Cultura

La oración de un vagabundo que se convirtió en sinfonía

Gavin Bryars levantó uno de los más imponentes monumentos musicales a la fe en ‘Jesús’ blood never failed me yet’, que lleva casi medio siglo conmoviendo a oyentes de cualquier condición

Hubo un tiempo en que la alta cultura no tenía miedo de nutrirse de los materiales más modestos, incluso pobres. Un buen ejemplo es la obra ‘Jesús’ blood never failed me yet’, que toma como punto de partida la oración cantada por un anciano vagabundo en la calle que, gracias a la labor del músico de vanguardia Gavin Bryars, se convirtió en una inesperada sinfonía musical, un auténtico monumento a la fe sin ningún propósito confesional. 

El rezo íntimo que dio pie a todo había sido registrado como parte de una película de Alan Power sobre el vecindario de los barrios londinenses de Elephant y Castle y Waterloo Station y finalmente no se usó en la película. Bryars, que colaboraba en aquel trabajo, mostró interés por las grabaciones y solicitó las cintas. Aquellos recitados, levemente cantados, insistentes, pero siempre levemente distintos, marcados por la impactante voz quebrada, pero intensa, de aquel anciano, tenían la materialidad de un mantra y se convirtieron en la piedra angular de la catedral sinfónica que el músico británico terminó levantando. 

Un monumento musical que encontraría su culminación en una versión ampliada que incorporaría una parte final en la que el músico Tom Waits (‘Swordfishtrombones’) canta la oración en paralelo con el anciano, acompañándolo y poniendo su poderosa voz al servicio de un proyecto que le emocionó personalmente.

Había algo hipnótico y conmovedor en el modo como aquel vagabundo de avanzada edad -que murió antes de poder escuchar la obra que le inmortalizaría- recitaba los versos simples de la oración. Por no hablar, claro, del desconcierto. Aquel hombre sin techo, y sin recursos, estaba rezando: “La sangre de Cristo no me ha fallado nunca todavía. Nunca me ha fallado todavía. Sólo una cosa sé y es lo mucho que él me ama” (‘Jesús’ blood never failed me yet, never failed me yet. There’s a thing I know, for he loves me so’). La oración era un rezo íntimo, personal, de agradecimiento, que no estaba dirigido a ningún oyente o espectador; no había la más mínima impostura, ni propósito de conseguir nada. Aquel hombre simplemente expresaba una sorprendente, e incluso poco comprensible, gratitud. Y lo hacía con el frágil hilo de vida que le quedaba, pero con una honestidad e inocencia vigorosas y arrebatadoras.

Primera versión de 25 minutos

Bryars decidió convertir el canto en un loop, o más bien en una serie de ellos, mediante la copia y repetición de la oración grabada. Y, sobre ello, añadiría diversas capas de sonido, con una orquesta de cuerdas, en un acompañamiento de apariencia monótona y repetitiva pero de intensidad creciente. Aquella primera versión, que es la que se interpreta todavía hoy en los teatros, duraba 25 minutos y fue grabada en 1975 bajo los auspicios de Brian Eno, en su sello Obscure. Habría que esperar dos décadas para que la obra alcanzara, en 1993, su forma definitiva como grabación discográfica con la incorporación de la cavernosa voz de Tom Waits. Por entonces, y gracias a una versión en formato single que daba el protagonismo al célebre cantante, entraría incluso en las listas de éxitos. Un hit casi tan anti intuitivo como el que lograron, hace unas décadas también, los monjes de Silos. 

Waits recuerda que llegó a sus manos aquella primera grabación algunos años después de publicarse y que no pudo evitar caer rendido bajo su poder subyugante. “Hice una copia y empecé a ponerla en el coche cientos de veces, y luego me encontré yo mismo cantándola… Había algo en ella que resultaba tan inocente, algo que rara vez ocurre cuando grabas en un entorno convencional”, según un testimonio que recogen Isabel López y Miguel López en su biografía ‘Tom Waits. El aullido de la noche’. 

No era al primero al que le ocurría. En unas notas explicativas, Bryars recuerda que realizó copias del bucle con la voz del anciano vagabundo en uno de los estudios de grabación de la Universidad de Leicester, en cuyo departamento de Bellas Artes trabajaba. La sala de grabación se abría a uno de los grandes estudios de pintura y allí dejó la cinta copiándose, sola, mientras aprovechaba para tomar una taza de café. “Cuando regresé, encontré la habitación, habitualmente animada, sumida en un ambiente contenido y atenuado. La gente se movía mucho más lentamente de lo habitual y unos pocos estaban sentados solos, llorando en silencio”, recuerda Gavin Bryars. “Estaba perplejo, hasta que me di cuenta de que la cinta todavía estaba sonando y que habían sido superados por el canto del anciano”. 

Me convenció del poder emocional de la música y de las posibilidades que ofrecía agregar un acompañamiento orquestal simple

Aquello le reafirmó en la viabilidad de su propio proyecto. “Me convenció del poder emocional de la música y de las posibilidades que ofrecía agregar un acompañamiento orquestal simple, aunque en evolución gradual, que respetara la nobleza y la fe simple del vagabundo”. A juicio del compositor, su pieza “sigue siendo un testimonio elocuente, pero discreto, de su espíritu y optimismo”. En la versión de 1975 sólo jugó con acompañamientos orquestales de cuerdas, pero en la de 1993 añadió otro tipo de sonidos e instrumentaciones para enriquecer musicalmente el resultado, que se fue hasta los 74 minutos.

‘Jesús’ blood never failed me yet’ sigue siendo una de las obras más populares de Gavin Bryars. Fue una de las tres elegidas para un concierto de homenaje en Glasgow, en marzo de este año, que inicialmente iba a dirigir él mismo, pero al que finalmente no pudo acudir por Covid, aunque los temas se interpretaron. Y nuevamente fue el centro de otro concierto en junio en Londres.

Honesta simplicidad

Esta hipnótica obra es una de esas composiciones que te remueven las entrañas sólo con que se lo permitas con tu atención, aunque es posible también que logre colarse en tu ánimo por la puerta de atrás, cuando ni siquiera eres consciente de estarla escuchando, como les ocurrió a los estudiantes de Bellas Artes. Tal es la maravillosa fuerza de su honesta simplicidad. Por supuesto, la clave está en aquella grabación primigenia, y en la sinceridad de aquel vagabundo que sólamente daba gracias a Dios, pero no cabe despreciar el modo como Bryars arropa musicalmente ese material ‘póvera’.

La obra llegó a su culminación con la incorporación de Tom Waits, que canta al lado del anciano -a veces por debajo, como un compañero lejano, y en otras asumiendo el protagonismo- y aporta a su recitado la intensidad torrencial de su voz y su compleja tonalidad emocional. El cantante de ‘Time’ a veces es solemne y en otras casi parece estar desafiando al mundo. Por momentos, aflora una fragilidad más frágil todavía que la del propio vagabundo, y, en otras, su canto parece una proclama firme. Hay dolor, emoción, confianza, devoción, fe, esperanza… Waits aporta el poder emocional de su voz, pero siempre desde el respeto. No hay aquí burla, ni ironía o distanciamiento. 

El compositor de ‘Rain dogs’ o ‘Mule variations’ trata con suma consideración el material con el que trabaja, pero añade una expresividad que llega a ser arrebatadora, aunque nunca derrota, ni lo pretende, a aquel viejo vagabundo que, persistente, sigue en sus trece su rezo incansable: ‘Jesus blood never failed me yet…’ apoyado en una tecnología que lanza su oración hacia el infinito, convirtiéndola en un canto eterno.

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