Cuando Hanya Yanagihara (Los Ángeles, 1975) era apenas una niña, su padre la llevó a ver una autopsia. Entoncesle explicó, instrumento por instrumento, disección por disección, qué hacían los patólogos. Quería que la pequeña entendiera, y que le quedara muy claro, que el cuerpo humano es vulnerable. Que desaparece. Que se pudre. Que la existencia de tal cosa como la piel, los músculos o la vida aprisionada en ellos puede despedazarse, desmenuzarse. Que la sangre que se licúa, se derrama. El padre de Hanya era médico oncólogo y atendía a pacientes en fase terminal. Su trabajo como investigador buscaba paliar el dolor de las personas que, día a día, morían sin importar los esfuerzos por retenerlos. Por eso quiso el padre advertir muy pronto a la pequeña Hanya: la vida se acaba, las cosas duelen y quizá, por qué no: de un cuerpo lastimado, despojado de vida, se puede extraer un relato. No se equivocó su padre. Hanya aprendió bien la lección.
Tan poca vida es su segunda novela. Violencia, absusos sexuales, pedofilia, dolor, periferia, rechazo. Una especie de Lección de Anatomía del espíritu
Considerada una de las escritoras más rompedoras de la literatura actual, la que mandó al quirófano la idea convencional de la Gran Novela Americana –y la ensoñación que cierta crítica europea tiene de ésta en la cabeza-, Hanya Yanagihara se abrió paso con Tan poca vida (Lumen), una novela que se ha convertido en un fenómeno para críticos y lectores en Estados Unidos, donde ya ha vendido más de 500.000 ejemplares. Finalista del Man Booker Prize y del National Book Award, esta entrega que ahora publica en castellano el sello Lumen ha sido considerada como una de las historias más perturbadoras de los últimos años. Violencia, absusos sexuales, pedofilia, dolor, periferia, rechazo. Una especie de Lección de Anatomía del espíritu. La prueba escrita de que la visita a aquella sala de autopsias dejó huella en la escritora.
En las más de 800 páginas de Tan poca vida -su segunda novela luego de The people in the Trees-, Hanya Yanagihara narra un tramo de 30 años de la vida de cuatro jóvenes amigos que comparten apartamento en Nueva York: JB, un artista negro homosexual; Malcom, un arquitecto de buena familia, Willem, también actor y Jude, un abogado escarmentado por la vida y eje de esta novela. La suya, la de Jude, es la historia que reparte la savia a las hojas que nutren el libro. Él es un niño abandonado, víctima de abusos sexuales y ex prostituto. ¿Es una novela sobre la amistad, acaso sobre la forma en que cuatro hombres llegan a conformar una atrofiada familia de seres amputados? ¿Es, realmente, la gran historia de la tragedia masculina?
-Quería escribir un personaje que nunca mejorara. Qué pasaría si un personaje, en lugar de evolucionar, diera vueltas y vueltas, para encontrarse de pronto en el mismo sitio. Es los Estados Unidos hay una obsesión por avanzar, por el progreso. Por eso quería alguien que fracasara -dice.
-¿Es esta una novela sobre hombres?
-Sí, es una novela sobre hombres -dice Hanya Yanagihara -.Cuando me preguntan por qué, respondo lo mismo: si fuera una novela sobre mujeres sería mucho más corta. Los hombres, al menos en la cultura Occidental, tienen una incapacidad para expresar los sentimientos de vulnerabilidad y vergüenza. Por eso el sentido del trauma que tiene Jude. Una situación de que no se puede recuperar, es algo universal. La enorme lucha que atraviesa se debe a la falta de palabras. Y eso es algo muy masculino.
Vestida con un conjunto color naranja, el rostro muy maquillado y el cuello lleno de gargantillas, Hanya Yanagihara contesta a la preguntas sobre Tan poca vida. Sus brazos son gruesos. El izquierdo está rematado en la muñeca por un grueso reloj –la esfera y la correa tienen un tamaño exagerado, como si se tratara de un modelo masculino-. En el antebrazo derecho, Hanya luce algunos arañazos. Pequeñas rasgaduras de quien –parece- ha tenido un altercado doméstico con un gato. Los dedos, de aspecto amorcillado, están cubiertos por varios anillos. En la mitad de la falange de algunos lleva pequeñas serpientes de oro. En los dedos medio y anular luce unas sortijas tocadas con figuras de león que van a juego con algunos de los ocho colgantes que le prenden del pescuezo. Van a juego. "Los hace una amiga", explica ella con una sonrisa que se pierde en el paisaje que forman sus mejillas carnosas y atomatadas, amontonadas bajo los ojos rasgados.
