Víctor del Árbol se acercó a la literatura cuando todavía era muy niño. Pasaba las tardes en biblioteca del barrio barcelonés de La Guineueta acompañado de sus cinco hermanos, hasta que su madre les recogía al salir de trabajar. Entonces, Del Árbol ya escribía. Sabía muy bien que terminaría dedicándose a ello. Fue seminarista, pero lo dejó. En 1992 ingresó en el cuerpo de los Mossos. Acaso porque siempre quizo formar parte de la realidad, dice. Y a su manera así fue. Trabajó como escolta de Jordi Pujol durante el tercer mandato del líder de CiU en plena Barcelona Olímpica. Tuvo que sofocar varios motines de presos en las cárceles de Quatre Camins y en La Trinitat, y trabajó en la línea de traslado de reclusos peligrosos. Hoy, se dedica a escribir por completo. "El policía siempre supo que estaba de paso, fue un préstamo, como el seminarista, el viajero, el soldador. Vivir todas las vidas pero ser una misma, de eso va este oficio", asegura.
Trabajó como escolta de Jordi Pujol durante el tercer mandato del líder de CiU en plena Barcelona Olímpica
Su primer tanto literario se lo apuntó como finalista del Premio Fernando Lara en 2008 con El abismo de los sueños, obra no publicada. Dos años antes, en 2006, había ganado el Premio Tiflos de Novela con El peso de los muertos. En 2011, publicó La tristeza del samurái (Editorial Alrevés), que ha sido un éxito nacional e internacional, que fue traducida a una decena de idiomas (Holanda, Polonia, Rumanía, Macedonia, Israel, Italia, Francia, Estados Unidos, Brasil, China) y superventas en Francia, donde cuenta con el reconocimiento de la crítica y de numerosos premios. Todo terminaría de cuajar en 2014 con Un millón de gotas (Destino, 2014), que alcanzó en pocos meses la 5ª edición, y se publicó en Francia un año después, donde ganó Le Gran Prix de Littèrature Policière 2015 en Francia (modalidad extranjera), premio decano de las letras francesas que sólo dos autores españoles habían conseguido hasta entonces: Manuel Vázquez Montalbán en 1979 y Arturo Pérez Reverte en 1998.
En 2016 se alzó con la edición número 72 del Premio Nadal con La víspera de casi todo (Destino), novela que conquistó el más antiguo de los reconocimientos literarios y sin duda el de mayor tradición. Con este se han hecho desde Carmen Laforet hasta Miguel Delibes. En sus páginas, Del Árbol elabora una historia en la que el pasado siempre vuelve. Sus personajes luchan por volver a empezar: Germinal Ibarra es un policía desencantado al que persiguen los rumores y su propia conciencia; una misteriosa mujer llamada Paola, que intenta huir de sus propios fantasmas ha aparecido hace tres meses en el lugar más recóndito de la costa gallega y Dolores, de alma sensible y torturada. Muchos otros personajes coinciden en una historia de brumas en la que brilla, o se deja ver como espejismo, un faro... ¿Acaso una luz para no perderse durante la tormenta?
En 2016 se alzó con el Premio Nadal con La víspera de casi todo, novela que conquistó el más antiguo de los reconocimientos literarios y sin duda el de mayor tradición
-De los cinco de los personajes de La víspera de casi todo, tres son asesinos múltiples. Se mueven en una rara frontera entre la necesidad de crear y destruir. ¿Una novela más psicológica que negra?
-No estoy muy seguro de que matar a alguien convierta en asesino a los personajes. El asesinato requiere premeditación, un precio o recompensa. Lo importante es comprender por qué lo hacen, y a partir de esas razones indagar en sus vidas, en la psique extraordinariamente compleja de los seres humanos. Bien es cierto que hay una tensión continua entre la capacidad creadora de los humanos (todos los personajes tienen alguna filiación artística) y la autodestrucción. Es la eterna dicotomía entre la vida y la muerte, la luz y la oscuridad. De la fricción entre ambos opuestos, nacemos nosotros.
-Su vida está llena de cambios. ¿Es Víctor del Árbol como sus personajes? ¿Huye de algo o busca algo?
-Ya he dejado de cuestionármelo. El efecto es el mismo: avanzo, camino hacia adelante y no hacia atrás. Mientras uno tiene más retos que añoranzas, sigue estando vivo. En la Víspera de Casi todo, cada personaje elige vivir hacia adelante o morir hacia atrás.
-De escolta de Jordi Pujol a revelación del noir en España. ¿Cómo ocurrió eso?
