como producto culto, a la manera de Umberto Eco o el propio Leonardo Sciascia.

No es de extrañar que sea un policiaco acicalado, escrito y sujeto con hilos finos; atados con finura y precisión. Zilahy estudió Lengua y Literatura Extranjera y se doctoró en el Trinity College de Dublín. Es traductor de Bram Stoker, John Boyne o Donna Tartt. Ha trabajado como editor en las prestigiosas editoriales Minimum Fax, Fazi y Rizzoli. Es -y se nota- un escritor lector. Y aunque resulte una obviedad, no es una condición que abunde. Por eso libro reúne estructuras afines, mecanismos que le permiten contar muchas demoliciones: la de esa ciudad post-industrial, dominada por otro tipo de ruina, asediada por sombras que ásperas, que a veces son suyas y a veces son de otros. Un proceso de extrañamiento, de pérdida. 

Su libro reúne estructuras afines, mecanismos que le permiten contar muchas demoliciones, empezando por las propias...

Su protagonista, Enrico Mancini, atraviesa el peor momento de su vida –acaba de perder a su mujer, y la devastación de esa pérdida lo atenaza-, pero aun así acepta el reto de atrapar a ‘la Sombra’, asesino atípico y esquivo que llena los cuerpos de sus víctimas con pistas, no para satisfacer sus instintos homicidas sino para conseguir un propósito lúcidamente maquiavélico. Todo en él tiene un significado, todo es un símbolo, y necesita una última pieza para terminar su rompecabezas: el propio Enrico Mancini.

-¿Cuál es el punto de partida de así es como se mata? ¿Una Roma periférica?

-Todo ocurre en una Roma distinta de las guías turísticas, una Roma verdadera, distinta del barroco, la ciudad de arquitectura posindustrial, la que, en el centro de la ciudad artística late con un corazón de acero. Esa ciudad sirve para mostrar las sombras que están dentro de todos los personajes, tanto de Mancini como de su equipo (el forense, la fotógrafa, la fiscal):  el ansia, el miedo, la lluvia. Todo esto forma parte del discurso poético que luego se desarrollará en las otras dos novelas

-Usted se vale del policiaco para desarrollar qué exactamente, ¿una elaboración literaria del mal?

-El mal es la llave para mirar las situaciones dolorosas. Yo necesitaba una novela negra que me permitiera hablar de eso. Yo provenía de una situación dolorosa. Quería hablar de la violencia y la muerte, sin esconderme. Quería contarlo todo y de una manera muy directa. Necesitaba volcar la falta de humanidad de todo lo que he vivido: la falta de humanidad de los médicos, las enfermeras; la falta de humanidad  en todo lo que he vivido. Porque esta novela es mi venganza. Yo no soy capaz de matar físicamente, pero las palabras, como  dice Cyrano de Bergerac, a veces hieren más que el puñal.

El mal es la llave para mirar las situaciones dolorosas. Yo necesitaba una novela negra que me permitiera hablar de eso. Yo provenía de una situación dolorosa

-El lenguaje le viene al pelo para eso. El lenguaje de su asesino y el que usted le ofrece.

-En todo momento busqué construir un universo lingüístico que tuviera todos los matices de mi dolor y que contara las sombras del asesino, las del comisario y las angustias de cada personaje del equipo que ayuda a Mancini. Todos ellos tienen un fantasma y su sombra, por eso el asesino se llama sombra,  cada uno tiene dentro de sí una pequeña célula de mi miedo

-Insisto: ¿hizo usted un policiaco clásico o su propia novela? ¿metió una dentro de otra?

-Sabía que quería escribir una máquina que produjese un efecto sobre los lectores. Sabía que me quería emocionar mientras la escribiera, quería sentarme a la misma mesa que el lector. Quería encontrar una clave para hablar  de la muerte, del mal, de la transformación que está viviendo Roma, este tipo de género me permitía escribir de mi dolor, escribiendo una novela intima, literaria, sin esconderme y poder mirar a los ojos a las cosas. El lector de genero clásico encontrará aquí al comisario, al asesino en serio, todo simbolismo al uso, y  el lector de literatura de un nivel alto descubre muchas sugerencias literarias subliminales.

-Sin embargo, algo resulta,  distinto… algo ‘suena’ distinto.

- He procurado construir un libro para el oído, no para los ojos . He elaborado los párrafos y el ritmo, escuchando el sonido de las palabras . El libro se abre con un verso, con el endecasílabo que es el verso con el que comienza La divina comedia: el verso qiue abre la puerta a un universo falso, un verso en el que el lector tiene que creer. Es una manera de decirle al lector ‘Sígueme’, como le dice Virgilio y luego hay que perderse. Y para poder perderse, justamente hay que taparse los ojos.

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