Cultura

Octavio Salazar: “Tenemos que ir contra el patriarcado, no contra los hombres”

Salazar es autor de 'El hombre que no deberíamos ser' (Planeta), un libro que pone sobre la mesa los rasgos más urgentes de una masculinidad que necesita repensarse.

Feminista, cordobés y padre ‘queer’, dice él. Octavio Salazar, profesor de Derecho Constitucional de la Universidad de Córdoba, quien se ha dedicado al estudio de lo que él llama las nuevas masculinidades, una categoría en la que entran temas como la diversidad cultural, la participación política, el gobierno local y los derechos LGTBI. Justo por eso, porque entiende la discusión de género como un tema político, Salazar acaba de publicar El hombre que no deberíamos ser (Planeta), un libro que pone sobre la mesa los rasgos más urgentes de una masculinidad que necesita repensarse.

No es, ni mucho menos, un decálogo de reproches, asegura Octavio Salazar. En este brevísimo documento, mejor dicho un manifiesto, despliega los elementos para establecer un nuevo contrato social entre hombres y mujeres. Su idea de partida pasa no por la culpa, sino por la responsabilidad. “Tenemos que ir contra la estructura del patriarcado, no contra los hombres, porque nosotros también hemos sido víctimas del patriarcado”, explica en esta entrevista.

En este brevísimo manifiesto, Salazar despliega los elementos para establecer un nuevo contrato social entre hombres y mujeres 

Además de este libro, Octavio Salazar ha publicado otros como La ciudadanía perpleja. Claves y dilemas del sistema electoral español (Laberinto, 2006), Las horas. El tiempo de las mujeres (Tirant lo Blanch, 2006), El sistema de gobierno municipal (CEPC 20007; Cartografías de la igualdad (T. lo Blanch, 2011); Masculinidades y ciudadanía (Dykinson, 2013); La igualdad en rodaje: Masculinidades, género y cine (Tirant lo Blanch, 2015).

¿Cómo es un hombre feminista?

Es aquel que es consciente de su posición privilegiada. Que toma partido en la dinámica desigual de poder que existe en las relaciones de género. Es aquel que entiende que el feminismo es una cosa cotidiana y una manera de romper con el mandato tradicional de la sociedad.

¿Cómo se entiende exactamente eso de El hombre que no deberíamos ser?

Lo que hago es centrarme en comportamientos que tradicionalmente hemos ido reproduciendo los varones. Porque se nos ha socializado de esa manera, porque se nos han inculcado esos valores y eso ha hecho que desarrollemos unas habilidades y conductas en lugar de otras. Hemos sido formados y educados para cumplir un determinado papel. Hemos desarrollado una forma de ser que yo identifico con la masculinidad hegemónica y que provoca buena parte de las injusticias de género que sufren mayoritariamente las mujeres.

"Hemos desarrollado una forma de ser que yo identifico con la masculinidad hegemónica"

Almudena Grandes dice que de los procesos del siglo XX, el feminismo ha sido aquel que más logros ha conseguido en temas de ley, pero no de hechos. ¿Qué piensa usted?

Vivimos en sociedades, como ocurre en España, en la que existen leyes que reconocen y trabajan por la igualdad de derechos en los distintos niveles de gobierno: local, autonómico, nacional; en el  ámbito de las instituciones… pero luego, en la realidad, siguen machaconamente demostrando que la igualdad está muy lejos de ser algo concreto y efectivo. Hay una estructura que cambiar, un orden cultural androcéntrico, patriarcal, una serie de actitudes que llevamos dentro porque se nos ha educado de esa manera. El reto de este siglo es cambiar eso.

¿Hasta qué punto no ha sido un error convertir la bandera de género en una caza de brujas? ¿No le resta eso claridad? ¿No despista y cofunde…? ¿No frivoliza, acaso?

Entiendo a qué se refiere. Creo que es inevitable. Cuando se están cometiendo determinadas injusticias y éstas se denuncian, es normal que ese tipo de procesos se amplifique. Creo que los medios, las universidades, los personajes públicos y las instituciones tienen un papel importante. Todo el estallido con el tema del acoso sirve para llamar la atención sobre algo invisible.

"Si veíamos estas conductas a nuestro alrededor o incluso éramos conscientes de que algún colega las estaba realizando, preferíamos ignorarlo"

¿Invisible o normal?

Estaba normalizado. Si las veíamos a nuestro alrededor o incluso éramos conscientes de que algún colega las estaba realizando, preferíamos ignorarlo. Eso nos hacía cómplices por omisión.  Era normal y al mismo tiempo era invisible, porque no se hablaba del tema desde el punto de vista legal, social o política. No estaba en la agenda. Lo que toca ahora es una labor pedagógica: quiénes lo hacen, por qué no es correcto, cómo se puede evitar, cómo se puede luchar contra eso y creo que después de ese estallido enorme, vendría una segunda fase, insisto, pedagógica.

