Es una primera novela fulminante, tan distinta de este hombre parco que dice haberla escrito. Su voz suena anémica, desprovista de la furia y la belleza de esa otra que habita y sostiene su ficción. Marcos Eymar (1979) es madrileño, pero vive en París desde hace diez años, fue allí donde escribió Hendaya (Siruela), una novela sobre la frontera, la identidad y la pertenencia que llega a las librerías después de haber ganado el XVI Premio Vargas Llosa. Titulada con el nombre de una de las ciudades que separa España de Francia, ésta es una historia sobre los límites, la porosa frontera que separa a los que pertenecen de los que no.
"El lenguaje materno es un nido de serpientes", asegura el protagonista, Jacques Munoz, un hombre sin eñes ni recuerdos, alguien a quien se le ha extirpado el pasado y el idioma. Hijo de una empleada doméstica que emigró a Francia en los años setenta durante el franquismo, Jacques nunca llegó a entender por qué la expresa prohibición de su madre de hablar y escuchar su idioma. Desconoce también quién es su padre, por qué desapareció justo en la huida a Francia.
"El lenguaje materno es un nido de serpientes", asegura Jacques Munoz, un hombre sin eñes ni recuerdos
Tras la muerte de su madre, Jacques decide escarbar el idioma que le ha sido negado y acepta un trabajo ilegal que le obliga a hacer el trayecto Madrid-París en un tren nocturno. Haciéndose pasar por hombres que nunca será, y gracias a la enseñanza autodidacta del español con un curso de 1975, Jacques Munoz tendrá que cruzar la frontera entre el tiempo y lo propio, también la línea de sombra entre aquello que se sabe de lo que no. En medio de este conflicto entre "dos ciudades, dos lenguas, dos culturas y dos tiempos", pasado y futuro, Jacques se siente "vacío" y encuentra en María José, una deslenguada madrileña empleada del metro, una razón de ser.
Planteada según su autor como “una novela negra” en la que el lenguaje es “el verdadero asesino”, Hendaya es un artefacto literario de una potencia tremenda. A través de sus páginas es posible reconstruir no sólo la España de la posguerra, sino el territorio poroso, fronterizo, que divide a quienes se marchan de aquellos que vuelven, acaso viajando en trenes nocturnos, directo a ninguna parte. Sin duda, una novela inesperada, catedralicia.
Marcos Eymar, que escribió su primer libro de relatos, Relatos encontrados en 2007, vive desde hace diez años en Francia, país en el que trabaja como profesor en la Universidad de Orleáns. Algo de sí rezuma, potente, en una primera novela sorprendente.
Acaso novela negra pero también potente y poética, Hendaya es un artefacto literario fulminante
- En esta novela el peso más importante se lo lleva el lenguaje. Es el gran protagonista, no Jacques.
- Es lo que quise hacer. Aunque el libro tiene algunos elementos de novela negra, me interesaba proponer una historia donde el protagonista fuera el lenguaje, porque cristaliza todo el conflicto del personaje, que vive desarraigado entre dos países.
- La lengua materna es un nido de serpientes, asegura.
- Me interesaba hacer una novela negra donde el culpable, el asesino, fuera el lenguaje, porque en efecto sirve para manipular, engañar, construir mentiras… Una de las tareas de la literatura es dejarse llevar por la fascinación del lenguaje pero también mantener una distancia, porque justamente por esa capacidad para fascinar es la misma para engañar.
- La madre de Jacques no sólo le ha extirpado el español, también los recuerdos.
-Por eso, además de estar dividido entre dos culturas, Jacques está dividido entre el presente y el pasado. Precisamente porque su madre le ha negado el idioma le ha negado su propio pasado.
"Me interesaba hacer una novela negra donde el culpable, el asesino, fuera el lenguaje"
- Jacques está pagando viejas rencillas entre personas muertas: una España que ya no existe retumba en toda la historia.
- A este personaje no le importa el presente, en realidad está buscando sombras del pasado. Creo que se ha hablado poco de esos millones de personas que emigraron durante el franquismo a Europa y en concreto a Francia. Incluso, la reconstrucción del lenguaje como tema literario ha sido poco utilizado en España. Por otro lado me interesaba construir una novela en la que el tema no fuera sólo la frontera sino también el lenguaje como zona fronteriza. En España no existe, a diferencia de países como México, una literatura de la frontera. Lo cual es curioso porque España tiene mucha tradición de migración. Por eso quise explorar ese tema.
- Se da por hecho, claro, que tiene usted una impronta personal. Lleva diez años viviendo en Francia.
- Sí, es una vivencia personal. Claro, yo no me encontraba en la misma situación que Jacques, pero sí es cierto que después de unos años en el extranjero uno nota el alejamiento con el idioma materno y eso, en alguien que escribe, despierta una gran angustia. Cuanto más tratas de dominar el lenguaje, más esquivo se hace. Aunque es cierto que, desde el punto de vista literario, estar fuera del idioma es más interesante.
"En España no existe, a diferencia de países como México, una literatura de la frontera"
- ¿Por eso insiste en la idea de habitar el lenguaje?
- Jacques siempre se plantea dudas gramaticales, le preocupan. Porque está fuera del idioma. Un personaje como María José lo vive y lo habita con naturalidad, como si fuera una casa o un hogar. Pero en el fondo, la novela plantea que todos estamos desarraigados del lenguaje.
- ¿Por qué sus personajes femeninos son tan directos, incluso rudos?
- Jacques está buscando no sólo la lengua materna sino también a su madre. El personaje de María José no es una mujer de carne y hueso. Es también parte de los fantasmas de Jacques. Eso puede explicar la posible relación que existe entre ambas.
Dar demasiadas pistas es una forma de arruinarlo todo. Lo que sí es cierto es que en Hendaya todo tiene un por qué, incluso la voz de quien narra. En un bar de la frontera entre Francia y España, un hombre acorralado imagina la explicación que dará a los asesinos que vendrán a buscarlo.¿Cómo me embarqué en esta misión?, se pregunta Jacques Munoz, sin eñe, hijo de una humilde inmigrante española decidida a que su hijo olvide su idioma original. Pero la muerte de la madre despierta el interés de Munoz por la lengua prohibida, que parece encerrar todos los enigmas de su pasado. No tarda en comenzar a estudiar el castellano de manera obsesiva y autodidacta y en aceptar un trabajo ilegal que lo obliga a viajar por tren de París a Madrid, cargando siempre con una misteriosa maleta. Empieza así una arriesgada aventura que abarca dos tiempos, dos ciudades y dos lenguas.
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