Autolesiones, violaciones, áridas escenas de violencia se suceden. A tal punto que su editor le sugirió suprimir algunas. Ella se negó
"Deseaba, quería transmitir muchas sensaciones del cuerpo, intensidad física. Lo desagradable que puede ser el cuerpo”, explica Hanya Yanagihara. Y sin duda, lo consigue. Autolesiones, violaciones, áridas escenas de violencia se suceden. A tal punto que su editor le sugirió suprimir algunas. Ella se negó. "Un lector puede tolerar todo, siempre que él considere que aquello que se cuenta tiene un sentido. De ahí en adelante, puede dejar de la novela si lo desea". Sobre la naturaleza operística y a veces melodramática –las palabras son suyas- que adquiere el tema homosexual y de la pederastia, Hanya tiene su propia opinión sobre la forma en la cual este tema resuena en el universo de los hombres. "Las mujeres, de alguna forma están conscientes de que pueden sufrir una agresión sexual. Desafortunadamente, la advertencia sobre este tipo de agresiones se integra en la educación. No es una experiencia del todo extraña, ocurre a menudo y sigue ocurriendo. Sin embargo, para una mujer, una agresión sexual no las despoja a de su feminidad. Con los hombres es distinto, porque sienten que su masculinidad les ha sido arrancada, que les han quitado algo". Esa sensación de infierno, intemperie, de carne carcomida por larvas, de amputación, convierte a estos hombres en cuerpos muertos a los que Hanya sabe arrancar una historia, a jirones. Sobre esto habla la norteamericana en esta entrevista concedida a Vozpópuli.
-Esta historia atraviesa 30 años en la vida de sus personajes, sin alusiones políticas o cronológicas. El dolor físico, la violencia, es el único hilo conductor. ¿Era el recurso más eficaz para generar compasión, acaso empatía?
-La narrativa ocupa una parte importante de tiempo, pero eliminando las fechas, los hechos temporales o políticos, que no se incluyen. Todas las cosas que marcan las novelas contemporáneas ambientadas en Nueva York no están presentes. Al quitar eso, consigo atrapar a los lectores en el universo de los personajes. Meterlos en su mundo, en sus almas, plantear que actúan de una forma u otra no porque haya una crisis financiera, sino por su universo interior. Intento dibujar unos personajes, ver cómo reaccionan, pero no hacia su pasado o su futuro, sino en su propio tiempo. Cuando quitas el factor tiempo y los hechos puntuales consigues que el lector no tenga nada a qué aferrarse, no hay alivio, el lector no se puede separar. Así consigues una perspectiva más grande en un contexto global. Sólo puedes fiarte solo de lo que el autor de dice de los personajes. Es lo único a lo que te puedes aferrar. Quería transmitir muchas sensaciones del cuerpo, intensidad física, lo desagradable que puede ser el cuerpo. En los trabajos de Dickens había un compromiso con la descripción física y cómo éste se deteriora. De pronto, eso desapareció en la literatura. En esta novela el cuerpo es un lienzo. No quería ser muy bestia en la descripción corporal, eso también hay que decirlo.
"En los trabajos de Dickens había un compromiso con la descripción física y cómo éste se deteriora. De pronto, eso desapareció en la literatura. En esta novela el cuerpo es un lienzo", dice
-Pero tuvo que convencer al editor para mantener las escenas sobre autolesiones, porque decía que era demasiado.
-Siempre he dicho que este libro está al margen de la literatura norteamericana actual. Es muy melodramático, muy agresivo, no es educado ni políticamente correcto y tiene muchos cabos sueltos, que es algo que valoro en todos los tipos de arte. Cuando le enseñé el manuscrito al editor, pensó que había demasiada violencia. Su argumento es que iba a molestar al lector. Eso no es un argumento artísticamente legítimo. Un lector puede tolerar todo, siempre que él considere que aquello que se cuenta tiene un sentido, forma parte de una historia, no que el escritor lo está contando para su único provecho. Puede que el lector se eche para atrás, pero no porque le aburra sino porque hay demasiada tensión.
-¿Cuál es su relación con el dolor físico? ¿Es cierto que su padre, que era médico, la llevó a ver una autopsia?
-Sí. Mi padre era oncólogo y trabajaba con aquellos enfermos en fase terminal. La idea de la muerte, la desintegración del cuerpo siempre formó pare en mi entorno, desde muy pronto. Solía conversar con mis padres de las muchas formas en las que el cuerpo puede desaparecer: un virus, un accidente… y la manera en que el cuerpo intenta recuperarse, incluso aunque la mente no deseara recuperarse. Quienes pasan por el dolor físico experimentan un doble dolor: el que padecen y la incapacidad para explicarlo. Yo quería que Jude retara esa idea.
-¿Cuál se relación literaria con Philip Roth?
-Uno de los libros de Philip Roth que más me ha marcado ha sido El lamento de Portnoy. Me gustó el humor y la ironía del libro al momento de abordar el elemento judío, la homosexualidad. EL final, donde precipita con aquella enorme broma, tan seguro de mí mismo, era como ver a un trapecista. La mayor parte del os niños que viajaban por todo el país, como era mi caso, recibían una educación no tan buena. Era desigual. Por eso para mi padre siempre fue importante que yo leyera. Me dio aquellos libros que para él fueron especiales. Leí a Roth, a Nabokov, a Ginsberg...
"Quienes pasan por el dolor físico experimentan un doble dolor: el que padecen y la incapacidad para explicarlo"
-Tengo entendido que eligió su universidad porque justamente ahí estudió Sylvia Plath.
-Sí, fue el único motivo por el que elegí estudiar ahí.
-¿Existe tal cosa como la Gran Novela Americana?
-Existe, pero nadie consigue llegar a un acuerdo sobre qué es. La noción europea tiende a dibujar como la novela americana una historia en el sur, que aborda temas violentos y que ocurre antes de la segunda guerra mundial. Para mí, es una novela urbana, porque son los lugares representativos de la obsesión que tienen los norteamericanos con el éxito. Creo que no existe, tanto como en Norteamérica, ningún país tan obsesionado con el éxito. La verdadera novela americana es la que reta y contradice esa obsesión.
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