¿Qué opina de una campaña que pretende tipificar y regular lo que se entiende por piropo? ¿Eso frivoliza otras situaciones como las muertes violentas de mujeres a manos de sus parejas? ¿O forma parte de ella?

Los mecanismos sancionadores son importantes para luchar contra las discriminaciones pero no son los únicos ni necesariamente los más eficaces para determinadas injusticias. Eso está pasando con la violencia de género, cuyas causas son mucho más profundas y que habría que atacarla también desde otras perspectivas. Con eso no quiero decir que no hagan falta las sanciones, pero no como única medida estructural. En ese espacio ciudadano donde todos nos desenvolvemos como agentes de poder, deberíamos analizar si tenemos una posición de privilegio, si ocupamos más espacio, si las mujeres tienen más obstáculos para convertirse en referentes políticos, económicos o culturales. Eso nos obligaría a darle una vuelta al modelo que tenemos, que es básicamente masculino. Eso no vamos a cambiarlo con una sanción específica, sino con una revisión del modelo mucho más profunda.

"Cuando hablamos de género en realidad estamos hablando de poder, quién lo tiene y cómo lo ejerce"

La discusión de género es una discusión sobre el poder, la pregunta es… ¿se puede matizar una estructura como ésa?

El género remite al poder, a las relaciones asimétricas en las que las mujeres tienen una posición inferior con respecto a  los hombres, en regla general. Cuando hablamos de género en realidad estamos hablando de poder, quién lo tiene y cómo lo ejerce. Eso atraviesa todos los entornos de la sociedad: la familia, la empresa, la pareja o en el parlamento. El patriarcado es eso: el gobierno de los hombres y cuando se habla de tal cosa, estamos aludiendo al poder. Desde que nacemos, los hombres creemos que  tenemos derecho a prácticamente todo, mientras que las mujeres han tenido que pelear para poder llegar a conquistar los mismos derechos que tenemos nosotros. Tenemos que ser conscientes de eso. También es importante que nos reconciliemos con nuestro lado más emocional, siempre nos han inculcado aquello de que tenemos que ser machotes, hombres de verdad, los héroes de la película. Creo que el ser humano, por naturaleza, es frágil, vulnerable, dependiente: necesitamos de los otros y las otras para vivir. Los hombres deberíamos reconocer esa fragilidad y eso generaría una relación más pacífica, placentera, menos violenta en lugar esa presión permanente de ser el triunfador, el competitivo. Eso es una lucha tremenda para nosotros mismos. Liberarnos de todo eso, al final es emancipador.

Si el machismo ejercido por hombres es un problema, ¿cómo es el machismo ejercido por mujeres?

Forma parte del mismo proceso, pero con distintos niveles de responsabilidad. Todos  hemos sido socializados en ese machismo. Las mujeres históricamente estarán en una posición marginal y nosotros hemos tenido ventaja. Por eso creo que nuestra responsabilidad es mayor. Hablo de responsabilidad, no de culpa. A lo que me refiero es que todos somos hijos e hijas del patriarcado. Tenemos que ir contra la estructura del patriarcado, no contra los hombres, porque nosotros también hemos sido víctimas del patriarcado.

"Las mujeres históricamente estarán en una posición marginal y nosotros hemos tenido ventaja. Por eso creo que nuestra responsabilidad es mayor"

¿Hasta qué punto ciertas consideraciones en el espacio público podrían funcionar como discriminación positiva o incluso menosprecio a la propia capacidad de las mujeres?

En ocasiones puede tener una aproximación paternalista, pero normalmente suele ser un proceso difícil, sobre todo jurídicamente, al tratar d establecer medidas para ayudar a alguien que está en una posición de debilidad resulta complicado delimitar hasta qué punto asumes una posición paternalista y hasta qué otro estás actuando sobre una realidad para ayudar al que está en desventaja. Es peligroso y perverso ese discurso. Pero no creo ni mucho menos que se trata de tratar a la mujer como un ser débil e inferior y tratar por eso de protegerlo. No es eso. Pero no se puede negar que en determinados contextos, las mujeres están en una posición de vulnerabilidad y por tanto merecen una protección mayor. En nuestro país, hasta hace nada, el derecho trataba a las mujeres como menores de edad, incluso como discapacitadas. Venimos de ahí. Las mujeres se han incorporado a esta carrera unas cuantas posiciones más atrás que nosotros. Es de justicia todo aquello que podamos hacer para colocarlas en el mismo puesto de salida.

El hombre que no deberíamos ser (Planeta), de Octavio Salazar.

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