-Como ocurre todo, un poco por azar y un mucho por convicción. Leí una vez que todo ser humano tiene una cualidad particular, y que esa cualidad puede realizarnos. En la escritura encontré mi estado ideal desde muy niño, la forma de darle salida a todas esas imágenes que pululaban en mi interior. Y mientras vivía hacia adentro a través de la escritura lo hacía hacia afuera viviendo lo cotidiano. Una vida no puede explicarse en unas pocas palabras, hay que vivirla y aceptar los retos que te propone o quedarte en la orilla. Yo preferí y sigo prefiriendo ser protagonista de mi existencia y no un mero testigo.
"El policía siempre supo que estaba de paso, fue un préstamo, como el seminarista, el viajero, el soldador. Vivir todas las vidas pero ser una misma, de eso va este oficio"
-El policía le ha dado material al escritor y el escritor se marchó dejando al policía plantado.
-El policía siempre supo que estaba de paso, fue un préstamo, como el seminarista, el viajero, el soldador. Vivir todas las vidas pero ser una misma, de eso va este oficio.
-¿A qué debe su éxito literario en Francia y por qué cree que se demora algo más en España?
-Sinceramente, no lo sé. Sé que las cosas son más difíciles cuando se elige determinada forma de hacerlas. Puede que el mensaje de mis novelas, o el tono, no vaya mucho con este tiempo nuestro que demanda un poco de placebo. Pero eso que tú llamas éxito llega si tiene que llegar, no es una meta, es una consecuencia de hacer las cosas con la honestidad de quien no sabe hacerlas de otra manera. No me gustan las expresiones del tipo “escritor del momento” “éxito de la temporada”...etc. Me gustaría creer que las cosas llegan poco a poco en mi caso, pero que son pasos firmes, para quedarme y crecer. Poco importa cuánto se tarde.
-¿Por qué no le gusta que le llamen escritor de novela negra y de novela policíaca? ¿Su registro es más "una bajada al infierno"? ¿Le atrae más lo psicológico?
-No me gusta porque creo que no lo soy. Llevo años pensando en esto, analizando con expertos lo que es y no es novela de género, y sinceramente, no me gustan las etiquetas, aunque pierda lectores. Bajar al infierno es una buena manera de definir lo que hago, pero con un hilo de Ariadna que nos ayude a encontrar el camino de regreso. No hay nada de patético en mi dolor. Solo una vocación inequívoca: no cerrar los ojos.
-¿Cómo dialoga esta novela con sus libros anteriores?
-Sobre los mismos dilemas éticos, morales y personales: el cuestionamiento de la bondad infantil, la naturaleza de nuestra identidad, la ausencia del padre, el miedo a ser una simple apariencia que solo se vive por y para los demás sin ninguna vida interior. El dolor que no es una fuga sino un acicate para levantarse. Y el deseo de ternura, de construir con la belleza del lenguaje una forma de describir el horror que no nos asuste sino que nos cuestione.
"No me gusta porque creo que no lo soy. Llevo años pensando en esto, analizando con expertos lo que es y no es novela de género..."
-Procura usted entretener y propiciar el gozo literario, a la vez que propone novelas que incomoden, libros ásperos. ¿Cómo refuerza La Víspera de casi todo esa búsqueda?
-Yo siempre he creído que la labor de entretenimiento de la literatura puede compaginarse con una voluntad de ir más lejos, de cuestionarnos lo que somos y propiciar la reflexión personal. Escribo los libros que me gustaría leer, sin ambages ni condescendencias. Creo que los lectores son personas formadas, críticas, que no buscan espejismos sino posibilidades. La Víspera de Casi todo es una novela que se lee con facilidad, un río que te lleva si te dejas llevar, donde hay tensión, entretenimiento, momentos de belleza y sensualidad, pero también instantes de crueldad inaudita por auténtica, arañazos en el alma que el escritor experimenta y que necesita compartir.
-En el centro de tanta penumbra hay un faro, como el de Muxía, que guía al marinero en las noches de tempestad... ¿Cuál es el faro de usted, la literatura?
-Un faro es una esperanza en esa noche de temporal, pero también es un espejismo que puede arrastrarnos al naufragio. Metáfora de todo, la literatura me sirve para recordar en esta ocasión que la esperanza, la posible salvación, no está en esa luz que otros proyectan en la noche para guiarnos. Deberemos cerrar los ojos, confiar en nuestro instinto, encontrar la fuerza dentro de nosotros para salir a flote. La literatura no es para mí un espejismo, no es una posibilidad de salir de la noche. Es una luz diáfana, clara, sin oscurantismo. Para mí, la literatura es la libertad.
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